El duelo por la pérdida de un ser querido produce diferentes emociones y comportamientos naturales como tristeza, ansiedad, negación, culpa, depresión, enojo, entre otros. Como respuesta al dolor, el cerebro empieza a regular con acciones y estrategias de control para evitar el malestar a corto plazo. Expertos aconsejan aceptar estos sentimientos, entenderlos y no eludirlos, ya que a largo plazo pueden atraer mayores contrariedades.