¿Quién evalúa mejor: un humano con valores o una IA con datos?
Durante mi participación en el marco de la 18ª Conferencia Bienal de INQAAHE, asistí a una actividad sobre el uso de inteligencia artificial (IA) en aseguramiento de la calidad educativa, organizada por Matter and Space. En ella, tuve la oportunidad de interactuar con una innovadora plataforma de aprendizaje que utiliza IA para personalizar contenidos en tiempo real, promoviendo tanto el desarrollo académico como el bienestar y las habilidades blandas del estudiante.
Más allá de la exploración tecnológica, lo más relevante fue un ejercicio práctico que simuló cómo esta herramienta podría ser utilizada en el mundo de las acreditaciones. En concreto, se nos mostró cómo es posible crear un perfil digital de un evaluador –alimentado por ChatGPT y otros modelos de lenguaje– para revisar una autoevaluación institucional. Con una plantilla específica y ciertos parámetros, la IA es capaz de emitir observaciones, identificar áreas de mejora y hasta sugerir recomendaciones. Este ejercicio evidenció cómo los sistemas de IA pueden acercarse a lo que algunos expertos llaman 'evaluating thinking': la capacidad de analizar críticamente, argumentar con coherencia y emitir juicios fundamentados.
Sin embargo, la promesa tecnológica vino acompañada de una inquietud ética profundamente válida: ¿Qué pasa con la privacidad y la responsabilidad al cargar una autoevaluación institucional en una herramienta pública? ¿Qué estamos modelando para los estudiantes y colegas cuando delegamos este tipo de procesos a sistemas automatizados? Aunque los ponentes minimizaron el riesgo alegando que “al subirlo, se vuelve público”, la discusión ética apenas comenzó y merece mucho mayor desarrollo.
Desde la perspectiva de la Universidad Anáhuac Puebla, comprometida con una formación integral y con el liderazgo con sentido trascendente, estas reflexiones no pueden pasar desapercibidas. Alinear nuestros avances tecnológicos con una visión humanista es fundamental para garantizar que la IA se convierta en un aliado, y no en un atajo, en los procesos educativos.
La inteligencia artificial tiene un enorme potencial para transformar la educación superior, pero no debe sustituir el juicio crítico, la experiencia humana ni los valores institucionales. Hoy más que nunca, debemos preguntarnos no sólo qué puede hacer la tecnología, sino también qué debe hacer.
Por la Lic. Irene Cuéllar Soto
Coordinadora de Acreditaciones y Evaluaciones Externas