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La esperanza cristiana: fuerza que transforma la vida



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El P. Alfonso López Godínez, L.C., reflexiona cómo Benedicto XVI, en Spe Salvi, muestra que la esperanza cristiana da sentido al presente, transforma el sufrimiento y nos impulsa al amor y la acción solidaria.

En la Encíclica Spe Salvi (En la esperanza fuimos salvados) (2007) del Papa Benedicto XVI se articula un mensaje claro: la esperanza cristiana es una virtud radical, anclada en Dios, que cura el vacío existencial moderno, transforma la vida y llama a la acción y al amor. Es, en definitiva, la esperanza que salva.

 

¿Qué es la esperanza que salva?

Citando a San Pablo: “Spe salvi facti sumus” (Romanos 8,24) el sumo pontífice nos explica que la redención se nos ofrece como una esperanza firme que da sentido al presente y orienta el futuro. La salvación, por tanto, no es un hecho consumado, sino un don continuo ofrecido a través de la esperanza que justifica el viaje de nuestras vidas. No somos salvos solo por lo que hacemos o entendemos, sino porque confiamos en algo más grande: la promesa de Dios. Por ello, la esperanza no es optimismo ingenuo; es certeza de que Dios está con nosotros y va delante en cada paso.

Asimismo, la esperanza cristiana es un motor transformador que no solo comunica una idea, sino que transforma la vida. Esta no es una utopía política (como la de Espartaco o Bar-Kokebá) sino una realidad del encuentro con Dios vivo, que obra desde dentro, aunque las estructuras externas no cambien y tiene un horizonte de la vida eterna.

Benedicto XVI abordó la vida eterna no como una mera prolongación temporal, sino como la culminación gozosa de toda existencia. La promesa de vida eterna otorga un sentido profundo al presente; sin ella la esperanza se reduce a proyecciones de progreso temporal. El papa también nos advierte que la crisis de esperanza en la época actual de modernidad es fuerte porque se deposita la confianza en el progreso técnico, social o económico, lo cual refleja un progreso sin Dios y reduce la esperanza a mera expectativa, lo cual puede brindar bienestar, pero no redención: 

“Solo la esperanza cristiana, anclada en el amor divino, puede ofrecer sentido real y duradero”.

El rostro humano de la esperanza: San Joséine Bakhita

Por otro lado, podemos decir que el dolor puede endurecer o purificar y que sin esperanza el sufrimiento nos aplasta, pero con Cristo a nuestro lado, el dolor se transforma y da sentido y promesa.

Un ejemplo vivo de esperanza transformadora es la que se nos narra con la historia de Santa Josefina Bakhita, quien fue una esclava maltratada desde niña. Ella afirmaba, con su testimonio, las siguientes palabras que encarnan la esperanza radical: 

“Soy amada definitivamente y pase lo que pase, este amor me espera y por ello mi vida es buena”.  Al ser liberada, pasó a vivir como monja, siendo testimonio de vida de la redención y dignidad halladas en Cristo.

Ella pasó del dolor al gozo, no porque cambiara su historia, sino porque descubrió un amor eterno. Fue beatificada en 1992, se celebra su festividad el 8 de febrero y es patrona de Sudán y de las víctimas de trata de personas. Posteriormente, fue canonizada el 1 de octubre de 2000 por el Papa Juan Pablo II.  

A través de su testimonio, podemos ver que la esperanza cristiana nos hace capaces de esperar más allá del fracaso, la enfermedad y la muerte. Por ello, debemos preguntarnos ¿Qué signos de esperanza podemos sembrar entre quienes más sufren?

 

Para vivir una esperanza que transforma, es importante que tengamos presente tres puntos:

La esperanza cristiana no es teoría, es camino, luz y fuerza viva que nos impulsa a vivir con sentido, amar con entrega y esperar sin miedo.

El juicio de Dios no es una amenaza, es un comienzo. Es en la esperanza de justicia verdadera donde todo será iluminado y sanado, por lo que nos espera un amor que purifica, no condena. El juicio final, entendido dentro de la gracia, no paraliza, sino que impulsa a la acción esperanzada. Te invito a preguntarte ¿A quién debo perdonar o pedirle perdón para vivir con esperanza?

• Finalmente, suma la devoción a María en tu vida, como la “estrella que guía nuestra esperanza”. Ella vivió cada paso con fe y confianza en Dios. Es la guía en medio de la oscuridad como estrella segura en el cielo. Cuando la miramos, aprendemos a esperar con paciencia y con alegría, por ello es la “madre de la esperanza, que camina con nosotros”.

 

Transformemos juntos la esperanza cristiana en acción

La esperanza cristiana es certeza activa, no deseo vacío. Redefine el presente y orienta nuestra libertad hacia una meta trascendente, por ello implica compromiso, ya que la esperanza sin solidaridad es individualista, por lo que debe abrirse al prójimo.

 

Recuerda que la esperanza se aprende en tres lugares:

• En la oración, donde Dios nos habla y sostiene. 
• En la acción, cuando luchamos por el bien.
• En el sufrimiento ofrecido, donde Cristo nos abraza.

Debido a que nuestra vida es un peregrinar hacia el Cielo. Asegúrate de que cada paso que des esté lleno de amor y de esperanza en Dios de la mano de María. 


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