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Fraternidad: el lazo que une y transforma el mundo



 humanism Liderazgo Anáhuac en Humanismo

Ante la incertidumbre global, construir fraternidad es clave para la paz y la justicia. Más que un ideal, es un compromiso con la humanidad y el planeta.

Nuestros tiempos son aciagos; la incertidumbre global, caracterizada por conflictos armados, desigualdad social y crisis climática, nos confronta con la apremiante necesidad de construir fraternidad. El primer supuesto de esta es que resulta fundamental recordar que somos parte de una única humanidad y de una casa compartida; por ello, existe, a priori, la responsabilidad de cuidarnos unos a otros y al mundo que habitamos.

La fraternidad, entendida como un lazo solidario que trasciende fronteras, culturas y diferencias, no es solo un ideal abstracto, sino una herramienta concreta para forjar la paz y la justicia. Esta surgió como principio social durante la Revolución Francesa (1789-1799), periodo que marcó un hito en la historia de la humanidad, ya que, junto con los valores de libertad e igualdad, la fraternidad formó parte del trinomio que orientó los ideales revolucionarios. Este concepto nos invita a reconocer a los demás como iguales, no solo en derechos y oportunidades, sino también en dignidad humana. Si bien, en ese contexto se concebía dentro de los límites de una naciente ciudadanía nacional, su esencia trascendía hacia una aspiración universal: construir una sociedad basada en la solidaridad y el respeto mutuo.

Recientemente, el Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti (2020), retomó y amplificó este llamado a la concordia, adaptándolo a los desafíos contemporáneos. Además, nos invitó a superar las barreras de la indiferencia y el egoísmo al proponer una "cultura del encuentro" que privilegie el diálogo, la inclusión y la reconciliación. 

El máximo pontífice destaca que la armonía no solo es necesaria entre individuos, sino también entre naciones, a esto, le llamó “amistad social” aspecto que es de vital relevancia en un mundo fracturado por las divisiones políticas, económicas y culturales. En sus palabras: "Todos somos hermanos", hay una reafirmación del compromiso activo con los más vulnerables, promoviendo estructuras sociales que garanticen el bienestar colectivo, ya que nadie puede hacerse hermano de otro, a quien considera inferior o a quien ni si quiera considera.

Hoy, las condiciones globales de las que somos testigos todos los días nos indignan y obligan a construir fraternidad en escenarios diversos. Los desplazamientos forzados por guerras o estallidos sociales y la migración derivada de la pobreza extrema, la violencia y el cambio climático, son ejemplos donde la solidaridad es urgente. Asimismo, el auge de discursos de odio y polarización nos desafía a fomentar espacios de encuentro que prioricen la escucha y el respeto. Por todo lo anterior, la unidad también se manifiesta en la lucha por los derechos humanos y la justicia ambiental, recordando aquella frase transversal de la encíclica del Papa Francisco Laudato Sí: “Todo está interconectado” (Núm. 49).

En conclusión, al reconocer al otro como “otro” (en su individualidad) pero, al mismo tiempo como “yo” (en lo que tenemos en común y compartimos), damos el primer paso hacia una convivencia armónica que construye lazos de fraternidad.

En este momento histórico, donde las divisiones parecen ensancharse, este valor se alza como una respuesta potente y audaz para enfrentar los retos del presente y del futuro. Este empeño personal y comunitario implica un esfuerzo constante para, como San Francisco oraba, “Donde haya odio, colocar amor”.


Más información:
Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte
elizabeth.delosrios@anahuac.mx
Facultad de Bioética