Problemáticas familiares en tiempo de COVID
Por: Carmen María Villar, Coordinadora de Promoción del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, sede Puebla
- Este tiempo ha ayudado a sacar lo mejor y lo peor de cada uno y si no entendemos que de un día a otro nos cambia la vida, no aprendimos nada de la pandemia.
Quédate en casa, que invitaba a las personas a guardar cuarenta, fue una noticia que nos paralizó. Familias enteras empezamos a vivir una rutina “anormal”, de repente todos juntos en un mismo lugar, sin saber por cuánto tiempo, sin prisas, sin dónde ir, sin poder abrazar a los de afuera, sin entender ni poder explicarles a nuestros hijos por qué no podían ir al colegio, ni jugar con sus amigos. Por qué adolescentes en su último grado no podían graduarse presencialmente, ni disfrutar de sus últimos días de clases. Novios que tuvieron que suspender sus bodas…
Todos a trabajar y estudiar, conviviendo en el mismo lugar. Estos cambios generaron varias causas de alerta en las familias, estando acostumbrados a una vida acelerada, automatizada y sincronizada, nos llevó a darnos cuenta cómo funcionábamos como familia.
Factores como el económico, psicológico, material, emocional y generacional, sumándole un ingrediente “actitud negativa”, empezaron a ocasionar problemáticas familiares, en las cuales, los roles de cada integrante tuvieron que cambiar. Llamamos problemática cuando tenemos una mala actitud ante lo que se nos presenta de repente y cambia todo, a lo que nos cuesta adaptarnos, nos saca de nuestra zona cómoda o a lo que nos da miedo perder, en este caso la libertad.
Estas malas actitudes desataron problemas como agresividad, violencia física y psicológica, conductas compulsivas, crisis de ansiedad, pérdida de sueño, alteraciones o trastornos de alimentación, alcoholismo, consumo de sustancias para anestesiar emociones, entre otras.
Sin embargo, la base ante cualquier dificultad es el apoyo familiar, aunque los problemas se presenten dentro de ese núcleo, ahí mismo está la solución. En el matrimonio se forman los cimientos para la estabilidad familiar y una sana relación con la pareja aligera mucho más la carga. Es importante reconocer los roles de cada uno, respetar los tiempos y los espacios.
La familia no es el problema, es la solución.