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La catedral tomista de la participación: Un análisis filosófico de la obra del Dr. Cipriano Sánchez García, L.C.



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El Mtro. Miguel Ángel González, académico de la Universidad Anáhuac México, realiza un análisis de este libro, considerando su importancia para corrientes del pensamiento actual.

Antes de empezar con este análisis, se realizará una introducción para mostrar la importancia del tema de la participación del ser, que es clave para entender varias de las diferencias que existen entre una metafísica realista, como la tomista, y algunas de las corrientes del pensamiento actual, por ejemplo, el feminismo o el protestantismo.  

Por la raíz nominalista de estas corrientes de pensamiento se hace imposible la concepción de la participación del ser, de ahí que caigan frecuentemente en un uso equivocista de sus términos. Este equivocismo es precisamente la causa de la multiplicidad sin límite en el uso de los términos y la variación de los significados de la jerga de las dos corrientes de pensamiento mencionadas. Así, por ejemplo, vemos a feministas y protestantes apelar a que no existe un feminismo o un protestantismo, sino varios feminismos y varios protestantismos.

Otro ejemplo de esto se ve claramente en la imposibilidad que el feminismo padece, al hacer de “mujer” un género, de definir unívocamente el término “mujer” o el término “género”. Y otro tanto pasa con el protestantismo, al que también le es imposible definir unívocamente los términos de “iglesia”, “cristianismo” o “sola scriptura”.

Que la multiplicación en el uso diverso de estos términos o la ambigüedad de su significación se debe a un equivocismo y no a una significación analógica, es decir, que el hecho de que haya muchos feminismos o muchos protestantismos y no un solo feminismo o un solo protestantismo no se debe a que las palabras “feminismo” o “protestantismo” signifiquen conceptos analógicos (cómo alguien podría querer defender contra la tesis que planteo), sino que, como he dicho, se debe al equivocismo, y se muestra porque no hay en ellos un principio de unidad intrínseca, cosa que sí hay en los conceptos analógicos.

En el caso del protestantismo, por ejemplo, no hay doctrina intrínseca única por la cual se pueda establecer una iglesia protestante, sino una unidad extrínseca y accidental por confrontación al catolicismo. En el caso del feminismo, no hay unidad intrínseca por significación unívoca al objeto de concepto mujer, sino por oposición al varón al que se describe como siendo un sujeto esencialmente opresor. Requieren ambos movimientos para subsistir y afirmar implícitamente lo que niegan explícitamente. El protestantismo busca negar el catolicismo, pero no puede existir sino por la existencia de este. El feminismo busca que la mujer no sea concebida por la determinación sexual, pero no puede existir sin suponer la significación de mujer como sexo o sin identificar al supuesto opresor por una determinación sexual.

Pero ¿a qué se debe que esto ocurra al feminismo y al protestantismo? A no otra cosa que a la incapacidad propia del nominalismo, que en ellos subyace, para entender las esencias. Al anular la realidad de la esencia, el nominalismo anula también la realidad de la participación, puesto que es imposible hablar de participación sin esencias, ya que estas juegan un rol primario para que la participación se dé.

Que el feminismo y el protestantismo son nominalistas, se ve también en que estas corrientes hacen de términos como el de “mujer” o el de “la palabra de Dios” nada más que etiquetas sin contenido semántico determinado o, si lo determinan, lo apartan de la causa de su determinación. Además, hay que advertir que el feminismo nace como un movimiento con un carácter antiesencialista, que es precisamente el carácter distintivo del nominalismo, mientras que el protestantismo nace de Lutero, quien fue un confesado nominalista.

Para el nominalista no hay analogía porque no hay participación, y no hay participación porque las esencias no son realidades. De ahí que el protestante no entienda por “palabra de Dios”, sino la palabra escrita, pero nunca la palabra pensada. En efecto, para él es inconcebible que la palabra de Dios esté participada tanto en la mente de quienes conforman la tradición, como en el signo escrito de la Biblia que la significa. De ahí también que los feministas no sean capaces de ver la participación de lo que ellos llaman género en el sexo y terminen por independizarlo de este último.

En resumen, tanto el feminismo como el protestantismo no pueden realizar una reductio ad unum, porque al ser nominalistas destruyen la participación del ser al anular las esencias mediante el rechazo de los universales por los cuales se las concibe. Cosa contraria ocurre en el tomismo, pues este sí puede operar la reductio ad unum, sí acepta la realidad de las esencias y sí concibe y explica la participación.

Como se ve por esta introducción, la importancia del tema de la participación es central, pues su rechazo directo o indirecto está en la médula de los errores del pensamiento contemporáneo, por lo que debería ocuparnos algunas reflexiones serias. Haciendo honor al título del libro en cuestión, la teoría tomista de la participación es la catedral en donde podemos encontrar el refugio y la protección contra el clima de pensamientos antimetafísicos contemporáneos contaminados de nominalismo y, por tanto, de carácter anticristiano.

A continuación, se expone el contenido del libro del Dr. Cipriano Sánchez, L.C., que consta de una presentación, una introducción, tres capítulos y una conclusión. 

En la presentación, advierte que “la participación se nos presenta como una clave de pensamiento que otorgando a cada uno de los seres su propio estatuto, los vincula en su cualidad central” . También señala que su libro se origina en una tesis doctoral y que es un modesto retrato de Tomás de Aquino, quien levanta una catedral en su reflexión sobre la participación y “genera un dinamismo que al tiempo que sustenta una dependencia radical, defiende una distinción irreductible” .

En la introducción, el autor nos recuerda que el pensamiento de Aquino es una síntesis de elementos aristotélicos y platónicos, y afirma que la postura realista de Aquino “permite responder a las objeciones contemporáneas que intentan nulificar lo real a través de la fragmentación de la realidad” , por ello intenta retejer la visión de Tomás acerca de la participación. Dicha visión la expone en tres momentos, a los cuales corresponden los tres capítulos de su libro: 1) la consideración de la participación en la estructura de los entes; 2) el análisis las implicaciones del dinamismo de la causalidad en la participación predicamental y la participación trascendental; y 3) el análisis de los modos de participación.

En el primer capítulo, dedicado a la modalidad de la participación metafísica constitutiva estática, expone tres ámbitos en los que se da esta modalidad, a saber, entre los principios que constituyen el ente, considerado estáticamente, los cuales pueden ser la materia-forma (para el caso de los entes que han necesariamente de existir físicamente), o la substancia y sus accidentes (principios que no son reducidos exclusivamente para los entes físicos).

Según interpretamos el texto del Dr. Cipriano, la creatura es ser por participación en dos tipos de órdenes:  el trascendental (que se establece en la relación de dependencia del ente por participación respecto del ser por esencia) y el predicamental (que se establece respecto al modo de ser o al modo de poseer cierta formalidad).

En el orden de la participación trascendental el ente, como efecto de la creación, aparece necesariamente como un compuesto de esencia y acto de ser o de naturaleza y subsistencia, puesto que es distinto lo que es del hecho de que sea. Esto implica que el ente participa por semejanza o asimilación en la esencia divina.

En el orden de la participación predicamental, que a su vez presupone la participación trascendental, si el ente es físico, su composición se manifiesta también entre su materia y su forma, pues su materia está determina por un principio distinto a ella misma, lo que es evidente en tanto que puede ser determina de otras maneras o por el hecho de que no todas las cosas materiales son lo mismo. Además, el ente mantiene una composición de substancia y accidentes, aun si el ente no es necesariamente físico. A esto debe agregarse que las perfecciones concretas de un determinado ente son modos y grados de perfección que participan de los géneros y las especies.

Esta composición de principios del ente puede ser interpretada bajo el binomio de acto-potencia, por cuanto que la esencia se comporta como potencia respecto del ser, el cual se comporta como acto. Lo mismo vale decir para la materia que es potencia respecto a la forma que la actualiza, o que la substancia es potencia respecto de los accidentes que la actualizan, o bien que es acto en cuanto da el ser a los accidentes que como potencias lo reciben de la substancia.

Pero la participación no solo ocurre de manera estática, en cuanto a la constitución del ser del ente, sino también de manera dinámica a través de la causalidad, la cual puede ser trascendental o predicamental.

A la participación por causalidad, dedica el Dr.  Cipriano el segundo capítulo del libro. En este capítulo se expresa que “la causalidad y la participación están correlacionadas” . Esto es así, efectivamente, pues no puede haber participación sin causalidad. Ahora bien, hay varios modos de causar. El principal es la creación, puesto que es dar el ser a lo que no era. Es esta la causalidad trascendental. La causa que da el ser a lo que hasta antes no existía es el esse per esentiam o esse subsistens. El ser que se constituye como siendo un efecto su propio ser es la creatura, ens per participationem. Puesto que la creatura es el efecto y el creador la causa, hay una dependencia ontológica absoluta de, y a la vez que una distancia entre la creatura respecto del creador. 

Expresa el autor: “Cada ser es lo debido a los elementos de su definición propia, pero cualquiera sea su realidad por participación, cada ser que existe posee, además de su esencia, también el esse, pero no lo posee por sí mismo, sino por participación”.

Es debido a esta radical diferencia entre el ser imparticipado o ser por esencia y el ente por participación, que los atributos significados por el concepto de ser o cualquiera de sus nociones convertibles, a saber, lo que son los trascendentales, también llamadas perfecciones puras, que estos atributos son propiamente esenciales al esse per essentiam, y solo dados por participación a todo otro ente. Y es que, efectivamente, cualquier otro ser distinto de Dios es una procedencia causada, no emanada, del ser primero. De ahí que también en la predicación de dichas perfecciones, de las perfecciones puras, haya una distinción, pues dicha predicación no puede ser unívoca, sino analógica.

De otra parte, ciertos nombres, aquellos que no expresan perfecciones puras sino perfecciones esencialmente limitadas, implican imperfección y, por tanto, solo pueden ser predicadas de Dios metafóricamente, pero no en sentido propio. “El modo del esse y de las perfecciones en las mismas creaturas”, dice el Dr. Cipriano Sánchez, “es la participación” .

El último capítulo está dedicado a los modos de participación. Antes de pasar a estos, el autor establece que, en el tomismo, la analogía es un elemento central para la concepción de la participación y señala, además, que: 
El principio de reductio ad unum constituye el método propio de la metafísica dado que incluye la exposición analítica (formas y modos de ser predicamental), incluye la síntesis conclusiva (el ser por participación y el ser por esencia). El principio ad unum constituye el eje rector que coordina el principio aristotélico de la emergencia del acto, y a la vez, el principio platónico de la participación, conformando de este modo la doctrina de la analogía tomista.

Como vemos, el tomismo logra una síntesis armónica entre elementos platónicos y aristotélicos de gran relevancia.

Después, explica los modos de participación. Estos son: la participación por composición, la participación por semejanza y la participación por asimilación.

La primera se refiere a que la creatura es un ente compuesto, con composición trascendental, por esencia (essentia; quod est) y acto de ser (esse), a la vez que también es un compuesto, con composición predicamental, ya de substancia y accidentes, ya también, de ser el caso, de materia y forma.

La segunda, de origen platónico, se refiere relación entre la forma ideal y la forma de las cosas. El ente, en cuanto participado, es una semejanza de Dios, puesto que posee alguna perfección.

La tercera se refiere a la asimilación del ser infinito en la creatura, tanto como lo permite su esencia, y por la cual el fin de la obra (la creatura) está subordinado al fin del operante (el creador).

Por último, cierra con una breve conclusión en la que se destacan los tres niveles de la participación del ser humano respecto de Dios: en cuanto creatura con una naturaleza ordenada a un fin; en cuanto racional; y en cuanto ser volitivo.

Este libro, editado por la Universidad Anáhuac en 2020, es breve en cuanto al número de páginas, pero muy denso sobre su contenido filosófico, por lo que, a pesar de la importancia del tema, su comprensión requiere cierta formación en filosofía y, lo que es más difícil de encontrar, que la mente del lector tenga afinidad y gusto por la metafísica.

 

Referencia:

• Sánchez García, Cipriano, La catedral tomista de la participación, Huixquilucan, Estado de México: Universidad Anáhuac, 2020


Más información:
Mtro. Miguel Ángel González Iturbe
miguel.gonzalezi@anahuac.mx
Dirección Académica de Formación Integral