Benotto: El origen de los orígenes
Un artículo sobre el nacimiento de Benotto, esta empresa mundialmente famosa por la calidad de sus bicicletas y la forma de emprender con éxito.
El Centro de Emprendimiento Universitario (CEU) de la Universidad Anáhuac México nos comparte un texto sobre Benotto, una empresa líder en el sector de las bicicletas en el mundo y ejemplo de emprendimiento.
Benotto: El origen de los orígenes
Giacinto Benotto fue un hombre emprendedor, antes de que el emprendimiento fuera tendencia, a principios del siglo pasado creó lo que hoy es una de las bicicletas más sólidas del mundo. Aquí su historia.
En la familia Benotto han sido muchos los emprendedores, pero el más destacado, exitoso y quien dio origen a todo fue Giacinto Benotto quien, a los 23 años, en 1930, decidió empezar un taller de bicicletas en Turín, Italia.
Giacinto fue el segundo de una familia de ocho hermanos, hijo de campesinos cultivadores de uva, como sucedía comúnmente en esa época, tuvo que dejar la escuela en la primaria para ayudar a sus padres en las labores del campo.
Apasionado por el ciclismo desde pequeño, cuando tenía 11 años, su mamá, con mucho sacrificio, le regaló una bicicleta que compró por 100 liras y a los pocos años empezó a participar en competencias amateur.
Giacinto era alto y robusto, lo que lo hacía un excelente fondista, pero no muy buen escalador y ganó muchas carreras como amateur. A los 20 años, participó en su primera competencia profesional, la Criterium D’Appertura, en Giacint, Milán.
La temprana muerte de sus padres coincidió con su decisión de dejar el ciclismo y abrir un taller de bicicletas en 1930, ubicado en Via Santorre di Santarosa, en Turín. Era un local pequeño donde pagaba 40 liras de renta. Giacinto y su hermano Cesare, un técnico nato cinco años menor, eran los únicos empleados. Trabajaban de siete de la mañana a 10 de la noche con mucha disciplina y determinación.
Al poco tiempo, Cesare inventó el freno para la llanta delantera, una innovación muy importante en la industria de bicicletas que fue inmediatamente aplicada por los fabricantes en el mundo. En ese primer local empezaron a producir algunas piezas como manubrios de aluminio y postes de asiento.
La dupla entre Giacinto –un comerciante hábil, con una personalidad avasalladora y una visión de negocios sin límites– y Cesare –un excelente mecánico– permitió que el negocio creciera velozmente. Cada vez eran más los clientes, así que en 1931 se mudaron a un local más grande, a 100 metros, con la intención clara de fabricar bicicletas. Hecho que marcó el inicio formal del proyecto por el que Giacinto trabajaría sin descanso el resto de su vida.
Para 1948, tenía mil obreros, varias tiendas en las principales ciudades y una marca reconocida en toda Italia. Y a partir de 1944 empezó a patrocinar corredores profesionales y amateurs, logrando una presencia destacada en las principales competiciones europeas.
Posteriormente, la crisis económica de la posguerra sembró el hambre y la pobreza en el país, llevando a miles de industriales italianos a cerrar sus empresas, mudarlas fuera de Europa o a la quiebra definitiva.
Giacinto Benotto tenía clientes en Latinoamérica y empezó a interesarse por México, por lo que decidió liquidar su empresa y probar en el nuevo mundo. Como diría en una entrevista que le hicieron con motivo de los 50 años de la marca: “México era el país donde yo cabía, porque a mí me gustan las cosas en grande y México es grande”.
Los segundos inicios de Benotto
En agosto de 1952 Giacinto Benotto llegó a México, y con él, el inicio de la industria de la bicicleta en el país. Tenía 45 años, pero mantenía el mismo entusiasmo y deseo de 1930 de hacer algo importante, dispuesto a empezar de nuevo, pero con la seguridad que da la experiencia adquirida. Logró traer algunos técnicos y maquinaria italiana; disponía de muy poco dinero, pero de infinitas ganas.
Para entonces ya estaba casado con Lea Cortese, una mujer encantadora, fuerte y decidida, quien fue su apoyo incondicional en la empresa y en la familia, pilar de la educación de sus dos hijas Teresa y Bettina, nacidas en Italia, pero criadas desde pequeñas en México.
La historia se repitió, la empresa creció muy rápidamente. Desde México empezó a exportar a Centro y Sudamérica, Estados Unidos y Europa. En cuanto el flujo de caja se lo permitió, Giacinto retomó la participación de la marca en el ciclismo mundial y particularmente dentro del país apoyando a ciclistas como Raúl Alcalá, los hermanos Youshimatz, entre otros. Entendía perfectamente el poder de la publicidad y utilizaba el ciclismo como parte fundamental de su estrategia publicitaria.
A Giacinto le obsesionaba el contacto con el cliente, por eso, tanto en Italia como en México, fue siempre la prioridad en las tiendas Benotto; a él le debemos la zona de la Merced en el centro de la Ciudad de México, donde en dos o tres cuadras hay más de 40 tiendas de bicicletas donde 10 son Benotto, y otras tantas venden sus productos.
La sucesión
La empresa era Giacinto, y Giacinto era la empresa, aunque con una buena plantilla de colaboradores poco se hacía sin su intervención. Seguía trabajando de sol a sol, no tenía escritorio y mucho menos oficina. Iba de la silla de visitantes del gerente de compras –donde había cerrado una negociación telefónica con un proveedor en India– a la silla de visitantes del gerente de ventas de refacciones, donde lo esperaba un cliente acostumbrado a que el señor Benotto le diera los precios, personalmente y de memoria, para después pasar por compras nacionales a ver cómo iba la adquisición del nuevo camión y correr a embarques para asegurarse de que el contenedor que iba para Bélgica llevara la manta Benotto y aprovechara el recorrido hacia Veracruz con publicidad.
Más tarde se dirigía al armado para ver cómo iban las bicicletas que estaban ensamblando para Colombia, al regresar a oficinas lo esperaba un corredor, conversaban algo y se llevaba la mano al bolsillo, discretamente sacaba un billete, lo ponía en la mano del corredor, le cerraba el puño y le decía: “Muchacho, cuídate”.
Con planes para los próximos 10 años y todavía activo, en sus 40 kilómetros dominicales en bicicleta, lo sorprendió un cáncer en la garganta y murió en tan solo cinco meses el 29 de mayo de 1990, a los 83 años.
Giacinto había planificado con tiempo su sucesión. Había conseguido un socio con gran capacidad de dirección y amplios conocimientos en el área administrativa y fiscal, sabía que por las venas de su familia fluía su misma pasión por la marca Benotto: Lea, su inseparable esposa, Bettina y Teresa, sus hijas, estaban suficientemente capacitadas para continuar con la labor comercial y llevar la empresa por el camino correcto. Confió a su esposa la propiedad accionaria quien, llegado el momento, haría los movimientos necesarios para transferirla a sus hijas con el fin de fortalecer el gobierno corporativo y asegurar la continuidad de Bicicletas Benotto, empresa que después de 86 años de su fundación se sigue sustentando en el legado de Don Antonio Giacinto Benotto Sachetto.
A las carreras
En 1946, el equipo Benotto conquistó su primer campeonato mundial, al obtener el primer lugar por equipos en el Giro D’Italia, y el tercer lugar individual en los pedales del gran Vito Ortelli, quien vistió la Maglia Rosa durante seis etapas, subiendo finalmente al podio, junto con Gino Bartali y Fausto Coppi.
Otros logros destacados fueron el récord de la hora, alcanzado por Ole Ritter en 1968, que inspiró la película The impossible hour, y el campeonato mundial de ruta por Francesco Moser, en 1977, en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, de donde se inspira uno de los modelos más famosos de la marca: el águila del Táchira.
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