Por la Doctora Emma Paucar Cáceres
Biológicamente, se puede definir el envejecimiento como “la disminución progresiva y generalizada de la función del organismo, con un estado de menor adaptación al cambio y con una disminuida capacidad para restaurar la homeostasis”[1]. Entendiendo por homeostasis ese equilibrio dinámico de la composición del medio interno que se encuentra dentro de unos rangos adecuados, para que todas las células y los tejidos de nuestro organismo funcionen de manera óptima, entonces si el mantenimiento de la homeostasis es la base de la salud, al envejecer tendremos peor salud y mayor riesgo de morbilidad y mortalidad, lo cual no quiere decir que el envejecimiento sea una enfermedad, es un proceso biológico natural, pero, por sus características, las personas tienden a desarrollar una peor salud al avanzar la edad[2].
A propósito del Día Internacional de las Personas de Edad, designado por la ONU desde 1990, que se celebra el 1 de octubre, el INEGI determinó que, de acuerdo con las proyecciones que estima el Consejo Nacional de Población (CONAPO), en 2017 habitaban en México casi 13 millones de personas de 60 y más años.
Podemos afirmar entonces que nuestra sociedad se enfrenta a un gran problema, que es el envejecimiento progresivo de la población, esto conlleva a que se tengan que implementar programas especiales que demandarán un presupuesto económico que cada vez será más alto.
La problemática de salud y bienestar en los adultos mayores quizá sea uno de los puntos más importantes, de allí que en los últimos años se estén haciendo numerosas investigaciones en este campo, la mayoría en modelos animales, principalmente roedores, algunos en primates y unos pocos en seres humanos con limitada intervención por razones bioéticas[4].
Hasta la fecha se desconoce el mecanismo exacto por el cual envejecemos, se cree que es multifactorial. En los últimos años ha habido un incremento considerable de publicaciones sobre hábitos saludables y sus posibles efectos beneficiosos en la salud y la longevidad. Los más estudiados en relación con el envejecimiento han sido los efectos de la práctica regular de ejercicio físico, dieta con restricción calórica, estimulación cognitiva, hormonas antienvejecimiento, mimetizadores de restricción calórica[4-5].
Hablaremos sobre los dos primeros, que son los que implican cambios de estilo de vida, algo que cualquiera de nosotros podemos modificar y que está al alcance de una persona motivada y con fuerza de voluntad para realizarlos.
Restricción calórica en la dieta
Se entiende como restricción calórica a aquella alimentación que induce subnutrición sin llegar a malnutrición; es decir, una ingesta balanceada de menor cantidad de alimentos sin alterar las proporciones y porcentajes de cada tipo de alimento dentro de una dieta saludable[4]. Esta reducción en humanos estaría alrededor de 15% menos de calorías por día [6], que se le resta a la cantidad de calorías ideales que requiere una persona de acuerdo con su sexo y edad.
Pero, ¿cuáles son los efectos benéficos de la restricción calórica? Las doctoras A.M. Orozco, T. López y L. Martínez, del Servicio de Geriatría del Centro Médico ABC de la Ciudad de México, en su artículo “Estrategias para un envejecimiento exitoso” mencionan, entre otros, los siguientes puntos[5]:
- Mejora la eficiencia del metabolismo de los lípidos, evita que la grasa se acumule en otros órganos, como corazón, hígado, etcétera.
- Disminuye el peso corporal y el volumen del tejido adiposo, por lo que disminuye la obesidad.
- Aumenta la sensibilidad a la insulina, hormona principal para que la glucosa pase a los tejidos y no se acumule en el torrente sanguíneo.
- Inhibe la inflamación, reduce el daño oxidativo por radicales libres y disminuye la apoptosis (muerte celular programada).
- Retrasa el envejecimiento cerebral y el declive cognitivo.
- Incrementa la expresión de las neurotrofinas para renovar el número de neuronas.
- Disminuye la acumulación de una sustancia llamada beta-amiloide que es la responsable del deterioro del cerebro en los pacientes con Alzheimer.
Otro aspecto notable de la restricción calórica es su efecto a nivel cerebral, donde incrementa la expresión de sustancias llamadas “neurotrofinas”[4], estas son proteínas que pertenecen a una familia de factores de crecimiento que favorecen la supervivencia de las neuronas; asimismo, inducen a la diferenciación de células progenitoras para formar nuevas neuronas.
Ejercicio físico
En los estudios de Blair et al. y Mancera et al. se demuestra la relación irrefutable entre el aumento de la actividad física y la reducción de hasta 35% en el riesgo relativo de muerte[5]. Desde los años 80, innumerables estudios demuestran que el ejercicio fortalece nuestro sistema inmunológico, ayuda a prevenir las enfermedades cardiacas, como la enfermedad coronaria, la obesidad y la diabetes tipo 2.
A continuación, se mencionan los beneficios de la actividad física relacionados con vivir más tiempo y con mejor salud:
- Mayor fuerza y energía muscular, evitando la sarcopenia, que es la pérdida degenerativa de masa muscular al envejecer.
- Mejora la función del corazón y vasos sanguíneos.
- Disminuye la presión arterial, efecto favorable en los hipertensos y en los que no lo son.
- Mejora la resistencia a la insulina, con lo que se controlan los niveles de glucosa en sangre, beneficio en los diabéticos y en los no diabéticos.
- Incrementa el gasto energético, por lo tanto, disminuye el peso corporal y esto previene la obesidad.
- Propicia la salida de sustancias neuronales, como las beta-endorfinas y serotonina, que provocan sensaciones placenteras y de bienestar.
Influye positivamente en la neurogénesis, proceso por el cual se renuevan las neuronas, sobre todo en una zona del cerebro llamada hipocampo, donde se encuentran centros del aprendizaje y memoria.
En mayo de 2016, la Organización Mundial para la Salud publicó el documento Estrategia y plan de acción mundiales sobre el envejecimiento y la salud, 2016-2020.
La expectativa ideal de la nueva estrategia es que todas las personas puedan vivir una vida prolongada y sana; con capacidad funcional durante todo el ciclo de vida y en igualdad de derechos y oportunidades para las personas mayores. De manera muy general esta nueva visión está basada en los siguientes objetivos estratégicos[7]:
- Compromiso para adoptar medidas sobre el envejecimiento saludable en cada país.
- Creación de entornos adaptados a las personas mayores.
- Armonización de los sistemas de salud con las necesidades de las personas mayores.
- Fomento de sistemas sostenibles y equitativos para ofrecer atención a largo plazo (domiciliaria, comunitaria e institucional).
- Mejora de los sistemas de medición, seguimiento e investigación en materia de envejecimiento saludable.
Las medidas y lineamientos de gobiernos y organizaciones están ahí, si son sólo letra escrita no sirven de nada, depende de cada persona, de cada ser humano que de verdad quiera disfrutar los años de vejez, donde muchas de las responsabilidades quedaron atrás, como dice el doctor Rojas, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York y presidente del Sistema de Salud y Hospitales Públicos de Nueva York, “aprender a envejecer saludablemente es posible". Sabemos que el “elixir de la juventud no existe”, pero hacer más lento el proceso de envejecimiento, conservando una esperanza de vida saludable, es posible”. Se mencionaron dos estrategias: mantener una dieta baja en calorías e incrementar de forma regular la actividad física, dos medidas que no implican demanda económica, al alcance de todos, sólo hacen falta voluntad y decisión de llevarlas a cabo.