La Dra. María de los Ríos nos comparte un interesante artículo sobre el momento que vivimos ante la pandemia y la interrogante de vacunarse o no.
La Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de nuestra Universidad Anáhuac México, nos comparte un interesante artículo sobre el momento que vivimos y la disyuntiva que llega a existir sobre vacunarse o no vacunarse.
Vacunarse o no vacunarse: esa es la cuestión
El rostro del otro me interpela lo suficiente, que me exige una respuesta y un comportamiento ético frente a él. Sin un afán reduccionista esta frase resume uno de los aportes principales de la filosofía de Lévinas, sobreviviente de los campos de concentración Nazi e iniciador de una corriente de pensadores cuyo propósito es descubrir la posibilidad de hacer filosofía después del Holocausto.
Para Lévinas, como para muchos otros, el horror experimentado en esos lugares acalló cualquier palabra que se pudiera pronunciar porque el paso del silencio a la palabra otorga existencia y después del exterminio Nazi, cualquier existencia es negada. No obstante, para él, y algunos más, aún cabe la posibilidad de pensar, pero para ello, es necesario desmantelar cualquier razonamiento que imponga reglas a priori de comportamiento pues la vida nuda es la regla por excelencia de la que se desprende una obligación fenomenológica de actuar frente al otro, de no quedar indiferente frente a su rostro sufriente y dejarse interpelar por su dolor.
Así pues, hemos vivido casi un año entre el dolor y el sufrimiento de los otros que primero fueron extraños y ahora, cada día más, conocidos y hasta familiares. Su angustia y su soledad nos calan y nos estremecen; frente a ellos, no podemos quedar indiferentes.
Es por esto que, ahora que ya contamos con al menos dos vacunas probadas como seguras y eficaces en la prevención y agravamiento del COVID-19, y otras tres en proceso de ser aprobadas en México, cuestionar si ésta debe ser obligatoria o no o si hacen bien países como Brasil que impusieron la norma de vacunarse o como España que llevará un registro de quienes rechacen la vacuna con quién sabe qué fines posteriores, es una pregunta un tanto fuera de lugar.
Ante una crisis de las dimensiones que hemos vivido, que nos afecta a todos, frente a la que nadie es inmune, la objeción de conciencia para un mecanismo que puede ayudar a reducir la expansión del virus, los contagios y los índices de mortalidad es absurda y hasta desagradable.
Cuando el bien común es lo que está en juego, el bien individual debe someterse a éste pues las personas estamos insertas en algo mayor a nosotras mismas que se llama sociedad y no se trata de enfrascarnos en la arcaica discusión sobre si el bien individual debe prevalecer sobre el bien común o viceversa, pues en realidad este es un falso dilema porque en el momento en que se entiende que, velando por el bien común, dado que yo estoy inserto en éste (me guste o no), velo también por mi propio bien y que velando por mi propio bien lo hago también por el común, la aparente contradicción queda desmantelada.
Cierto que no se puede obligar ni forzar a nadie a vacunarse pues, al ser un procedimiento invasivo, requiere el consentimiento de la persona, pero también es cierto que rechazarla representa un acto no de desobediencia si no de criminalidad.
Quien objeta conciencia para ponerse una vacuna, incurre, primero, en un engaño, pues la primera sólo puede operar por temas religiosos o valores personales que no contradigan valores universales como la vida misma. Segundo, incurre en un acto criminal pues, dadas las millones de muertes de vidas humanas a lo largo de estos meses, es deber de todos prevenir que devengan más y si la vacuna puede evitar que esto ocurra, éticamente tenemos una obligación hacia nuestros semejantes y, por ende, hay obligación ética de ponérsela.
La obligatoriedad o no de la vacuna no es, por tanto, un asunto de política o de gobierno si no, al igual que la ética, es de carácter estrictamente personal pero dentro de éste se percibe que cada quien tiene una conciencia interna que detecta el valor ético cimentado en la natural sociabilidad humana y que, por ende, al detectarlo, queda absoluta e incondicionalmente ligado a ponerlo en práctica.
Apelemos pues, más a la conciencia ética que al ejercicio de la fuerza pública para salvarnos unos a otros. Que el horror de meses pasados, al igual que el atestiguado por Lévinas, nos conduzca a entender que es en el rostro sufriente del otro donde nace la verdadera razón para vacunarse, más allá de cualquier otra formulación metafísica o deontológica.
Si deseas saber más sobre los dilemas bioéticos en torno a las vacunas da clic aquí: https://www.anahuac.mx/mexico/EscuelasyFacultades/bioetica/food-for-the-brain-bioetalks
La Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte es Maestra en Bioética y Doctora en Filosofía, Técnico en Urgencias Médicas (TUM) por Iberomed A.C. y scholar research de la Cátedra UNESCO en Bioética y Derechos Humanos. Es además Miembro de la American Society for Bioethics and Humanities, del Colegio de Profesionistas posgraduados en Bioética de México, de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y Miembro de número de la Academia Mexicana para el Diálogo Ciencia-Fe.
Ha impartido clases en niveles de licenciatura y posgrado en diversas universidades y ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Bioética. Actualmente es profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.
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