Pasar al contenido principal

La crisis del petróleo



La crisis del petróleo 2020

A través del artículo La crisis del petróleo, el Mtro. Santiago Fernández Sordo, profesor de nuestra Facultad de Estudios Globales, aborda el tema del crudo.

Más información sobre el Covid-19

El Mtro. Santiago Fernández Sordo, profesor de la Facultad de Estudios Globales en nuestra Universidad Anáhuac México, comparte con la comunidad universitaria su más reciente artículo sobre la crisis del petróleo.


“La crisis del petróleo”

Este 2020 podría pasar a la historia como el peor año para la industria del petróleo. Tan solo entre enero y abril de este año, los precios internacionales del energético han caído más de 75%, lo que complica las operaciones y dificulta la rentabilidad de las empresas que sostienen la industria. Apenas esta semana, en los mercados financieros se llegó a cotizar el barril de petróleo en -$40 dólares, y se mantuvo por debajo de $0 durante varias horas, es decir, los vendedores pagaban a los compradores por llevarse los barriles.

Estos movimientos tan extremos en los precios responden esencialmente a tres fenómenos que se conjugan: el exceso de producción de crudo, que desde hace años inunda al mercado; el colapso de la demanda en meses recientes a medida que economías alrededor del mundo se cierran para contener la pandemia por COVID-19; y la falta de infraestructura de almacenamiento suficiente para guardar todo el petróleo que no está siendo consumido.

El exceso de producción de crudo no es algo nuevo. En 2014 y 2015 los precios internacionales del petróleo colapsaron de forma dramática (-45.55% y -30.53%, respectivamente) con el inicio de una guerra de precios entre Estados Unidos y Arabia Saudita. Los árabes, acostumbrados a dominar el mercado del petróleo como el principal productor a nivel global, debieron enfrentar una creciente competencia de productores estadounidenses que lograron exitosamente explotar yacimientos de crudo no convencional (el conocido shale oil) en el sur del país.

El incremento de la producción en EE.UU. entre 2010-2014 fue tan vertiginosa, que los árabes decidieron artificialmente reducir sus precios para no perder mercado. Desde entonces, la capacidad de producción a nivel global ha tendido a superar el crecimiento de la demanda; un fenómeno que, si se sostiene en el tiempo, suele producir precios más bajos. A finales de 2016, los árabes decidieron abandonar la estrategia de precios bajos y, junto a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que concentra cerca del 80% de la producción total de crudo a nivel global, decidieron voluntariamente reducir la producción para detener la caída de los precios. Llevamos ya más de 3 años con la OPEP recortando producción para estabilizar los precios con cierto éxito. En 2014 el petróleo llegó a cotizar en $107.95, cayó a $26.19 en 2015 y se estabilizó entre $40-$60 dólares por barril en los últimos 3 años. No obstante, la capacidad de producir rebasa por mucho la demanda existente.

La coyuntura actual ha empeorado el segundo factor relevante: la demanda de petróleo. Este año nos dirigimos a la peor recesión global desde la Gran Depresión de 1929. La pandemia por COVID-19 ha obligado a los gobiernos a cerrar economías completas. Las fábricas no producen o producen lo esencial, a la gente se le ha pedido no salir de casa, los eventos masivos han sido prohibidos y lugares donde se acumulan grandes grupos de personas han sido cerrados. Para contener la propagación del virus, se ha apagado la economía. Menor actividad económica implica menor demanda de petróleo. El petróleo cubre cerca del 60% de nuestras necesidades de energía a nivel global, impulsa a las industrias en el traslado de bienes alrededor del mundo, genera la electricidad para fábricas y negocios, mueve a las personas a sus trabajos y centros de entretenimiento. Con la economía parada, se estima que la demanda de crudo ha caído 30% en lo que va del año (30 millones de barriles diarios); es el primer año que se registrará una contracción de la demanda de crudo desde 2008, y la contracción podría borrar cerca de una década de crecimiento en la demanda.

Momentos extraordinarios provocan movimientos extraordinarios en los precios. El precio del petróleo ha reaccionado a esta circunstancia desde comienzos del 2020. A principios de año, el precio del barril oscilaba en los $61 dólares; hoy ha caído por debajo de los $15 dólares. Sin demanda por el energético y con un exceso de producción, los precios no tienen más que caer; y esta semana ha sucedido lo impensable: precios por debajo de $0. El fenómeno, como se explicará más adelante, fue algo meramente financiero que abrió los ojos de muchos ante la gran presión que existe sobre la industria petrolera.

A medida que la demanda se ha detenido, muchos barriles de petróleo se han quedado almacenados. Tan solo en Cushing, Oklahoma, el centro de almacenamiento y distribución de crudo más importante de EE.UU., se estima que la capacidad de almacenamiento disponible (75 millones de barriles) está por toparse, pues en febrero las instalaciones ya almacenaban 55 millones. Además, se cree que existen alrededor de 130 millones de barriles almacenados en barcos que navegan los mares a espera de encontrar alguien que los compre.

La Administración de Información Energética de EE.UU. proyecta que para mediados de año no habrá infraestructura disponible para guardar petróleo, pues será necesario absorber hasta 12 millones de barriles diarios en los próximos meses. Las mismas refinerías han dejado de comprar crudo y enfrentan sus propios problemas para almacenar productos refinados. En suma, los espacios de almacenamiento son escasos y, por ello, los costos de su utilización son mayores. En última instancia, hoy sale más caro extraer, almacenar y distribuir petróleo de lo que se puede obtener por su venta. Eso explica en buena medida los precios negativos en algunos mercados.

No obstante, la caída por debajo de $0 no fue un fenómeno generalizado ni persistente en el tiempo. El colapso del precio por debajo de $0 se dio solo por algunas horas y se centró en la cotización de la mezcla estadounidense (el West Texas Intermediate o WTI); otras mezclas, como el Brent (precio de referencia en Europa) o incluso la mezcla mexicana, no vieron movimientos similares. La razón de esto está en los mercados financieros, no en el mercado físico del energético.

Dado que muchos inversionistas consideraban que los precios del petróleo eran ya excesivamente bajos cuando alcanzaron los $30-20 dólares por barril, decidieron invertir en la compra de barriles a través de instrumentos financieros (contratos de futuros). El argumento para la compra de crudo se basaba en el valor intrínseco del energético, en la expectativa de que la OPEP recortaría aún más la producción (como eventualmente lo hizo) y en la expectativa de una pronta recuperación de la economía una vez controlado el COVID-19. Sin embargo, la situación rebasó sus expectativas iniciales. La contracción de la demanda y la acumulación de inventarios fue mayor a la esperada y, cuando llegó el vencimiento de los contratos y el momento de entrega de los barriles (20-21 de abril), estos inversionistas trataron de deshacerse a toda costa de ellos. Al no encontrar compradores y al reconocer que el proceso de almacenar el crudo que recibirían era demasiado caro, decidieron incluso pagar a cualquiera que se hiciera cargo de recibir los barriles estipulados en los contratos de futuros. De ahí los precios negativos.

La dramática caída vista el pasado lunes 20 de abril fue producto de un desorden financiero, de la venta acelerada de contratos de futuros de WTI. Si la situación de limitado almacenamiento prevalece en los próximos meses, episodios similares podrían aparecer en los siguientes vencimientos de contratos de futuros entregables en físico. El problema es que las expectativas de corto plazo para el petróleo no son halagüeñas y, mientras no inicie la recuperación económica, el exceso de producción y la necesidad de almacenamiento mantendrán los precios bajos. El fenómeno de precios cercanos o por debajo de cero solo se perpetuará si la demanda por petróleo desaparece por completo, algo poco probable en estos momentos. En el mediano y largo plazo, los precios del petróleo tenderán a recuperarse, especialmente si se logra reactivar la economía global hacia el próximo año o conforme se supere la emergencia sanitaria.

El futuro de la industria no está en juego, pero sí atraviesa por una crisis grave. Empresas que no sean capaces de sobrevivir en un entorno de precios bajos, tenderán a desaparecer; las empresas más grandes tenderán a consolidarse y eventualmente dominarán la industria. ¿Por cuánto tiempo podríamos ver precios bajos? Eso depende del tiempo que le tome a la economía recuperarse. También entrarán en juego otros factores, como posibles cambios en los hábitos de consumo de energía una vez superada la crisis, algo muy difícil de predecir.

Mientras tanto, los países más afectados serán aquellos que dependan fuertemente de los precios del petróleo. En el caso de México, la situación es ambivalente, con efectos positivos y negativos. Quien mayor riesgo corre es el gobierno. Los ingresos petroleros representan alrededor de 16% del total de ingresos del gobierno, lo que implica un golpe sensible a los ingresos del sector público. Esto puede complicar la posición financiera y fiscal del país. Petróleos Mexicanos (Pemex), además, es una empresa especialmente vulnerable a este entorno por su exceso de endeudamiento y baja rentabilidad; afrontará retos mayúsculos para seguir existiendo. Si el Gobierno Federal mantiene una estrategia de monopolio estatal en el sector de la energía y no diversifica sus ingresos, sufrirá las consecuencias. Por otro lado, hay algunos efectos positivos.

En el grueso de la economía mexicana se importa más petróleo y productos derivados de lo que se exporta, eso quiere decir que, para consumidores, importadores y para la recuperación de la economía en general, tras la crisis, los precios bajos no son tan mala noticia.


La Universidad cuenta con la Cátedra de Investigación British Petroleum (BP) – Anáhuac en Estudios Estratégicos, que fue fundada en 2012 con la necesidad de documentar y difundir temas en el renglón de la industria petrolera tanto a nivel nacional como internacional.

Nuestra Institución cuenta con el Programa de Cátedras de Investigación, resultado de la visión, compromiso y generosidad de empresarios, fundaciones y entidades gubernamentales interesadas en la transformación y construcción de un México cada vez más sólido. Para conocer cuántas tenemos y sus actividades, te invitamos a consultar la publicación de Alianzas Estratégicas y Vinculación Anáhuac 2020.

 

*El Mtro. Santiago Fernández Sordo es profesor de la Facultad de Estudios Globales de nuestra Universidad Anáhuac México y extitular de la Cátedra BP-Anáhuac en Estudios Estratégicos. Es Maestro en Historia Económica por la London School of Economics (LSE) y subdirector de Análisis Económico en Intercam Casa de Bolsa.

Más información sobre el Covid-19



Más información:
Facultad de Estudios Globales
Mtro. Santiago Fernández Sordo
santiago.fernandezs@anahuac.mx