La ciencia no sabe para quién ni para cuándo trabaja
Presentamos un texto que aborda cómo el avance de la ciencia se ha preparado para hacerle frente a las epidemias y evitar un mayor número de decesos.
El en marco del Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, que se conmemora cada 27 de diciembre, podemos preguntarnos realmente si podemos prepararnos para este tipo de fenómenos.
No hay una “bola mágica” que prediga una epidemia, así que lo que la humanidad ya sabía y tenía cuando las epidemias de gripe porcina H1N1 y de COVID-19 golpearon en 2009 y 2019, respectivamente, fue gracias a la ciencia del último siglo, ciega a lo que vendría.
Mucha gente considera que sustentar el desarrollo de proyectos que solo generan conocimiento es gastar el erario, público o privado, en procesos que no sirven. Pero ¿qué hubiera pasado en el mundo en 2009 y 2019 si en las décadas anteriores no se hubiera hecho investigación “inútil”? El fármaco que permitió parar la epidemia de 2009 (oseltamivir) fue desarrollado con base en el conocimiento de los mecanismos que otros virus de influenza usan para infectar y replicarse en las células que los hospedan. Así, cuando llegó la gripe porcina H1N1 por segunda vez, el mundo pudo parar la pandemia en algunas semanas.
La gente que se infectaba podía tomar Tamiflu en los primeros días u horas, y la dispersión del virus se detuvo. El número de muertos a nivel mundial ascendió a 280,000 aproximadamente, mientras que la gripe española, ocasionada por el mismo virus, mató a más de 20 millones de personas a principios del siglo pasado, alrededor de 1.5% de la población mundial en esa época.
Muy dramática fue la pandemia que nos azotó en 2019. No había una droga antiviral que impidiera la dispersión como en la de 2009, pero había tecnología para desarrollar una vacuna a velocidad récord. Aunque el COVID-19 mató a más de 15 millones de seres humanos, la población mundial era de 7,700 millones, es decir, solo mató a dos de cada mil personas. Ese desarrollo fue posible gracias a estudios “inútiles” realizados durante 70 o más años sobre del DNA y el código genético, que dieron lugar al desarrollo de la ingeniería genética, básica para la construcción de la mayoría de las vacunas que detuvieron la pandemia.
Los dos casos mencionados fueron precedidos de cientos de estudios epidemiológicos, de prácticas médicas y de enfermería, de pruebas diagnósticas y otros conocimientos que forman la gran y escondida parte del iceberg, desconocida para la mayoría del mundo, que solo ve la punta.
La ciencia básica genera el resto del piso que no está debajo de nuestros pies: no sabremos si tendremos que movernos hacia una parte aparentemente inútil que no era nuestro sostén. Una forma de ayudar a estar preparados para una epidemia es invertir en investigación científica, a pesar de que no sirva para nada concreto hoy.
Más información:
Dra. María Dolores Correa Beltrán
dolores.correa@anahuac.mx
Centro de Investigación en Ciencias de la Salud
Facultad de Ciencias de la Salud