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Celebramos el Día Internacional de la Democracia



Celebramos el Día Internacional de la Democracia

Realizamos un recorrido por la historia en el que se entiende el verdadero significado de la democracia y la importancia de esta en la sociedad.

En 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) declaró al 15 de septiembre como el Día Internacional de la Democracia con el objetivo de promover la participación ciudadana y la innovación democrática por medio del diálogo entre los sectores sociales, buscando la integración y participación de los tradicionalmente no hegemónicos, pero ¿qué es la democracia? y todavía más importante, ¿cuáles son los retos que enfrenta en México y el mundo?

Concebido como “un sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”, a través de mecanismos como el voto (directo o indirecto), deliberación pública o representación institucional, el término es uno cuya definición pocas veces encuentra un consenso general entre los encargados de su estudio. Lo que sí es posible señalar es que ha pasado por diversas transformaciones a lo largo de la historia.

Podemos hablar del inicio de la democracia directa en la Grecia clásica (siglo V a.C.), en donde solo los ciudadanos participaban en la toma de decisiones y únicamente ellos podían acceder a los cargos públicos. En nuestro tiempo esto sonaría redundante, pero en una sociedad estamental como la griega clásica, los ciudadanos tenían que cumplir ciertos requisitos tanto de nacimiento (los esclavos no formaban parte de ella), posición económica (solo los propietarios podían acceder a ella) y hasta sexual (las mujeres estaban excluidas).

No obstante, democracia no debe confundirse con la toma de decisiones por medio de voto, pues de lo contrario podríamos señalar que periodos como la Edad Media (476-1453) o el absolutismo monárquico europeo (siglos XVI-XVIII) fueron democráticos. En la primera, porque no dejaron de realizarse elecciones en la vida común, como pueden ser la elección de autoridades universitarias (cátedras de oposición), cabildos e incluso la elección del Papa de Roma se volvió por elección del colegio cardenalicio; en la segunda, porque incluso los reyes absolutos tenían un órgano político de representación general llamado Parlamento en Inglaterra, Cortes en España o Estados Generales en Francia. De hecho, algunos especialistas de la Revolución francesa señalan como el punto álgido del descontento político con el Rey Luis XVI cuando este se negó continuamente a convocar a los Estados Generales para discutir el tema de los impuestos.

Entonces, si el voto no determina que un Estado sea considerado democrático o no, ¿qué sí lo hace? Pues bien, la democracia tuvo que transformarse a lo largo del tiempo para darle paso a la democracia participativa que vivimos hoy en día, caracterizada no solo porque los ciudadanos (todos los que cumplen con los requisitos para serlo, independientemente de su origen, situación económica o sexo) eligen a sus representantes, pues “la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo” (artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos), sino porque también estos representantes están sujetos a la vigilancia de dicha soberanía por medio de presupuestos participativos, consultas populares, mecanismos de vigilancia como observatorios ciudadanos y de transparencia institucional que permiten que el voto universal, primer elemento de la democracia participativa, se ejerza por medio de la voluntad, ahora sí general (recordemos que en el modelo roussoniano estaban excluidas las mujeres y otros sectores sociales).

En México, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 representó no solo el fundamento de validez del sistema jurídico mexicano, sino también delineó la forma de participación política. El voto masculino universal fue una realidad bien temprana en nuestro país, pues al menos desde 1857 se contempló que todos los mexicanos que cumplieran los requisitos de ciudadanía podían votar y ser votados. Esto solo después de vencer al sistema democrático censitario (en el que solo votaban y eran votados los que tenían capacidad económica y de pago) del régimen centralista (1835-1846). En 1953 se modificó la Constitución de 1917 para que a este voto universal ingresarán también las mujeres.

A diferencia de otros países de la región, en el siglo XX México no vivió una dictadura militar, el nuestro fue un régimen autoritario, pero no dictatorial, mucho menos totalitario. Se trató de un “sistema de partido hegemónico”, como le denominó el politólogo Giovanni Sartori (1924-2017). Dicho sistema transitó, debido a diversos impulsos sociales ocurridos en la segunda mitad del siglo XX, a un sistema plural de partidos; de un sistema de elecciones hegemónico de un solo partido, a uno con elecciones altamente competidas. Reformas que podemos datar primero en 1977 y la segunda entre 1994-1997. Desde entonces, y por medio de diversas reformas ocurridas en 2007 (para garantizar la equidad en las contiendas electorales), 2012-2013 (para incluir la candidatura independiente como forma de acceso a cargos públicos), 2014 (que dio paso a la autoridad nacional electoral representada por el Instituto Nacional Electoral - INE), 2020 (para prevenir, sancionar y erradicar la violencia política contra las mujeres), se configuraron los dos elementos distintivos de la democracia mexicana: “Un sistema plural de partidos representativo de las diversas corrientes políticas presentes en todo el país y un sistema electoral capaz de ofrecer garantías de imparcialidad y equidad a los contendientes y a los ciudadanos”. (Woldenberg, 2018, p. 15)

¿De aquí, para dónde? Existen diversos desafíos que el sistema democrático debe tener presente, me gusta hablar siempre de dos tipos de ellos. Los propios del cambio de los tiempos: desinformación y manipulación digital, intervención de actores no estatales ni físicos (plataformas digitales, algoritmos en redes sociales -como el caso de Facebook-), democracia digital, uso de tecnologías para ampliar la participación política, así como también para desinformar y manipular el voto. Por otro lado, están los males de siempre, aquellos que terminan convirtiendo a la democracia en una demagogia, los totalitarismos basados en el consenso popular que les permite a un sector de políticos denominarse los auténticos representantes del pueblo y que, en su nombre, modifican las estructuras en pro de su proyecto político, ya de derecha ya de izquierda, con el fin de lograr su permanencia en el poder. A esto se enfrentan instituciones básicas de la vida democrática tradicional, como los poderes judiciales, tan solo véase el mexicano que en 2024 se transformó para “democratizarlo”. Es pronto para hablar de sus resultados, pero a partir del 1 de septiembre de 2025 entraron en funciones las nuevas autoridades jurisdiccionales, ahora electas por voto popular directo.

Quizá la mayor reflexión para este día consiste en la capacidad de convertirnos en “ciudadanos inesperados”, esos que participan activamente no solo en la designación de sus autoridades, sino en el cumplimiento de la función que la soberanía popular les ha otorgado, así como en la promoción de los valores democráticos que la propia ONU a través de su Fondo para la Democracia fomenta: el empoderamiento de la sociedad civil, la participación inclusiva y el fortalecimiento de las instituciones que defienden los derechos humanos y el estado de derecho. Eso es la democracia.

*Colaboración del Dr. Carlos de Jesús Becerril Hernández, profesor - investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac México y miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) Nivel 2.

 
Referencias:

• Acevedo Rodrigo, A. López Caballero, P. (coords.) (2012). Ciudadanos inesperados. Espacios de formación del a ciudadanía de ayer y hoy. El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos; Instituto Politécnico Nacional, Centro de Investigación y de Estudios Avanzados. 
Día Internacional de la Democracia, Naciones Unidas. Disponible en: https://www.un.org/es/observances/democracy-day 
• Langston, J. (2019). De la hegemonía a la ignominia. El PRI de México. Centro de Investigación y Docencia Económicas. 
• Woldenberg, J. (2018). Historia mínima de la transición democrática en México (Tercera reimpresión). El Colegio de México. 


Más información:
Dr. Carlos de Jesús Becerril Hernández
carlos.becerrilh@anahuac.mx
Facultad de Derecho