Donación de órganos: Hacia una cultura de la vida
La Dra. María Elizabeth de los Rios comparte un interesante texto sobre la donación de órganos, tema que se ha agudizado con la pandemia.
La Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de nuestra Universidad Anáhuac México, nos comparte un interesante artículo sobre la donación de órganos y una cultura de la vida.
Donación de órganos: Hacia una cultura de la vida
Uno de los grandes avances en materia curativa para el COVID-19 han sido los tratamientos con el plasma de los pacientes recuperados que ayudan a generar los anticuerpos para hacerle frente al virus en una persona infectada. Este tratamiento, aunque prometedor, resulta difícil no por los aspectos técnicos, sino por una escasa cultura de la donación de órganos en nuestro país.
El Centro Nacional de Trasplantes reporta que, si bien la cultura de la donación de órganos ha mejorado en los últimos años, aún existe una gran demanda de órganos, células y/o tejidos que asciende a las 21,500 personas en lista de espera, de las cuales el 67% están en espera de un riñón, el órgano con mayor demanda y al que le siguen las córneas, con aproximadamente 7,200 personas en espera.
Donación de órganos
¿Cómo fortalecer una cultura de la donación de órganos? Algunas ideas pueden apoyar la reflexión:
1.- La donación de órganos es un tema que debe ser abordado previamente con la familia por quien desea hacerlo. Esto quiere decir que, el momento de vulnerabilidad en que una persona y su familia se hallan con emociones encontradas debido a una muerte que se prevé muy próxima, no es buen tiempo para pensar en donar ya que la razón se obnubila y solo puede pensar en la recuperación o en el dolor de la ausencia del ser querido.
La decisión, además de ser tomada de forma previa, debe compartirse con la familia ya que al momento de fallecer, si hay posibilidad de donar órganos, será esta la que deba otorgar su consentimiento para proceder a la extracción de los mismos. De no contarse con la autorización familiar, no se puede proceder y, desafortunadamente, en no pocas ocasiones los órganos se pierden.
Hablar, por ende, de este tema cuando ni la vida de uno ni la de los seres queridos están en juego es el mejor escenario para favorecer la donación.
2.- Hay que considerar que los trasplantes pueden ser realizados de pacientes vivos a otros pacientes vivos o bien de pacientes fallecidos a pacientes vivos. En el primer caso solo se pueden donar los órganos pares que no pongan en peligro la vida o funcionalidad del donante (riñones, por ejemplo). En el segundo caso, solo se puede proceder si se ha decretado el fallecimiento del paciente, bien sea por criterios de paro cardiorrespiratorio o por muerte. Jamás se deberá coercionar a la familia para que dé su consentimiento antes de ser declarado fallecido el paciente, ya que se pudieran presentar conflictos de interés; sin embargo, se puede crear una conversación previa entre la misma familia, como dijimos anteriormente.
3.- Muy importante es resaltar la idea de que todo trasplante deberá ser altruista y voluntario. Lo anterior deja fuera la posibilidad de comerciar con los órganos o de que el donante dé su consentimiento siendo coercionado o manipulado por otra persona. El acto de donación es un acto completamente libre y que no debe desvirtuarse por necesidades urgentes o por condicionamientos económicos y/o profesionales.
4.- Existen muchos tabúes que hacen desistir a las personas de donar sus órganos, entre ellos, que al momento de entregar el cadáver este quedará destazado como si hubiera sido sometido a un acto de carnicería eufórica. Esto no es cierto, ya que los órganos se extraen con incisiones limpias que después se suturan y ningún miembro del cuerpo se mutila en el proceso. Los rituales funerarios propios de cada familia pueden realizarse de la misma forma que si no se hubieran donado los órganos del finado. No hay razón para desistir imaginando posibles deformaciones del cuerpo a causa de la extracción de los órganos.
5.- La trascendencia de una donación puede ser exponencial, es decir, la vida que se puede dar a partir de una persona fallecida que decide donar sus órganos podría favorecer hasta a diez personas, considerando viables todos sus órganos (pulmones, riñones, intestino, válvulas cardíacas, córneas, huesos, tejidos, etc.).
6.- La posibilidad de que una muerte pueda traer vida para alguien más es, en sí misma, bella y loable. Mediante la donación de órganos no solo se salvan vidas, sino que se recuperan funciones que hacen posible que las personas se reinserten a su vida y a su familia, además de disfrutar de estándares muy altos de calidad de vida. La donación de sangre permite la extracción del plasma que está teniendo efectos positivos en la recuperación de pacientes infectados por COVID-19.
Así, desde la simplicidad de una donación de sangre hasta la complejidad de una donación de un órgano, cuidarnos unos a otros es un deber que protege y alienta una cultura de la vida y de la solidaridad.
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La Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte es Maestra en Bioética y Doctora en Filosofía, Técnico en Urgencias Médicas (TUM) por Iberomed A.C. y scholar research de la Cátedra UNESCO en Bioética y Derechos Humanos. Es además miembro de la American Society for Bioethics and Humanities, del Colegio de Profesionistas posgraduados en Bioética de México, de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y miembro de número de la Academia Mexicana para el Diálogo Ciencia-Fe.
Ha impartido clases en niveles licenciatura y posgrado en diversas universidades y ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Bioética. Actualmente es profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac.
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Facultad de Bioética
Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte
elizabeth.delosrios@anahuac.mx