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16 de septiembre: Aniversario de la Independencia de México



16 de septiembre: Aniversario de la Independencia de México

Presentamos un artículo del Dr. Carlos de Jesús Becerril, en el que realiza un recorrido histórico por esta importante etapa del país que en 1821 declaraba a la nación mexicana “libre e independiente de la antigua España”.

En la madrugada del 16 de septiembre de 1810, el sacerdote novohispano Miguel Hidalgo y Costilla mandó a repicar las campanas de su parroquia, ubicada en el pueblo de Dolores, en la Intendencia de Guanajuato. Una vez reunidos sus feligreses, los incitó a iniciar una lucha en nombre de “nuestra madre Santísima de Guadalupe” y en contra “del mal gobierno”. A este acto se le conoce como “el grito de Dolores”.

Cada 15 de septiembre los mexicanos celebran este acontecimiento reuniéndose en las plazas públicas de sus municipios, capitales estatales o en la Ciudad de México, esperando que el presidente municipal, el gobernador o el presidente de la república salga a dar “el grito”. De acuerdo con el protocolo, el encargado de darlo toca una campana, emulando al padre Hidalgo, y repite lo siguiente:

“¡Mexicanos!
¡Vivan los héroes que nos dieron patria!
¡Viva Hidalgo!
¡Viva Morelos!
¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!
¡Viva Allende!
¡Viva Aldama!
¡Viva la independencia nacional!
¡Viva México!, ¡Viva México!, ¡Viva México!”

A grandes rasgos, este es el rito político que cada año sirve para acrecentar la nacionalidad mexicana, para encontrar un sentido de pertenencia al país llamado México y, para en términos generales, celebrar la independencia nacional. ¿Cómo se llevó a cabo este proceso?

La lucha por la independencia de México abarca los años que van desde 1808 hasta 1821.

En 1808, España fue invadida por Napoleón Bonaparte, quien obligó al rey Carlos IV a abdicar del trono español en su favor, lo que es conocido como “las abdicaciones de Bayona”. A partir de ese momento, el titular de la corona española sería el hermano mayor de Napoleón, José Bonaparte. Esto causó una crisis en el Imperio español de tal magnitud que es conocida como “la crisis trasatlántica”, pues a decir los contemporáneos, el rey no tenía la facultad de ceder su corona, mucho menos en una monarquía como la española en la que, de acuerdo con la tradición, “la nación proclama y el rey acepta”. Al renunciar a ella en favor de un extranjero, máxime cuando de por medio hubo un arreglo económico –pues Napoleón se comprometió a surtirle una pensión a Carlos IV y a sus descendientes– los cuerpos políticos que formaban la monarquía española consideraron que se habían quedado sin rey, ejerciendo los derechos que le habían cedido a este hasta la restauración de la monarquía. Diversos territorios peninsulares y de ultramar comenzaron a crear “juntas” que declaraban, no su independencia de la península, pero sí su autonomía.

El primer intento de autonomía de Nueva España fue encabezado en 1808 por Francisco Primo de Verdad, Francisco Azcarate y Fray Melchor de Talamantes, quienes en agosto de ese año le señalaron a las autoridades virreinales que tras las abdicaciones de Bayona la “soberanía” regresaba al pueblo, en ausencia del rey, por lo que debería de nombrarse una junta que fuese autónoma del gobierno de José Bonaparte, hasta el regreso del rey legítimo, representado ahora por Fernando VII, hijo de Carlos IV. El 15 de septiembre de 1808 este movimiento autonomista fue reprimido violentamente por las autoridades virreinales. A esta etapa de se le conoce como la de los precursores.

El periodo que va desde el grito de Dolores de 16 de septiembre de 1810 hasta el fusilamiento de Miguel Hidalgo y Costilla, el 30 de julio de 1811, se caracteriza por haber sido un movimiento popular poco organizado. Fue apoyado en su mayoría por sectores escasamente favorecidos del régimen virreinal. Si bien contó con apoyos, estos no duraron lo suficiente ni las fuerzas armadas encabezadas por Hidalgo fueron capaces de resistir el embate del ejército realista, por lo que fueron derrotados en la batalla de Puente de Calderón el 17 de enero de 1811, misma que daría paso a la captura de Hidalgo, Ignacio Allende, Ignacio Aldama y Mariano Abasolo el 21 de marzo de 1811. Es decir, este primer impulso solo duró cuatro meses.

A partir de 1811 comenzó una etapa mucho más organizada de la lucha, encabezada por el cura José María Morelos y Pavón. En ella ya es clara la postura independentista del virreinato, incluso se formó un congreso, el de Chilpancingo, que se instauró el 13 de septiembre de 1813. El Congreso de Anáhuac, como también se le conoció, declaró la independencia de Nueva España. Con triunfos militares importantes que lo respaldaban, Morelos proclamó el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, el 22 de octubre de 1814, en el que señalaba que había que “quitar la máscara a la independencia” y declarar “rota para siempre jamás y disuelta la independencia del trono español”. Sin embargo, el ejército realista se reordenó y, bajo las instrucciones del Virrey Félix María Calleja, se logró derrotar a Morelos, quien fue fusilado el 22 de diciembre de 1815.

A partir de este momento, el ejército insurgente se quedó sin un liderazgo fuerte, aunque no claudicó en su lucha, sí la tuvo que organizar bajo una guerra de guerrillas que buscaba sobre todo resistir. No hubo batallas importantes y sí una deserción importante de partidarios, no solo porque el ejército realista se volvió más eficiente en su lucha contra ellos, sino porque por la vía institucional se emitieron decretos de amnistía que permitían a quien se adhiriera a ellos obtener el perdón real, pudiendo regresar al orden institucional. No obstante, en la marginalidad, el movimiento insurgente resistió desde 1815 hasta 1820.

Precisamente en 1820, frente al triunfo en España de la revolución liberal encabezada por Rafael Riego, que puso fin al absolutismo de Fernando VII, dando paso a la monarquía constitucional e ilustrada, diversos sectores de novohispanos, otrora opositores a la independencia, veían en ella ahora una forma de escapar, o al menos de retardar, la modernización y pérdida de fueros y privilegios provenientes de la etapa novohispana. Así, encontraron en el militar realista Agustín de Iturbide a una figura capaz de hacer alianzas con los insurgentes que se encontraban en ese momento ocultos en las montañas, tratando de resistir al ejército oficial. Entonces, se llevó a cabo el movimiento conocido como la “Trigarancia”. Agustín de Iturbide logró pactar con el líder de los insurgentes Vicente Guerrero, mediante un supuesto “abrazo” (el de Iguala), el Plan de la Independencia de la América Septentrional (Plan de Iguala) el 24 de febrero de 1821, que garantizaba “la independencia, la religión y la unión” (las tres garantías). Con ello, el camino de la Independencia del Virreinato había comenzado formalmente a andarse.

El 24 de agosto de 1821, Iturbide firmó junto con Juan de O´Donojú, representante del gobierno español, los Tratados de Córdoba mediante los cuales se reconocía públicamente la independencia de Nueva España. El 27 de septiembre de 1821, el ejército trigarante entró a la Ciudad de México, consumando así la independencia.

El 28 de septiembre de 1821 se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, mediante la cual se declaraba a la nación mexicana “libre e independiente de la antigua España”.

Había nacido, ahora sí, un nuevo país denominado México. El resto, es parte de otra historia que lleva contándose en libertad e independencia desde hace más de 200 años. 


Más información:
Dr. Carlos de Jesús Becerril Hernández
carlos.becerrilh@anahuac.mx
Facultad de Derecho