Artículo editado por Catherine Prati Rousselet cuya versión original ha sido publicada por Ángel Rabih Rayes El-Kantar en Anáhuac Global Review, abril de 2019, n°10, pp:4-7
Desde la mitad del siglo XX, es cada vez más común identificar a Medio Oriente como una sola unidad que frecuentemente se relaciona con guerras sempiternas, homogenizando el fenómeno a todos los países de la región, desde el norte de África hasta la Península Arábiga, incluyendo naciones del Lejano Oriente. Esto se debe a que la mayoría de los medios de comunicación masivos de Occidente, a través de coberturas simplistas, estandarizaron la imagen de Medio Oriente como una zona “mal definida”, con conflictos interminables, atribuyéndole el origen del terrorismo contemporáneo.
Derivado de lo anterior, se ha creado un “mito” en relación a Medio Oriente, esencialmente, debido a tres factores. Primero, tanto en México como en gran parte de América Latina, es una región poco estudiada que, sólo se mal conoce por sus peculiaridades. Segundo, la convicción “aglutinadora” que todos los países de Medio Oriente sólo profesan el islam y administran cuantiosas reservas de hidrocarburos sin que exista el mínimo interés por conocer la historia de la región. Tercero, se desconoce que el término “Medio Oriente” tiene una connotación euro centrista que tiene su origen en la época del imperialismo cuando el Reino Unido y otros países colonialistas se encargaron de trazar las fronteras de gran parte de los países de África y Asia.
Ante este planteamiento surge la siguiente interrogante ¿Por qué se puede considerar la región de Medio Oriente como un mito?