Hace algún tiempo, alrededor de unos 200 años, los economistas clásicos consideraron que el nivel de producción de un país estaba determinado por el tamaño de la población de este. Al realizar esta afirmación, Thomas Malthus y David Ricardo pensaban en la realización de las actividades productivas inmersas en un ambiente estático, es decir, como una situación constante en el que el nivel de la tecnología no cambiaba, o cambiaba muy poco, y tenían razón, claro, tenían razón en 1817, año de la publicación del tratado de Ricardo “Principios de Economía Política y Tributación”.
Mucho ha cambiado desde entonces, el mundo ha cambiado bastante desde entonces, y el pensamiento económico ha acompañado estos cambios. Durante gran parte del siglo 20, fuimos testigos de la construcción de un sistema económico mundial, en el que transitamos de una economía con una preponderancia del sector primario, a una economía con un desarrollo industrial importante y finalmente a una economía de servicios en la época de la globalización.
Estos cambios no sucedieron al azar, hubo procesos que le dieron forma al nacimiento de nuevos modelos productivos: desde el impacto de avances tecnológicos en la industria, con el consecuente incremento de la capacidad productiva del sector, hasta la diversificación de mercados y la intensificación de lazos comerciales en pleno siglo 21. Sin embargo, hay un elemento sin el cual no se hubieran podido lograr estos avances: el recurso humano.
Hablar de recursos humanos en el siglo 19, significaba hablar de una distribución más o menos igual de talentos y competencias, los oficios y habilidades,
al ser las actividades productivas de nivel, hoy diríamos básico, podían enseñarse y aprenderse de manera relativamente sencilla. Esto ha cambiado de manera importante, hoy el mundo laboral exige profesionistas preparados, con un alto nivel de entendimiento en diversos campos. De manera conjunta, la economía ha cambiado, y con ello, el mundo laboral se ha vuelto más competitivo.
Generalmente, la teoría económica considera que la lógica que opera en los fenómenos económicos es la del mercado, es decir, una correlación de fuerzas de diferentes actores con diferentes motivaciones, pero con un mismo destino: llegar al equilibrio óptimo, es decir, encontrar las mejores condiciones en las que compradores y vendedores de un bien, o servicio, pueden llevar a cabo sus transacciones. De acuerdo con esto, la labor de la ciencia económica consiste en encontrar la mejor respuesta a los dilemas que se presentan en los ámbitos público y/o privado e incluso en la vida diaria.
Así como los avances tecnológicos dieron forma a nuevos modelos productivos, el recurso humano ha incrementado su nivel de habilidades y competencias: su capital. De esta manera, la destreza y el expertise de los agentes económicos, actualmente, son factores determinantes del nivel de resultados y de encontrar ese equilibrio previsto por la teoría; para los estudiosos del tema, la mejor forma de generar esas condiciones es la educación. Gary Becker, un economista laureado con el nobel en 1992, dijo: “la educación es una inversión rentable a largo plazo”, el largo plazo ya nos alcanzó, el futuro es hoy, ¿estás preparado?
Por: Dr. Rafael Martínez González.
Profesor de la materia Economía y Globalización en la maestría de Dirección Estratégica de Capital Humano.