1 de febrero de 2024
Autor: Juan Manuel Palomares Cantero
Introducción
La humanidad se encuentra ante una encrucijada de dimensiones sin precedentes, una transición que promete redefinir el concepto mismo de humanidad. La introducción reciente de un microchip en el cerebro humano1, con la capacidad de establecer una conexión directa entre nuestras mentes y dispositivos computacionales, no solo representa un hito tecnológico asombroso, sino también un punto de inflexión en nuestra evolución como especie. Este dispositivo se presenta como una ventana hacia un futuro donde las barreras físicas se desvanecen, otorgando a quienes han sido privados de sus capacidades motoras la libertad de interactuar con el mundo de manera revolucionaria.
En este contexto, las reflexiones de Yuval Noah Harari adquieren una relevancia especial. Harari sugiere que nos encontramos en el umbral de dejar atrás nuestra condición de Homo Sapiens para evolucionar hacia lo que él denomina Homo Deus, una nueva especie que no solo se define por su biología, sino también por su integración con la tecnología2. Como un telar de Jardín que entrelaza hilos diversos para crear un tapiz intrincado, esta fusión entre el cerebro humano y la computadora teje una nueva narrativa para nuestra especie.
En este entramado, la inteligencia artificial actúa como un catalizador, ampliando las capacidades humanas y abriendo senderos hasta ahora inexplorados. No obstante, como advirtió Teilhard de Chardin, a pesar de que el ser humano se encuentra en un proceso de divinización, convirtiéndose en un "Dios en proceso", es imperativo abordar este avance con cautela y profunda reflexión3. La interfaz cerebro-computadora no se limita a ser un logro tecnológico; es un espejo que refleja nuestras aspiraciones, temores y la esencia misma de nuestra humanidad.
La humanidad se enfrenta a preguntas cruciales relacionadas con la ética, la identidad y la coexistencia entre lo natural y lo artificial. ¿Cómo lograremos equilibrar las promesas de esta tecnología con los riesgos inherentes a su mal uso? ¿Cómo garantizaremos que este avance beneficie al bienestar de todos y no solo de unos pocos privilegiados?
Telepathy: El futuro de la interfaz cerebro-computadora
El nombre "Telepathy"4 evoca imágenes de una comunicación directa de mente a mente, y en muchos sentidos, esta denominación no está lejos de la realidad. Este dispositivo representa un hito innovador en el campo de la neurotecnología que promete transformar la forma en que interactuamos con el mundo digital y, en última instancia, entre nosotros mismos5.
A diferencia de los implantes cerebrales previos, Telepathy está diseñado con una cantidad impresionante de canales de registro, con un total de 1024 electrodos minúsculos. Esta característica es fundamental ya que permite una lectura precisa y detallada de la actividad neuronal en el cerebro humano. Estos electrodos, del tamaño de un pelo humano, se conectan de manera estratégica en el cerebro del usuario, creando una red de sensores que capturan la riqueza de las señales neuronales.
Lo que hace que Telepathy sea aún más revolucionario es su capacidad de transmitir estas señales de manera inalámbrica y en tiempo real. A diferencia de los sistemas anteriores que requerían conexiones por cable, esta interfaz cerebro-computadora elimina la necesidad de cables intrusivos. En su lugar, un sistema inalámbrico altamente avanzado facilita la comunicación fluida entre el cerebro y los dispositivos computacionales externos. Esto no solo mejora la comodidad del usuario, sino que también abre la puerta a una variedad de aplicaciones y posibilidades que antes parecían inalcanzables.
La capacidad de Telepathy para transmitir señales de manera inalámbrica permite a los usuarios interactuar con computadoras, dispositivos móviles y otros dispositivos electrónicos con solo pensar en ello. Imagina escribir un mensaje de texto, navegar por la web o controlar dispositivos del hogar simplemente mediante la concentración de tus pensamientos. Este es el tipo de revolución tecnológica que Telepathy podría desencadenar.
Además de su pequeño tamaño y su capacidad inalámbrica, Telepathy destaca por su enfoque en la seguridad y la privacidad. La protección de la información y la integridad del usuario son fundamentales en el diseño de este dispositivo. Los protocolos de seguridad avanzados garantizan que los datos cerebrales sean manejados con la máxima confidencialidad y que solo se compartan con los dispositivos autorizados.
La reflexión de Yuval Noah Harari
En este contexto de avances tecnológicos sin precedentes, las reflexiones de Yuval Noah Harari adquieren una relevancia especial. Harari sugiere que nos encontramos en el umbral de dejar atrás nuestra condición de Homo Sapiens para evolucionar hacia lo que él denomina Homo Deus6, una nueva especie que, según él, se definirá no solo por su biología, sino también por su integración con la tecnología. Sin embargo, vale la pena analizar críticamente esta afirmación.
La comparación de la humanidad con un Homo Deus, una entidad divina en proceso de desarrollo, plantea cuestiones profundas y, en muchos aspectos, controvertidas. Equiparar a la humanidad con deidades puede parecer un salto audaz y quizás inapropiado. Nuestra primera y más evidente limitación como raza humana sigue siendo la del tiempo y el espacio. A pesar de todos los avances tecnológicos, somos seres finitos que aún enfrentan restricciones fundamentales en nuestra existencia.
Es cierto que los avances en la interfaz cerebro-computadora y la inteligencia artificial están permitiendo a los humanos realizar hazañas sorprendentes, como controlar dispositivos electrónicos con el pensamiento o acceder a vastos depósitos de conocimiento en segundos. Sin embargo, es importante recordar que estamos lejos de ser omnipotentes u omniscientes.
Nuestra integración con la tecnología es un paso importante en nuestra evolución, pero aún enfrentamos desafíos éticos, bioéticos, sociales y filosóficos significativos. La cuestión de cómo utilizaremos esta tecnología y qué significará para nuestra identidad y nuestro sentido de humanidad es una reflexión profunda que debemos abordar con humildad y cautela.
En lugar de equipararnos a dioses, podemos considerar esta evolución como un recordatorio de la capacidad infinita de la mente humana para la creatividad y la innovación. A medida que avanzamos hacia una era donde la tecnología y la biología se entrelazan, debemos esforzarnos por abordar no solo lo que somos capaces de hacer, sino también cómo podemos utilizar estos avances para promover el bienestar humano y la igualdad.
La afirmación de Harari sobre el Homo Deus puede servir como un recordatorio de que, a pesar de nuestros logros tecnológicos, seguimos siendo seres humanos con limitaciones y responsabilidades. Nuestro papel en esta nueva era de la tecnología es un desafío y una oportunidad que debemos abordar con una visión realista y un profundo respeto por la complejidad de nuestra existencia.
Inteligencia artificial y neurotecnología
En este devenir de la evolución tecnológica, la inteligencia artificial surge como un catalizador potente, una fuerza que amplía las capacidades humanas y descorre velos de posibilidades antes inexploradas. El dinamismo de la IA y la neurotecnología es innegable y su interacción, fascinante. El impacto de la inteligencia artificial y la neurotecnología en nuestra sociedad es innegable y, a menudo, se celebra con justa razón. Estas innovaciones prometen soluciones para problemas médicos, facilitan nuestras vidas cotidianas y abren las puertas a la exploración de nuevos horizontes del conocimiento. Sin embargo, esta aceleración tecnológica no debe cegarnos ante los desafíos éticos, bioéticos y filosóficos que plantea.
La afirmación de convertirse en un "Dios en proceso" es, sin duda, ambiciosa y discutible. Como seres humanos, nuestras capacidades son extraordinarias, pero también tenemos limitaciones inherentes. La equiparación con un ser supremo es un objetivo que, por ahora, parece estar más allá de nuestro alcance. En este punto, es importante recordar que nuestra capacidad para crear tecnología y comprender el mundo que nos rodea es, en última instancia, un reflejo de nuestra humanidad. En lugar de intentar ser Dios, nuestro enfoque debería ser utilizar estas herramientas para mejorar nuestras vidas, para abordar desafíos globales como la enfermedad y el cambio climático, y para fomentar la comprensión y la empatía entre las personas.
Si bien celebramos los avances en la inteligencia artificial y la neurotecnología, debemos hacerlo con una mirada crítica y una profunda reflexión sobre nuestra posición en el cosmos. Somos seres humanos con capacidades excepcionales pero también con limitaciones inherentes. La interfaz cerebro-computadora no solo nos desafía a explorar nuevos horizontes tecnológicos, sino que también nos invita a explorar nuestra propia humanidad y nuestras responsabilidades como guardianes de un futuro que estamos creando.
Los desafíos éticos-bioéticos y la responsabilidad humana
La humanidad se encuentra ante una serie de interrogantes éticos-bioéticos y filosóficos que demandan respuestas profundas y ponderadas. Nos enfrentamos a la necesidad imperante de encontrar un equilibrio delicado entre las promesas emocionantes de la tecnología y los riesgos latentes en su mal uso. ¿Cómo lograremos reconciliar las potencialidades sin precedentes de esta tecnología con la necesidad de salvaguardar la ética y la integridad humanas? ¿Cómo garantizaremos que este avance en la interfaz cerebro-computadora no sea solo un privilegio de unos pocos, sino un beneficio accesible para toda la humanidad?
En un mundo donde la tecnología puede forjar nuestro destino de formas previamente inimaginables, es fundamental recordar que somos los arquitectos de nuestro propio futuro. Nuestra responsabilidad como seres humanos en esta era de innovación vertiginosa no puede ser subestimada. Debemos abrazar esta revolución tecnológica con una mirada crítica y una profunda consciencia de cómo nuestras elecciones y acciones pueden incidir en la sociedad en su conjunto7.
Uno de los desafíos éticos más apremiantes radica en la garantía de que los beneficios de la interfaz cerebro-computadora no sean monopolizados por unos pocos privilegiados, sino que estén al alcance de todos. La equidad y la accesibilidad deben ser pilares fundamentales de cualquier desarrollo tecnológico, especialmente aquellos que tienen el potencial de redefinir la condición humana.
Además, se plantea la cuestión de la privacidad y la seguridad de los datos8. Con la capacidad de leer y transmitir pensamientos y emociones, la protección de la información personal se vuelve crucial. ¿Cómo garantizaremos que nuestros pensamientos más íntimos estén a salvo de intrusiones no deseadas? ¿Qué salvaguardias se implementarán para evitar el uso indebido de esta información?
La ética también se entrelaza con la identidad misma. A medida que avanzamos hacia una mayor integración con la tecnología, surge la pregunta de cómo esta fusión afectará nuestra percepción de nosotros mismos como seres individuales. ¿Qué significa ser humano en un mundo donde la mente puede conectarse directamente con máquinas? ¿Preservaremos nuestra singularidad y nuestra esencia humana en este viaje?
A medida que exploramos las posibilidades ilimitadas de la interfaz cerebro-computadora, debemos hacerlo con una perspectiva ética que se base en el respeto por los derechos humanos, la justicia y la igualdad. No solo debemos ser conscientes de lo que somos capaces de hacer, sino también de lo que es correcto hacer. La revolución tecnológica no solo es un desafío para nuestra inteligencia, sino también para nuestra humanidad y nuestra capacidad de actuar con responsabilidad y sabiduría en esta nueva era.
Conclusiones
Nos encontramos ante un futuro que promete redefinir lo que significa ser humano. La introducción de Telepathy, un microchip cerebral con la capacidad de conectar nuestras mentes directamente con dispositivos computacionales, es un testimonio de nuestra habilidad para superar barreras físicas y explorar territorios inexplorados en nuestra evolución.
Las reflexiones de Yuval Noah Harari nos desafían a considerar nuestra evolución como Homo Deus, una nueva especie definida no solo por nuestra biología, sino también por nuestra integración con la tecnología. Sin embargo, debemos abordar esta afirmación con cautela, recordando nuestras limitaciones fundamentales como seres humanos, como la finitud en tiempo y espacio que aún enfrentamos.
La inteligencia artificial y la neurotecnología actúan como catalizadores que amplían nuestras capacidades, pero debemos recordar que, a pesar de nuestros logros tecnológicos, seguimos siendo seres humanos con limitaciones y responsabilidades. Nuestra responsabilidad ética es utilizar estas herramientas para mejorar nuestras vidas y abordar desafíos globales, manteniendo la humildad y la cautela ante la complejidad de nuestra existencia.
Debemos garantizar que las promesas de la tecnología, como la interfaz cerebro-computadora, sean accesibles para todos y no se conviertan en un privilegio exclusivo de unos pocos. La privacidad y la seguridad de los datos son fundamentales, y debemos establecer salvaguardias efectivas para proteger la información personal.
La cuestión de la identidad también es esencial. A medida que nos integramos más con la tecnología, debemos preservar nuestra singularidad y esencia humana. Debemos abordar estas posibilidades ilimitadas con una perspectiva ética basada en los derechos humanos, la justicia y la igualdad.
En última instancia, mientras navegamos por esta nueva era de innovación tecnológica, debemos recordar que la revolución tecnológica es un desafío tanto para nuestra inteligencia como para nuestra humanidad. Nuestra capacidad de actuar con responsabilidad y sabiduría será fundamental para forjar un futuro en el que la tecnología y la ética coexistan en armonía, y donde la humanidad siga siendo el faro que guía nuestro viaje hacia lo desconocido.
Juan Manuel Palomares Cantero es abogado, maestro y doctor en Bioética por la Universidad Anáhuac, México. Fue director de Capital Humano, director y coordinador general en la Facultad de Bioética. Actualmente se desempeña como investigador en la Dirección Académica de Formación Integral de la misma Universidad. Es miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y de la Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética.
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1 BBC. (2024, 30 de enero). Cómo funciona Telepathy, el chip cerebral que Elon Musk asegura que se implantó en un humano (y qué dudas genera). BBC Mundo. URL https://www.bbc.com/mundo/articles/c88np4v0n3zo
2 Harari, Y. N., (2014). Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad. Debate. Barcelona, España.
3 de Chardin, PT y Cuénot, C. (1966). Teilhard de Chardin. Collins.
5 de León Barrios, V. H., (2022). Neurotecnología: el futuro. Revista Académica CUNZAC, 5(2), 107–113. https://doi.org/10.46780/cunzac.v5i2.77
6 Harari, Y. N., (2022). Homo Deus. Breve historia del mañana. Penguin Random House Grupo Editorial. ISBN-13: 978-6073821292.
7 Fernández, J. M. B. (2021). Neuromejora: de la vanguardia científica y tecnológica a las dificultades y límites planteados por la filosofía de la mente y la bioética. Revista Iberoamericana de Bioética, (16), 01-17.
8 Lo Giudice, M. E. (2023). Neuroderecho: ¿ protección suficiente del ser humano o distopías tecnológicas?. Revista Electrónica de Estudios Penales y de la Seguridad, 12(1).
Más información:
Centro Anáhuac de Desarrollo Estratégico en Bioética (CADEBI)
Dr. David Cerdio Domínguez
david.cerdio@anahuac.mx