8 de diciembre de 2025
Autor: Juan Manuel Palomares Cantero
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¿Qué significa formar éticamente cuando el conocimiento crece más rápido que la conciencia? Esta pregunta resume la tensión central de la educación contemporánea. En la universidad actual, cada avance tecnológico o científico abre nuevas posibilidades, pero también nuevos dilemas: ¿cómo discernir lo que se puede hacer de lo que se debe hacer? En ese punto de incertidumbre, la figura de John Henry Newman —recientemente declarado Doctor de la Iglesia por el Papa León XIV— recupera una vigencia inesperada1. Newman fue un pensador que planteó una visión del conocimiento como responsabilidad moral y de la educación como cultivo de la conciencia. Su legado ofrece claves para el derecho, la ética y la bioética y la formación universitaria del siglo XXI.
Newman entendió la educación como una tarea de transformación interior y social: no sólo preparar para el desempeño, sino para la deliberación. Nuestra cultura valora la rapidez, la utilidad y la competencia, su pensamiento invita a repensar el sentido ético del aprendizaje. Educar, según Newman, es ayudar a pensar con claridad, decidir con justicia y actuar con humanidad. Su pensamiento dialoga naturalmente con los principios de la ética y la bioética contemporánea —la dignidad de la persona, el bien común, la autonomía responsable y la justicia—, convirtiéndose en un referente ético imprescindible para quienes buscan equilibrar el saber con la prudencia y la libertad con el deber.
La conciencia como núcleo de la formación ética
Newman no concibe a la conciencia como una intuición moral o una voz religiosa, sino como una facultad racional y deliberativa que permite evaluar decisiones y orientar la acción. En este sentido, su idea de la conciencia se aproxima a la noción bioética de autonomía responsable: la capacidad de decidir con conocimiento, con reflexión crítica y con respeto por la dignidad de los demás2. Para Newman, educar la conciencia no significa transmitir mandatos, sino enseñar a razonar éticamente, a evaluar consecuencias y a asumir la responsabilidad de cada decisión.
Newman comprendió que el conocimiento sin un horizonte moral se vuelve estéril; su propuesta educativa busca integrar la inteligencia con la conciencia, para que la formación universitaria no produzca especialistas fragmentados, sino personas capaces de juicio y responsabilidad3. Esta observación resume una de las aportaciones más relevantes de Newman a la filosofía educativa: el saber sólo cobra sentido cuando se ordena al bien.
La conciencia, así entendida, requiere formación: lectura crítica, diálogo argumentado, análisis de casos, capacidad para contrastar información y detectar sesgos. Newman anticipó lo que hoy denominamos pensamiento crítico ético, un proceso en el que la razón no se separa de la empatía y la deliberación se aplica frente a realidades complejas. La originalidad de Newman radica en haber transformado su experiencia intelectual en una pedagogía de la libertad interior; en lugar de imponer dogmas, enseñó a pensar con rigor y a decidir con integridad4.
Formar la conciencia, desde esta perspectiva, no se reduce a un objetivo individual. Supone construir comunidades académicas donde el diálogo sea un espacio de aprendizaje ético. Newman insistía en que la universidad debía ser una “casa de conversación”, donde las ideas se confrontan con respeto y donde el error no es motivo de censura, sino oportunidad de esclarecimiento. En este punto su pensamiento coincide con el enfoque bioético de la deliberación: escuchar, argumentar, reconsiderar, decidir y asumir consecuencias.
Una conciencia educada es la base de cualquier práctica profesional responsable. En el ámbito jurídico, sanitario o científico, la deliberación ética —que combina información, prudencia y empatía— es lo que transforma el conocimiento en sabiduría práctica. Newman entendió que la conciencia es, en última instancia, el espacio donde la razón se vuelve humana: donde el saber se encuentra con el deber.
El conocimiento como búsqueda del bien común
Para Newman, el conocimiento no podía disociarse de su dimensión pública. Criticó la tendencia de su tiempo a medir la educación por su utilidad inmediata, señalando que “el verdadero saber ensancha la mente y con ella la capacidad de comprender y de cuidar5”. Esta afirmación, resume el núcleo ético de su pensamiento educativo: aprender implica abrirse al otro, reconocer la interdependencia y orientar la inteligencia al servicio del bien común.
El bien común es hoy uno de los pilares de la ética y la bioética contemporáneas6. Se define como el conjunto de condiciones que permiten a todos alcanzar su desarrollo pleno. Pero, en términos prácticos, se traduce en un criterio decisional: toda acción debe considerar su impacto colectivo. Para Newman, una universidad que forma sólo para la competencia individual fracasa en su propósito esencial. Su modelo, en cambio, promueve una inteligencia con propósito: formar personas que comprendan la dimensión pública de su libertad.
Desde la educación, esto exige superar el paradigma del éxito personal. El mérito profesional, sin responsabilidad social, queda incompleto. Los saberes —jurídicos, científicos, empresariales, comunicativos— deben orientarse a proteger y promover la vida humana en todas sus formas. Este principio enlaza con los criterios éticos de beneficencia, justicia y solidaridad, y responde a una pregunta clave ¿para quién aprendemos y para qué usamos lo que aprendemos?
Newman advirtió que una universidad sin compromiso social puede producir “expertos indiferentes”, competentes pero desconectados del sufrimiento ajeno. De ahí la urgencia de cultivar lo que podríamos llamar alfabetización ética del conocimiento: la capacidad de prever consecuencias, de pensar en términos de equidad y de reconocer que cada innovación o decisión profesional tiene efectos humanos. El pensamiento de Newman continúa ofreciendo una brújula ética para el mundo académico: invita a cultivar una inteligencia con propósito, guiada por la verdad y orientada al bien común7.
La educación superior debe asumir que el conocimiento no es neutral. Cada descubrimiento, norma o decisión configura relaciones humanas. En este sentido, la propuesta de Newman anticipa la idea moderna de responsabilidad social universitaria: no basta con producir ciencia o técnica, hay que hacerlo con conciencia y con compromiso8. Educar para el bien común es, en definitiva, educar para la justicia.
La educación como formación integral
Newman concibió la universidad como una comunidad donde el conocimiento, la virtud y la vida pública se entrelazan. En The Idea of a University, escribió que el fin de la educación no es sólo la adquisición de ideas, sino la formación de un “hábito de mente cultivada9”. Esa mente, cuando se forma éticamente, integra la razón con la sensibilidad, el análisis con la empatía. La educación integral, desde esta óptica, no separa lo técnico de lo humano.
La conciencia no es una voz aislada, sino el punto de encuentro entre razón, experiencia y comunidad: el lugar donde la libertad se hace responsable10. Esta descripción traduce en términos actuales la esencia de la formación integral: la madurez ética como resultado de un proceso de diálogo entre conocimiento y contexto. En bioética, esta perspectiva coincide con la necesidad de integrar ciencia, valores y sociedad para abordar los dilemas de la vida contemporánea.
Desde la práctica universitaria, la formación integral supone metodologías activas que vinculen aprendizaje y deliberación. Casos éticos, proyectos interdisciplinarios y aprendizaje-servicio permiten a los estudiantes reconocer la conexión entre su disciplina y los problemas reales del mundo. En derecho, implica considerar la justicia más allá del texto normativo; en medicina, mirar al paciente como persona; en ingeniería o economía, evaluar el impacto ambiental y social de las decisiones.
El enfoque de Newman invita también a replantear el papel del docente. Más que transmisor de información, es acompañante del proceso formativo. Educar, en este sentido, significa ayudar a los estudiantes a integrar pensamiento crítico, sensibilidad moral y sentido de propósito. De esa interacción surge la verdadera madurez profesional: la coherencia entre lo que se sabe, lo que se decide y lo que se hace.
La educación integral, entendida así, es una forma de ética aplicada. Une la precisión del conocimiento con la prudencia del juicio. Newman anticipó la necesidad de esta integración cuando propuso que el saber debía estar al servicio de la persona y de la sociedad, nunca por encima de ellas. Ante la especialización acelerada, su mensaje sigue siendo claro: formar integralmente es enseñar a pensar bien, querer bien y actuar bien.
Conclusión
Formar éticamente en el siglo XXI exige recuperar una visión amplia de lo humano. Newman no ofrece recetas, pero sí un método: pensar con rigor, deliberar con honestidad y decidir con responsabilidad. Sus ideas sobre la conciencia, el conocimiento y la educación integral dialogan con la ética y la bioética contemporánea, que busca equilibrar la autonomía con la solidaridad y el progreso con la justicia.
La universidad que aspire a ser relevante no puede limitarse a transmitir competencias técnicas; debe ser un espacio donde se aprenda a deliberar éticamente sobre los fines del conocimiento. Releer a Newman hoy es reencontrar una brújula ética en medio de la incertidumbre tecnológica. Su pensamiento recuerda que la calidad de la educación se mide no sólo por lo que enseña, sino por el tipo de humanidad que ayuda a formar.
Cuando la información se multiplica y las certezas se diluyen, el legado de Newman sigue planteando una pregunta esencial: ¿qué tipo de personas queremos formar? Si la respuesta incluye conciencia, justicia y compasión, entonces su pensamiento no pertenece al pasado, sino al futuro de la educación.
Juan Manuel Palomares Cantero es licenciado en Derecho, maestro y doctor en Bioética por la Universidad Anáhuac México. Ha sido director de Capital Humano, así como director y coordinador general en la Facultad de Bioética. Actualmente se desempeña como investigador en la Dirección Académica de Formación Integral de la misma universidad, donde impulsa proyectos sobre ética profesional, razón abierta y formación integral. Es miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética, de la Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética (FELAIBE) y del Sistema Nacional de Investigadores, nivel Candidato. Su trabajo combina la reflexión filosófica con la acción educativa, promoviendo una visión humanista de la bioética al servicio de la persona y del bien común. Este artículo fue asistido en su redacción por el uso de ChatGPT, una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por OpenAI.
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1. Vatican News. (2025, 1 de noviembre). El Papa: Newman, Doctor de la Iglesia, luz para las nuevas generaciones. Vatican News. https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2025-11/papa-leon-xiv-misa-solemnidad-todos-los-santos-1-noviembre-2025.html
2. Blanco, C., & Nunes, G. (2023). El sentido de la libertad : Como construir una autonomia responsable (First edition.). Herder, Editorial S.A.
3. Andrews, R. M. (2025). Ker, Ian. John Henry Newman: A Biography. Oxford: Oxford University Press, 2009. In Apologia Pro Beata Maria Virgine. Academica Press.
4. Ward, W. R. (2004). [Rev. of John Henry Newman: The Challenge to Evangelical Religion]. The Journal of Modern History, 76(3), 680–681. https://doi.org/10.1086/425457
5. Beales, A. C. F. (1957). [Rev. of The Imperial Intellect: A Study of Newman’s Educational Ideal]. British Journal of Educational Studies, 5(2), 181–182. https://doi.org/10.2307/3118876
6. Forzán Gómez, J. A. (2020). Utopía y construcción del sentido del bien común. En Generar un porvenir compartido : cómo crear dinámicas de bien común en México.
7. Long, D. P. (2023). A Guide to John Henry Newman: His Life and Thought ed. by Juan R. Vélez (review). The Catholic Historical Review, 109(4), 811–812. https://doi.org/10.1353/cat.2023.a914168
8. Higuera Ojito, V. H., Henríquez Fuentes, G. R., & Mejía Reatiga, C. A. (2023). Percepciones sobre acciones de responsabilidad social universitaria: ¿son iguales para todos los tipos de stakeholders? Estudios gerenciales, 502-515. https://doi.org/10.18046/j.estger.2023.169.6176
9. Newman, J. H. (1996). The idea of a university (F. M. Turner, Ed.). Yale University.
10. Misner, P. (1980). The Ideas of Newman: Christianity and Human Religiosity. By Lee H. Yearley. University Park: The Pennsylvania State University Press, 1978. xii + 188 pp. $12.50. Church History, 49(4), 472–473. https://doi.org/10.2307/3164847
Más información:
Centro Anáhuac de Desarrollo Estratégico en Bioética (CADEBI)
Dr. Alejandro Sánchez Guerrero
alejandro.sanchezg@anahuac.mx





