
10 de marzo de 2025
Autor: Juan Manuel Palomares Cantero
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La ciencia no deja de sorprendernos. Un equipo de investigadores japoneses de la Universidad de Medicina de Mie y la Universidad de Salud de Fujita ha logrado eliminar la copia extra del cromosoma 21 en células humanas con trisomía 21. El hallazgo, publicado el 18 de febrero de 2025 en la revista PNAS Nexus, abre la posibilidad de "corregir" el síndrome de Down antes de que una persona nazca.
El procedimiento, liderado por el Dr. Ryotaro Hashizume y su equipo, utilizó una variante de la herramienta CRISPR-Cas9 para identificar y cortar específicamente la tercera copia del cromosoma 21 en células madre pluripotentes inducidas (iPSCs) derivadas de pacientes con síndrome de Down. Los resultados fueron prometedores: al eliminar el cromosoma extra, las células restauraron su número normal de cromosomas y mostraron mejoras en su viabilidad y reducción del estrés celular.
Pero si la ciencia avanza, la ética también debería hacerlo. El síndrome de Down no es una enfermedad que ponga en riesgo la vida como lo haría una mutación genética letal. La trisomía 21 ha sido, más bien, una condición que la sociedad ha aprendido a comprender y valorar. Entonces, si podemos "corregir" su origen genético, ¿debemos hacerlo?
Los defensores de esta técnica argumentarán que se trata de una oportunidad para mejorar la calidad de vida de quienes nacerían con síndrome de Down. Pero el procedimiento solo sería viable en embriones creados por fecundación in vitro, lo que implicaría seleccionar aquellos sin trisomía o, en un futuro, modificar los que la presenten. La pregunta es inevitable: ¿estamos curando o seleccionando?
Este avance no permitiría "corregir" la trisomía 21 en personas ya nacidas. No se puede modificar el ADN de todas las células de un individuo sin consecuencias impredecibles. Por ahora, la única intervención posible es en embriones, lo que revive el fantasma de la eugenesia.
Si eliminamos embriones con trisomía 21 porque consideramos que su condición es "indeseable", ¿qué sigue? ¿Deshacernos de aquellos con predisposición a enfermedades crónicas? ¿Modificar rasgos físicos o cognitivos para ajustarnos a estándares arbitrarios de perfección? La historia ya nos ha mostrado a dónde lleva la búsqueda de la "pureza genética".
La bioética nos exige cautela. La tecnología puede abrir puertas fascinantes, pero también plantea dilemas que no podemos ignorar. No se trata solo de erradicar una condición genética, sino de decidir qué tipo de diversidad humana estamos dispuestos a aceptar. Y tal vez, en lugar de modificar a las personas para que encajen en un molde predefinido, deberíamos preguntarnos si el problema no está en la condición, sino en la manera en que la sociedad la percibe.
Juan Manuel Palomares Cantero es abogado, maestro y doctor en Bioética por la Universidad Anáhuac, México. Fue director de Capital Humano, director y coordinador general en la Facultad de Bioética. Actualmente se desempeña como investigador en la Dirección Académica de Formación Integral de la misma Universidad. Es miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y de la Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética. Este artículo fue asistido en su redacción por el uso de ChatGPT, una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por OpenAI.
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Más información:
Centro Anáhuac de Desarrollo Estratégico en Bioética (CADEBI)
Dr. Alejandro Sánchez Guerrero
alejandro.sanchezg@anahuac.mx