h2Evidentemente, no implica reducir o desaparecer los “problemas” (esos siempre se presentan), sino más bien es desarrollar esa capacidad que nos brinda recursos y herramientas cuando necesitamos enfrentar dificultades.
La falta de resiliencia puede jugar en nuestra contra en el peor de los momentos, ya que es precisamente en las situaciones límite cuando más requerimos de este recurso para no perder la compostura. Si alguna vez te has cachado llegando a los gritos, a tener un nivel de angustia superlativo por alguna situación o simplemente a perder el control de como reaccionas, puede ser en gran medida porque cuentas con un nivel de resiliencia bajo o nulo y no tuviste los suficientes recursos para solventar el estrés generado.
Las buenas noticias es que la resiliencia es una cualidad que se puede desarrollar y siempre se puede trabajar, incrementar y mantener. A continuación, quiero compartir los “5” factores que considero más importantes en el desarrollo y mantenimiento de tan preciado recurso:
Reduce el estrés innecesario
El estrés es el principal devorador de la resiliencia. Podríamos incluso considerarlo como la fuerza opuesta a la resiliencia misma. Entre resiliencia y estrés, simplemente gana la fuerza con mayor intensidad. Por eso es importantísimo identificar cuáles son las principales causas que nos generan estrés en nuestro día a día y ser capaces de reducirlos en la medida de lo posible. ¿Realmente te has preguntado qué es lo que más estrés te genera en tu rutina? Si cierras, aunque sea un 10%, “la llave” del estrés, es obvio que la resiliencia que desarrolles te rendirá más y mejor.
Recuerda que la desarrollar la resiliencia requiere práctica y un esfuerzo sostenido. Requiere conectar con nuestras áreas de oportunidad y establecer una nueva perspectiva para aprender de ellas y corregirlas.
Aprende a adaptarte mejor
Como dice el dicho: “Si la vida te da limones, aprende a hacer limonada”. La adaptación es una cualidad muy importante que puede ser aprendida y cultivada. Puedes desarrollarla haciendo cambios pequeños en situaciones rutinarias o en las que ya estés muy acostumbrado a hacer de una manera determinada, así cuando llegue una eventualidad ya estarás familiarizado con el proceso de adaptación de manera natural.
Aprende a cambiar tu punto de vista
Generalmente, en la mayoría de las ocasiones, es nuestra forma de reaccionar ante los eventos de la vida la que nos origina las “adversidades”. Si pretendemos resolver nuestras dificultades desde la misma forma de pensar/actuar desde la que las originamos, es muy probable que no tengamos éxito. Así que si logramos identificar o cambiar la perspectiva desde la que generamos una adversidad, el resultado cambiará naturalmente.
Mantén una relación de apoyo
Tener gente cercana, en quien podamos confiar es un factor externo que influye directamente en nuestra resiliencia. Nos genera un sentimiento de confort, proximidad y seguridad. Las condiciones ambientales son mucho más manejables, si se cuenta con “el apoyo” de otros, además de que nos pueden heredar o ayudar a potenciar habilidades de confrontación ante situaciones de estrés (internas o ambientales).
Cultiva emociones positivas
Enfocarnos en nuestras experiencias a través de las emociones positivas refleja una gran cantidad de beneficios en la conducta, en el equilibrio hormonal e incluso en los circuitos neuronales. Establecer un “modus operandi” a través del cual incluyas actividades que favorezcan emociones como el amor, afectividad, alegría, gratitud, serenidad, diversión, asombro, etc., es una de las formas más eficaces para incrementar la resiliencia.
Recuerda que la desarrollar la resiliencia requiere práctica y un esfuerzo sostenido. Requiere conectar con nuestras áreas de oportunidad y establecer una nueva perspectiva para aprender de ellas y corregirlas.
¿Qué tan seguido te cachas fuera de control? ¿Qué más haces para fortalecer tu mente? Sigue la conversación en @carlosluer.
Agradecemos a Merca2.0 la autorización para publicar este artículo.