Martha Gonzalez Uc
Comunicación, 2002
Universidad Anáhuac Mayab
Realizadora audiovisual, editora, directora y productora
Socia activa de la Asociación Mexicana de Editoras y Editores
Por: Gabriela Baeza y Miriam Espinosa
Para ti, ¿qué es ser Egresado Anáhuac Mayab?
Pertenecer a una comunidad que ha formado parte de mi vida, que construyó mi camino, identidad y personalidad. Haber conocido a grandes amigos, compañeros que abrazo con cariño, colegas que admiro y maestros que llevo en el corazón, te hacen sentir parte de algo, te forman y eso es bonito.
¿Podrías platicarnos de tu trayectoria profesional?
Comencé a trabajar con Billy Arellano que me enseñó sobre realización audiovisual, de ahí surgieron una serie de eventos en los que conocí a Lorenzo Hagerman que me abrió la puerta al mundo de los documentales. La primera película en la que participé fue “Los que se quedan” de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman un documental sobre migrantes visto desde la mirada de los familiares que se quedan en México. En ese proyecto fui asistente de producción, de cámara de Juan Carlos Rulfo, de edición con Valentina Leduc y ahí, encontré mi nicho. Comencé con la aventura de contar historias, primero con películas documentales, después con narrativas, video experimental, video instalaciones y ficción.
Busqué otras formas de aprender, obtuve un lugar en los talleres prácticos con la Aceleradora Fílmica de Werner Herzog en Lanzarote, España y en el Laboratorio Filmico con Apichatpong Weerasethakul en Yucatán. Como resultado de este último, mi cortometraje “Cremita de Coco” fue seleccionado entre los 10 proyectos que se presentarán en festivales internacionales.
¿Tienes un género favorito que disfrutes más?
Me gusta contar historias, no importa el género, todos tienen sus retos y virtudes, pero la experimentación con la imagen a través de la video instalación es algo que disfruto. El documental me encanta, no hay nada como la realidad expandida a la pantalla y enmarcada con la visión de un grupo de personas. Hace dos años edité un largometraje de ficción que se llama “La Arriera” de Isabel Cristina Fregoso.
¿Cómo ha sido tu experiencia en dirección de cortometrajes?
Comenzar con la edición y después cruzar a la dirección fue de mucha ayuda porque entiendes todo de cualquier proyecto, la idea, imagen, sonido, música. La edición es una gran escuela. En la dirección, tienes que confiar y acompañar a tu equipo, hay trabajo de investigación, de papel, escribir, asentar ideas, desarrollarlas, intuición, no hay una fórmula pero lo importante es hacerlo, no quedarse en el intento.
¿Cuál ha sido tu proceso de dar talleres?
Salió la oportunidad de trabajar en el Festival de Cine de Guanajuato con Sarah Hoch y Ernesto Herrera, empecé a dar asesorías de edición en un programa de formación cinematográfica llamado “Identidad y pertenencia" que el festival apoya e impulsa. También empecé a dar asesorías en “Ambulante más allá", un taller de formación que visita diferentes estados con población indígena. Durante dos años impartí el taller de edición “El corte antes de la postproducción” con el programa de “Contigo a la distancia” de IMCINE. Me gusta dar talleres prácticos, acompañar a las personas en sus procesos creativos.
¿Cuál consideras que ha sido tu principal diferenciador en el ámbito cinematográfico?
Nunca dejas de aprender, construir tu propio camino, aprender a adaptarse a diferentes situaciones, proyectos y personas, eso hace una diferencia, ayuda mucho estar atento y abierto a lo que está pasando, salir a la calle, ir a los museos, escuchar música, reírse con los amigos, ver cine, viajar, todo eso te va abriendo la cabeza y vas dialogando con otras artes y personas, eso ayuda a las experiencias que uno va contando porque encuentras nuevas formas de transitar los mismos caminos. Trabajar con amigos me encanta, la actitud en el trabajo también es muy importante, hace que quieran colaborar contigo.
¿Cuáles han sido los algunos retos que has enfrentado?
He trabajado en proyectos con temas sociales muy fuertes. Uno de los retos es contar historias con dignidad, que la gente se vea reflejada, si tú no sientes o no te emociona lo que estás haciendo, la gente no lo va a sentir. El autocuidado también es muy importante, los editores somos esponjas de emociones y uno debe encontrar el equilibrio entre hacer el trabajo y cuidarse. La ética profesional tiene que estar siempre presente en todos los proyectos. Otro reto ha sido trabajar de forma independiente, construir tus propios lineamientos, disciplinas y metodología.
¿Cuáles son las lecciones que has aprendido?
El silencio, hablo mucho. Escuchar, observar, ser autocrítico, autorreflexivo, aprender a aceptar errores y corregirlos con amor, nunca desde el maltrato y continuar, como dicen por ahí: “Una lloradita y a seguirle”.