Formarse en el siglo XXI representa, más que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, asumir un trayecto formativo continuo a lo largo de la vida.
En el caso del entorno digital, estamos hablando del ámbito de crecimiento más constante y rápido, con impacto profesional y social, desde el cual se están gestando la mayoría de oportunidades laborales a nivel mundial, en donde las empresas exigen profesionales con alto potencial, y a la vez, con una mentalidad que les permita adaptarse al cambio.
En la Red de Universidades Anáhuac, lanzamos nuestro Modelo Formativo Universitario 2025, dentro del cual incorporamos el programa “Competencias Digitales Anáhuac”, que es transversal a todas las licenciaturas de nuestra oferta, un programa de alta vanguardia, desde el cual, a través de cinco áreas de formación se desarrollan 21 competencias generales y se adquieren certificaciones específicas, acordes al perfil profesional de cada carrera; es así, como buscamos potenciar los talentos y habilidades, que nos permitirán egresar a ciudadanos digitales, que aporten soluciones innovadoras a las necesidades que la empresa y la sociedad demandan.
Sin embargo, al hablar de una ciudadanía digital, el mayor desafío que nos hemos propuesto vencer, es asegurarnos que, en este cambio de época, la dignidad y la centralidad de la persona humana permanezcan como pilar de todo nuestro esfuerzo formativo, a fin de que este criterio permee en la sociedad toda. Es decir, que la hiperconexión al mundo digital no signifique desconexión y desinterés por el otro, ni que lleve a acrecentar la indiferencia por la vida en comunidad.
Cuando la realidad y la virtualidad no tienen una clara distinción, se corre el riesgo en el mundo real de buscar lo inmediato, de descartar personas, de dispersarse o de no atender los límites que la ética nos señala, de anhelar que cada uno haga lo que quiera, sin deudas con un pasado, ni compromiso con el presente, sentenciándonos a un futuro sin obligaciones con la humanidad.
Desde los espacios empresariales, políticos, escolares, familiares y sociales, persiste el mal del relajamiento de las aspiraciones de crecer, de la resistencia al esfuerzo por superarse, de la falta de integridad y del vacío espiritual. No obstante, crecer y superarse, ser íntegros y cultivar una vida de plenitud espiritual, no dejarán de ser aspectos indispensables para un mundo en constante cambio, ya que difícilmente la tecnología podrá saciar las necesidades reales del ser humano en su totalidad.
En esta ocasión, la invitación a nuestras comunidades de alumnos, egresados y aliados de la Red de Universidades Anáhuac, es a que tomemos lo mejor de la vanguardia tecnológica que el mundo ofrece, desde la justa medida que le corresponde, como mera herramienta para facilitarnos diversos procesos, y a centrarnos en ver la realidad presente como un tiempo de oportunidades, de fortalecer a nuestras familias y matrimonios, de nutrir nuestro deseo de dignificar más espacios, de volver a mirar a Dios como luz y sentido en nuestras vidas y de empeñarnos desde la propia vocación en construir una sociedad que dé plenitud y esperanza a todos.
Hoy más que nunca, venzamos al mal con el bien.