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Economía mexicana: coyuntura complicada


La desaceleración de la economía global se evidenció en el cuarto trimestre del año pasado, en especial en relación a las economías de China y Europa, fruto fundamentalmente de las medidas proteccionistas y la tensión comercial entre diversos países del orbe, que comenzara en 2018; así como de condiciones financieras más astringentes.


México, no fue la excepción. En el último trimestre, el Producto Interno Bruto (PIB) apenas creció en 1.8%, totalizando el año con un aumento real de 2.03%, por debajo de 2.07% logrado en 2017. En su composición, fue el sector industrial el de peor desempeño arrastrado por la disminución en la producción petrolera y el pobre desempeño del sector de la construcción. Así, además de las razones antes expuestas que afectaron a la economía global y la baja productividad, la incertidumbre con respecto al T-MEC provocó el retraso de muchas inversiones y acabó afectando la actividad económica en el país.


Así las cosas, la estimación del crecimiento mundial se ha reducido hasta 3.2% en 2019, respecto al 3.7% logrado en 2018. Para este mismo año, la expectativa también es de un menor crecimiento en México, e incluso por debajo de las estimaciones preliminares, ubicándose hoy alrededor de 1.8%, para la mayoría de los analistas del sector privado.


Todos los inicios sexenales son lentos, el ritmo del PIB se reduce. En esta ocasión, en diciembre el gasto público cayó 25.3% y el retraso de pagos conllevó a la afectación de cadenas productivas.


Asimismo, la degradación de la nota crediticia en moneda nacional y extranjera a largo plazo y con perspectiva negativa, a Petróleos Mexicanos (Pemex) por parte de la calificadora Fitch Ratings, puso más presión a la empresa, ya que su situación financiera representa uno de los principales riesgos para la estabilidad de México (Pemex es el principal contribuyente al país). Tan solo el servicio de su deuda el año pasado aumentó 15%, llegando a una cifra récord de 120,000 mdp (que equivale a 20% del total de la deuda del sector público) y siendo casi la cuarta parte del gasto total de Pemex en 2018.


Si no se logra detener la reducción de la producción de crudo en el próximo trimestre, la nota será degradada nuevamente. La razón es sencilla, los ingresos de la empresa bajan y sus costos se elevan: distribución vía pipas y no por ductos y construcción de la refinería de Dos Bocas, lo que disminuye la capacidad de Pemex de pagar su deuda. A esta situación hay que sumar menores ingresos por desabasto, aún existente en diversas regiones del país; bloqueos de la CNTE; diversos brotes de huelgas; salidas de inversiones; y, despidos masivos. Una menor calificación en relación a la deuda soberana nacional, pondría a México en una situación más complicada.


Quizá lo más preocupante es que en la coyuntura, donde claramente se percibe un predominio del abatimiento de la corrupción, los costos asociados están siendo muy altos, justo cuando es cada vez más evidente la desaceleración económica mundial. Esta situación tendrá repercusiones en la cifra esperada del primer trimestre. En resumen, por ahora, la baja de la calificación crediticia de Pemex no solo encarecerá el crédito de la empresa, pero existe también el riesgo que contamine otros rubros de la economía como la confianza de los inversionistas nacionales e internacionales y por ende a dos meses de este año ya se vislumbra muy difícil alcanzar la meta de crecimiento oficial para 2019 y el superávit primario prometido.