Hablar de salud suele referirnos inmediatamente al estado físico: la ausencia de enfermedades crónicas, problemas cutáneos o infecciones. Aunque en las últimas décadas se ha enfatizado que esta debe ser integral, el bienestar emocional sigue en segundo plano. Culturalmente, se jerarquiza más el cuidado del cuerpo que el de la mente, aunque esto puede tener una lógica (sin una condición física adecuada, muchas metas se complican), esta tendencia ha hecho que el cuidado de lo que implica los procesos internos —pensamientos, emociones y conductas— no reciba la atención que merece. Aún hoy, se minimizan los efectos de los problemas psicológicos, trivializando su impacto en diversas poblaciones y sectores sociales. Tanto los presupuestos como los esfuerzos institucionales, públicos y privados, siguen sin satisfacer las necesidades de los servicios de salud mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es, además, un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico”. (OMS, 2022).
La Federación Mundial de Salud Mental promovió el 10 de octubre como el Día Mundial de la Salud Mental con el objetivo de resaltar y colocar en la agenda pública la importancia de atender de manera preventiva y remedial las variables asociadas a las psicopatologías.
Sin embargo, para una visión completa, no se debe limitar la atención a los trastornos diagnosticados en el DSM-5, sino incluir problemas subclínicos que afectan a millones de personas, como el estrés, la ansiedad, la depresión, las dificultades en relaciones de pareja, los problemas en la crianza, las autoexigencias laborales, los conflictos interpersonales, entre otros. Aunque estos no cumplen con criterios diagnósticos específicos, provocan desgaste emocional y tienen efectos directos en la vida diaria: ausentismo laboral, divorcios, problemas de salud, conflictos legales y dificultades económicas.
Debido a lo anterior, es crucial destacar no solo los esfuerzos institucionales, sino también la formación de profesionales de la salud, particularmente de los psicólogos, ya que sobre ellos recae gran parte de la responsabilidad del bienestar emocional, por lo que su formación debe cumplir con los más altos estándares éticos y profesionales para ofrecer un servicio humano y digno a quienes lo necesitan. En otras palabras, no se puede dar lo que no se tiene.
En México, los trastornos mentales afectan a un alto porcentaje de la población. Un estudio en América Latina reveló que el 87.4% de la población ha presentado algún trastorno mental leve, el 77.9% ha padecido trastornos moderados y el 76.2% ha sufrido trastornos graves, como esquizofrenia o trastorno bipolar. Además, existen numerosas barreras para el acceso a los sistemas de salud mental, entre ellas, la escasez de recursos humanos, largas distancias a los centros de atención y el alto costo de los servicios psicológicos de calidad (González-Becerra, Avalos-Navarro, Rangel-Villalobos, 2023).
Otro problema presente es que, en muchas regiones, los servicios de salud mental formales no existen y, cuando están disponibles, suelen ser inaccesibles o inasequibles, por lo que en ocasiones las personas prefieren soportar su malestar mental a enfrentarse a la discriminación y el estigma asociados con buscar ayuda psicológica (OMS, 2022).
En conclusión, podemos asegurar que fomentar la salud mental no es una tarea exclusiva del área clínica, por lo que la investigación, la neuropsicología, la psicología laboral y educativa, entre otras disciplinas, contribuyen al bienestar integral, trabajando junto a la medicina, la nutrición y el trabajo social. Por ello, el cuidado de la salud psicológica debe incluir la promoción de la productividad laboral, el fortalecimiento de redes de apoyo y el uso adecuado del tiempo libre, por lo que ante cualquier síntoma que afecte la vida cotidiana, es fundamental buscar atención profesional de manera oportuna.
Sin duda, cada persona experimenta la salud mental de una forma diferente, y existen muchos determinantes individuales, sociales y estructurales que influyen en ella (National Geographic, 2022). Ante esta realidad, es vital reforzar la importancia de la vocación, el compromiso y la ética de los psicólogos y otros profesionales de la salud, quienes juegan un papel clave en el cuidado de las personas.
Referencias:
• Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad (2024). https://www.gob.mx/conadis/articulos/dia-mundial-de-la-salud-mental-130187?idiom=es
• González-Becerra, K., Avalos-Navarro, G., & Rangel-Villalobos, H. (2023). Mental and nutritional habits at the beginning of the COVID-19 pandemic: impact, perspectives and recommendations. Revista medica del Instituto Mexicano del Seguro Social, 61(5), 645–652. https://doi.org/10.5281/zenodo.8316463
• OMS (2022) “Informe mundial sobre salud mental” Who.int, consultado el 1 de octubre de 2024 en https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/356118/9789240051966-spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y
• ¿Qué es la salud mental, según la OMS? (2022, noviembre 7). National Geographic. Consultado el 30 de septiembre de 2024 en https://www.nationalgeographicla.com/ciencia/2022/11/que-es-la-salud-mental-segun-la-oms
• Organización Panamericana de la Salud (2024). https://www.paho.org/es/campanas/dia-mundial-salud-mental-2021#:~:text=El%20D%C3%ADa%20Mundial%20de%20la,de%20la%20Salud%20(OMS).
• Salud mental: fortalecer nuestra respuesta. (17 de junio de 2022). Who.int. Consultado el 30 de septiembre de 2024, de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-health-strengthening-our-response