La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció́ desde el año 2003 cada 10 de septiembre como el Día Mundial para la Prevención del Suicidio con el objetivo de que las naciones del mundo implementen y promuevan acciones para prevenirlo y terminar con el estigma que sufren las personas con trastornos mentales o comportamiento suicida. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, las estadísticas sugieren que aún se requiere profundizar en una mirada humana y científica del problema.
Todos los objetivos valiosos que se plantean en la vida evocan emociones y experiencias disfrutables que generan plenitud y satisfacción. Inherente a ello, los mismos objetivos también suelen provocar temor e incertidumbre, dado que preocupa que lo bueno y hermoso de la vida se acabe o se vaya, es decir, nos duele perder a quien amamos, enfermar, fallar en el trabajo y en los estudios, equivocarnos como padres, por citar algunos ejemplos. Dicho de otra forma, en donde hay amor, hay dolor y viceversa.
Esto no implica que la vida no valga la pena, al contrario, involucrarnos en los momentos dulces en los que se activa el malestar hace que cobre sentido la lucha y el movimiento de seguir adelante, es como si las emociones no agradables y los pensamientos disruptivos fueran dulces en envolturas no atractivas, pero cuyo contenido fuera de utilidad y aprendizaje. El malestar emocional ofrece información acerca del momento vital, como si una voz que surge del dolor indicara que se necesita hacer algo diferente o dejar de hacer algo que se está haciendo y que no funciona, como si dichas emociones no placenteras emitieran un mensaje que pide que se busque ayuda, que se descanse, que se hagan cambios en los hábitos y en las decisiones.
Cuando las estrategias de afrontamiento al dolor están centradas en el amor a la vida, las personas encuentran un sendero en el que cobra sentido dar cada paso, pero cuando la visión se encuentra ubicada en la evitación y supresión del malestar, el día a día se torna como un extravío sin horizonte, eligiendo conductas de escape del malestar y del sufrimiento, provocando que a corto plazo el dolor se anestesie, alejando con ello la oportunidad de aprender, de adaptarse, de crecer y de estar mejor a largo plazo.
En el momento en el que las estrategias de evitación se tornan generalizadas y radicales en diferentes ámbitos de la vida la alternativa de abandonar la existencia para dejar de sufrir hace su presencia, la seductora posibilidad de no tener más ese contacto con las emociones y pensamientos aversivos cobran fuerza, y se experimenta el impulso de llevar a cabo el intento de quitarse la vida, nublando al mismo tiempo todas las opciones plausibles para lidiar con el problema: un camino definitivo, para un problema que puede ser temporal.
La OMS define el suicidio como un acto deliberadamente iniciado y realizado por una persona en pleno conocimiento o expectativa de su desenlace fatal. A este respecto, señala al suicidio como un problema multifactorial que resulta de una compleja interacción de factores biológicos, genéticos, psicológicos, sociológicos y ambientales (OMS 2021).
Atentar contra la propia vida para dejar de sufrir debe reconocerse como una respuesta humana, instintiva al vivir un dolor complejo e intenso ante el cual la persona percibe no tener los recursos para afrontarlo; por ello, es un momento de elección ante el sufrimiento en el que el individuo requiere apoyo, compasión y guía.
En México, las muertes por suicidio han aumentado: en 2017, la tasa de suicidio fue de 5.3 por cada 100,000 habitantes (6,494); para 2022, de 6.3 (8,123). Esto equivale a 1,629 suicidios más en 2022 con respecto a los ocurridos en 2017. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2023), en México el 7.6% de la población adolescente y 7.7% de la población adulta pensó́ alguna vez en suicidarse.
Todos pueden ayudar ante el problema del suicidio elaborando campañas de prevención, continuando con la investigación de variables psicológicas que se relacionen con el problema, mejorando el entrenamiento en habilidades clínicas de psicoterapeutas, sensibilizando ante el malestar emocional en hombres y mujeres, abriendo los ojos ante aquellos que presentan el mínimo gesto de desesperanza y aislamiento, y tendiendo la mano de cualquier manera posible en la que se pueda salvar una vida.
Referencias:
• INEGI. (2023). Día mundial para la prevención del suicidio, datos nacionales. Obtenido de: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2023/EAP_Suicidio23.pdf
• OMS. (2021). Suicidio, Organización Mundial de la Salud. Obtenido de: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide
Más información:
Psic. Carlos Becerra Rebelo
carlos.becerra@anahuac.mx
Facultad de Psicología