Por el Maestro Adolfo Ruiz Guzmán
Estamos iniciando el Ciclo Litúrgico, para los católicos es el inicio del año con la mirada puesta en el Señor. Arranca con un tiempo precioso, de reflexión, introspección, pero sobre todo de esperanza. El Adviento nos permite entrar en el misterio que nos recuerda que para Dios no hay imposibles.
Adventus, proclama la venida del Señor que estamos esperando, pero con tres dimensiones, la primera el anuncio que hicieran los profetas sobre quien nos daría la salvación definitiva; la segunda, nuestro Adviento personal, donde el Señor sale a nuestro encuentro y finalmente la tercera, con un toque escatológico del final de los tiempos donde será la Parusía.
Los cuatro domingos que componen el Adviento nos llevarán a adentrarnos e interiorizar la importancia que tiene la esperanza en nuestra vida. La fe se somete a pruebas, puede flaquear y en ocasiones, perderse, pero la esperanza se mantiene y persevera; es nuestro salvavidas e incluso es tan fuerte el anhelo que despierta que puede salvar nuestra vida.
El Primer Domingo nos llama a velar y estar orando, esa es la actitud de quien espera en el Señor, se reconoce limitado e impotente, recuerda que la adversidad no es permanente es transitoria y podemos alcanzar la victoria final de la mano del Emmanuel, de Dios con nosotros.
La Liturgia nos mostrará en el Segundo Domingo, hace énfasis en lo que mencioné sobre el anuncio profético del Mesías, que habría de traer la redención a quien ha preparado el camino en su corazón para recibirlo, esperando la promesa eterna que seremos testigos de nuestra salvación y del mundo entero.
Este año, la celebración de Nuestra Señora de Guadalupe, nuestra Madre del Tepeyac y dicho sea de paso, día del banquero coincide con el Tercer Domingo, por lo que la Conferencia del Episcopado Mexicano determinó que se celebre el propio de la Santísima Virgen con acentos de Adviento, por lo que aprenderemos de la figura de Juan el Bautista que ya nos hablaba de nuestro bautismo en Espíritu Santo que nos imprimiría la dignidad de hijos de Dios.
Ese domingo, una reflexión especial valdría la pena considerar, vivir en la humildad de reconocer lo que somos frente a Dios, como el Bautista, no soy digno de desatarle las agujetas, recordar que no hemos hecho nada de extraordinario para merecer ser considerados hijos de Dios, que no perdamos de vista la gratitud con la que debemos vivir porque Dios nos ama por lo que somos y no por lo que hacemos.
Ya hacia el final de este periodo maravilloso, ya previo a la gran celebración de la Navidad, meditaremos la figura de María, de la que fue concebida sin mancha, sin pecado original, que nos lleva a su Hijo, el Padre Félix de Jesús Rougier apuntaría, ¡con María todo, sin ella nada! Aferrémonos a su la dulce protección para que seamos capaces de mirar a Jesús, que aprendamos de su ejemplo de disposición, pero también que nos ayude a arrancarle los milagros a su Hijo como en las bodas de Caná.
Les deseo a todos una ¡muy feliz Navidad! Que no perdamos lo importante, celebrar el nacimiento del Señor en compañía de nuestros seres queridos, que vivamos el espíritu de fraternidad y que no perdamos la esperanza para que contagiemos a quienes hoy no la están pasando bien.
Adolfo es egresado de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y del MBA por la Universidad Anáhuac México Campus Sur, cuenta con distintas especialides por el IORTV en España y Harvard Business School; además de ser piloto aviador por la Escuela AIRE. Actualmente se desempeña como Director de Comunicación y Relaciones Públicas de Grupo Financiero B×+, Catedrático en la Universidad Anáhuac México y conferenciasta nacional e internacional. Tiene una trayectoría de 13 años en comunicación del sector financiero e impulsor de la creación de la cultura financiera en nuestro país.
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