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Silvia Cherem, autora del libro más inspirador del año

SILVIA CHEREM, AUTORA DEL LIBRO MÁS INSPIRADOR DEL AÑO

Por Maestro Carlos Lepe Pineda 

La reconocida periodista y escritora Silvia Cherem (Comunicación, 1984), ha recibido un reconocimiento por parte de los International Latino Book Awards 2021 en la categoría de “Libro inspirador del año” por su obra Ese instante (México: Aguilar, 2021). Generosamente nos concedió una entrevista para conversar sobre este nuevo logro en su trayectoria.  

Silvia Cherem es una mujer afable, generosa y transparente. Nos ha hecho sentir en casa, en un ambiente de franca y sincera amistad. Las palabras que intercambiamos muestran su calidad humana, los intereses y motivos para escribir Ese instante —excepcional libro que lleva cinco reimpresiones desde que apareció en mayo pasado y ya cuenta con un audiolibro grabado por la autora—, además de otros detalles que ha tenido la generosidad de compartirnos.

SILVIA CHEREM, AUTORA DEL LIBRO MÁS INSPIRADOR DEL AÑO

 

GENERACIÓN ANÁHUAC: Quisiéramos preguntarte en primer lugar, ¿qué representa que tu libro Ese instante haya recibido el premio como “Libro inspirador del año” por parte de los International Latino Book Awards 2021? 

SILVIA CHEREM: Estoy muy contenta, muy emocionada, enormemente sorprendida del premio. Nunca imaginé que un libro de crónicas periodísticas con un acento literario pudiera ser recibido por los lectores, por la sociedad, por los jueces que convocaron a este premio, como un “libro inspirador”. De hecho, a mí me hicieron los diseñadores de Random House cerca de diez portadas para este libro y mi reclamo todo el tiempo era que no me gustaban porque parecían para un libro de autoayuda y lo mío, según creía, se limitaba al ámbito de la crónica periodística. ¡Y, oh sorpresa, la que me he llevado!, porque los lectores dictan que les ayuda, que los cimbra y transforma, que les brinda esperanza, que no lo pueden soltar… 

La pandemia ha sido una sacudida de raíz. Nos ha mostrado que somos vulnerables, que la vida es frágil —por si no lo recordábamos— y, quizá, la incertidumbre ha provocado que un libro de crónicas de adversidad, historias de lucha, resiliencia y logros, sea esperanzador porque, si cualquiera de los personajes que están reseñados en esta obra, pudo con semejante desventura, pudo darle la vuelta a su vida para salir adelante y reinventarse, cualquiera podemos con aquello que la vida nos ponga de frente.  

G.A.: Justamente creo que los jueces han identificado una veta riquísima en un trabajo de recopilación de testimonios tan valioso como el que señalas, y que muestra cómo en estas dificultades aparece la capacidad humana de resiliencia, de reinventarse y reconstruirse, sobre estas dificultades y heridas. ¿Cómo elegiste el título Ese instante? 

S.C.: Desde que concebí la primera crónica de este libro que fue la de Karen en el tsunami, entendí que un instante puede ser determinante para cambiarlo todo, para reformular lo que creíamos que nos constituía, pero no tenía claro que esa crónica se iba a acompañar de otras y que todas iban a aludir justo a eso: a ese instante.  

Quise de inicio llamarle “Un instante”, pero luego me di cuenta de que es mucho más poderoso “Ese instante”. De hecho, cuando concebí el libro con David García Escamilla, mi editor, le dije que quería hacer un libro de crónicas de adversidad que se titulara “un instante”. Me respondió que había que buscar otro nombre, que ese no era suficientemente poderoso. Escasos minutos después corregí, es Ese instante, ese instante que nos renueva y determina, ese que fractura el camino, que nos da la vida o intenta arrebatárnosla, porque, al final, eso es todo: momentos parteaguas, momentos de transición que nos llevan al límite, instantes que nos obligan a sacar la casta, a luchar, a aferrarnos a la vida cuando la muerte, que siempre nos acompaña, desde el primer día, ensombrece el panorama.  

Cada uno de nosotros, si hacemos una reflexión intensa, podemos dilucidar los instantes que nos hacen ser quienes somos, que nos han permitido crecer, reconstruirnos, cuestionarnos y ejercer ese libre albedrío del que se habla en las religiones y que, finalmente constituye la lectura de cualquier vida: ¿qué hacemos mientras estamos aquí, en la Tierra? ¿Por qué nos fue dada la vida? Qué hacemos para dejar huella porque, si existe un destino, también tiene que existir el libre albedrío para imprimir un sello personal y único a nuestros pasos, para que vivir tenga sentido.  

Con ese diálogo entre destino y libre albedrío construí las narrativas de Ese instante, los hilos conductores de Karen en el tsunami, Laura en las Torres Gemelas, Fritz y su cuadriplejia, Sofía embarazada con Sida, Dana desaparecida en México y Chava tres veces muerto por Covid y quien tuvo la suerte de sobrevivir. 

G.A.: ¿Quién es Silvia Cherem actualmente? Digamos, ¿es una periodista que también escribe libros? ¿Es una escritora versátil con una brillante trayectoria periodística? ¿Es una recolectora de historias? 

S.C.: Un poco de todo ello, pero soy, ante todo, mujer, hija, hermana, esposa, madre, abuela y amiga, además del compromiso como periodista y escritora. Además de tener esa “habitación propia” de la que hablaba con acierto Virginia Woolf.  

Lo que más satisfacción me brinda es buscar el equilibrio a nivel personal y profesional. Me sentiría fatal si fuera una luminaria en un campo, descuidando los otros. Para mí, lo más importante son los vínculos familiares y de amistad, ayudar a otros, y la escritura me permite tener una voz para compartir, para tender la mano, para escuchar y denunciar. Se que la perfección no existe, pero me gusta aspirar a ser cada vez mejor, comprometerme con un universo mejor. Dejar a mi paso un mejor mañana para quienes quiero, para mi descendencia y para quienes he tenido la suerte de coincidir. 

Ahora bien, he sido preguntona y curiosa desde niña, y el paso por la vida me ha permitido dibujarme como cazadora de historias, periodista y escritora, amante de nuevos retos. Soy presidenta del International Women´s Forum, capítulo México, que conjunta a las mujeres más emprendedoras de este país: políticas, economistas, académicas, comunicadoras, empresarias, líderes de opinión. Ha sido un enorme privilegio ser líder de nuestro Foro en estos tiempos de pandemia porque ha implicado mirar desde otro lado para reinventarnos, para volvernos un grupo más sólido, más articulado, solidario y propositivo.  

Por otro lado, desde pequeñita he vivido con tormentosas preguntas existenciales para entender qué hacemos aquí, cuál es el sentido de la vida, cómo hacer que nuestra vida tenga una intención para ser mejores personas, para dar a otros y sentir que ha valido la pena vivir.  He tenido de siempre la enorme curiosidad de aprender de todo, de saberme pequeña en la inmensidad del saber, en el tiempo finito. Desde adolescente me obligo a mirar a profundidad y desde distintas ópticas; a ventilar cualquier tema sin prejuicios, sin amarillismos, asumiendo que hay que resolver y enfrentar, reconociendo que nada es blanco y negro, que  estamos obligados a mirar los ojos del otro, que la vida está hecha de tonalidades y matices, y que, como en un jardín japonés, de esos con piedras y arena, somos incapaces de ver el panorama completo Sin importar desde donde estemos mirando, nunca tenemos la perspectiva completa. Hay muchas verdades y subjetividades, por lo que es preciso aprender a escuchar la mirada del otro. 

Ese instante mira desde ahí, desde ese cuestionamiento. Desde la primera página, podemos oler, sentir,  sufrir, escalar, soñar y cimbrarnos con lo que les pasa a los personajes, pero, también, con lo que somos. Es un juego de espejos que obliga al lector a seguir. Sentimos y sufrimos la ola que nos ahoga, las cenizas que nos asfixian, las pérdidas adversas que nos cimbran. Y pensamos como lectores: ¿qué pasaría si yo estuviera ahí? ¿Seguiría mi intuición, obedecería las reglas, hallaría algún resquicio para ser otro, para despojarme de lo que creo saber, para salvarme y reinventarme?  

Cada historia es diferente, pero, cuando me preguntan qué hay en común entre los seis personajes, o en las seis historias que hay en este libro, yo diría: amor a la vida, el amor a no claudicar, la necesidad de aferrarnos al privilegio de existir. Todos ellos, cuando la muerte los sorprende con su guadaña, exigen seguir, salen de los límites y se sobreponen encontrando nuevos caminos donde parecían cerrados. Además, en ese amanecer, a todos los salvan sus redes de contención, es decir la familia y los amigos, aquello que han tejido alrededor de sus días para saberse amados, para dar a otros, para hacer más placentero el camino. Por ello siempre insisto: hay que poner foco en lo que vale la pena; es decir, en el amor a los más queridos. Ello es lo que nos salva del abismo.    

G.A.: Silvia, nos tienes acostumbrados a libros claros, brillantes, bien documentados. Ese instante es un gran ejemplo de ello. Por supuesto, también Esperanza Iris. Traición a cielo abierto (México: Aguilar, 2017), el cual arroja luz a un episodio poco conocido de la historia de nuestro país: aquel bombazo en un avión de Mexicana de Aviación en 1952. Queremos preguntarte, de la decena de libros que has escrito, ¿cuál es tu libro favorito y por qué?  

S.C.: No puedo limitarme a uno. De la misma manera que no he tenido un “mejor amigo” nunca, sino muchos, tampoco tengo un único libro favorito, porque, como con los amigos, a cada uno lo quiero y admiro porque algo me resulta imprescindible, me marca y me sigue enseñando. Me constituyen muchas historias, de eso estoy hecha.  

Ahora bien, por supuesto fue increíble tener un primer libro, Entre la historia y la memoria (Conaculta, 2000), que me inició en este quehacer como escritora y que incluyó numerosas y variadas entrevistas periodísticas que había realizado hasta ese momento.  

Otro, fundamental, es Trazos y revelaciones (2003), que publicó el Fondo de Cultura Económica y que lo usó como libro de aniversario en sus 70 años. Son entrevistas de largo aliento a quienes trajeron la modernidad artística y cultural a México después del muralismo, entrañables amigos todos ellos: Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Juan Soriano, Gilberto Aceves Navarro, Roger Von Gunten, Leonora Carrington, Francisco Toledo, Alberto Gironella, Joy Laville y José Luis Cuevas. Las semblanzas, que además se acompañan de obras de arte y fotografías, te permiten sentir que estás tomando un café con cada uno de ellos. Es una joyita que adoro.  

Me fascinó haber sido la biógrafa de Lorenzo Servitje, la “testigo de su vida”, como él decía. Primero escribí Al grano. Vida y visión de los fundadores de Bimbo, cuya edición yo cuidé hasta el último detalle publicándola yo misma en aquel 2008 con mi propia editorial (Khálida Editores), convirtiéndome en marchanta de libros; y luego, hice 100 Rebanadas de sabiduría empresarial (Ed. Conecta, 2020), que cierne el pensamiento de don Lorenzo, con quien tuve una larga amistad. De hecho, este libro fue un regalo que le hice a don Lorenzo, unos meses antes de morir. 

También adoré Israel a cuatro voces, Conversaciones con Amos Oz, David Grossman, AB Yehoshua y Etgar Keret, porque leí a profundidad la obra de estos gigantes y tuve largos encuentros con ellos, que me permitieron entender la realidad de Israel, su historia, sus miedos, frustraciones y fuentes de esperanza, a partir de la intimidad de estos grandes escritores.  

Esperanza Iris. Traición a cielo abierto, me obligó a reinventarme. Y, por supuesto, Ese instante ha sido un hito en mi carrera. Hay otros libros en mi trayectoria: la biografía de Sergio Ramírez, el líder intelectual del sandinismo; la de Granados Chapa… En fin, son muchos y muy variados. 

G.A.: Algunos de los libros que mencionas, por ejemplo, Por la izquierda. Medio siglo de historias en el periodismo mexicano contadas por Granados Chapa (2017) o Al Grano, que luego fue publicado por Planeta, entre otros más, los hemos reseñado en nuestra sección de libros de la revista Generación Anáhuac y ha sido un gozo muy grande leerte.  

S.C.: Sabes, para mí ha sido muy importante escribir de aquello que a mí me importa, de lo que me ha marcado, de quien me enseña, sin aceptar estereotipos o etiquetas. Hablar de izquierda o de derecha sin corsés que caricaturicen o constriñan, sin prejuicios. Es decir, entrar con la misma inocencia y ganas de aprender a un pensamiento de izquierda como fue el de Granados Chapa, como a un pensamiento más orientado a lo empresarial, como lo hice con Lorenzo Servitje. Por supuesto, también incursionar en el arte, la cultura, la política, la ciencia, la medicina, sin miedo al juicio de los pares, sin limitarme a un solo ámbito. Soy muy inquieta, me gusta emprender retos y eso me permite vivir con adrenalina y pasión, nunca aburrirme.  

G.A.: Esto que mencionas resulta muy importante. Por eso no es casual el haberte hecho la pregunta sobre tu versatilidad, la cual está realmente reflejada en una orientación tan diversa, en la producción de tus obras. Silvia, como egresada Anáhuac te quiero preguntar ¿qué es lo que te dio tu universidad y qué permanece en la obra que has desarrollado? 

S.C.: Me dio una formación y un oficio que luego completé con una maestría en la Ibero. Quien me conoce sabe que yo quería estudiar un mundo de carreras, que no sabía por cuál decidirme y que acabé en Comunicación por una cuestión meramente circunstancial.  

De hecho, ya habían comenzado las clases cuando, desesperada por no saber si estudiar Biología, Letras, Psicología, Historia del Arte o Nutrición, carreras en las que estaba inscrita en una infinidad de universidades, acepté el consejo de un tío que, con argumentos sumamente cuestionables, me inclinó a elegir Comunicación.  

Me dijo que no podía ser psicóloga porque me involucraba mucho en los problemas de otros, que no debía estudiar Biología porque no tenía futuro entre las cuatro paredes de un laboratorio, que si quería Letras o Arte pues que me pusiera leer o a ver exposiciones…  Afirmó que existía una “carrera nueva”, ¡claro que no era nueva!, que era Comunicación y que seguro era mi opción.  

Estaba tan confundida que le hice caso, a pesar de que todo lo que argumentó hoy sé que era rebatible. En la Anáhuac estaba inscrita en Psicología y las clases ya habían comenzado hacía dos semanas. Llegué con el rector para que me permitiera entrar a Comunicación. Me dijo que era la carrera con más estudiantes y que el cupo estaba totalmente lleno. Al ver mi certificado de preparatoria que era de excelencia, diez cerrado, cambió de opinión. Se rió y me dijo: “Y esto, ¿quién te lo regaló? Vete a inscribir.” Según yo, iba a cursar algo científico al mismo tiempo, quizá Biología en la UNAM para ser genetista, pero me casé muy pronto, en quinto semestre, y para séptimo ya había nacido Salo, a quien llevaba a clases dormidito en su bambineto. De séptimo a décimo jugué a ser estudiante y mamá en los salones de clase. Así que imagínate cuánto me determinó la Anáhuac, son muchos recuerdos.  

Comunicación, además, me dio una barnizada de muchísimos temas, me dio amigos, un sentido de pertenencia, un espacio de desarrollo con profesores inquietos, divertidos, entrañables, con pasión por sus materias. Fue una generación muy dinámica y propositiva. Eran los tiempos en los que a Comunicación ingresaban los más creativos, los contestarios, los que objetaban el deber ser, el establishment. Y bueno, pues todo ello me formó, me permitió ver la vida desde otro rincón, sumando ópticas y visiones de mundo. 

Por eso me dio tantísima satisfacción, enorme orgullo, que Carlos Rivapalacio y Laura King, director y coordinadora de la carrera de Comunicación, vinieran a mi casa en 2015 a decirme que me habían elegido como merecedora de la Medalla Liderazgo Anáhuac en Comunicación. Fue un reconocimiento que me llegó al alma, no tuve y no tengo palabras suficientes para agradecer la deferencia.  

G.A.: Para entonces ya habías recibido el Premio Nacional de Periodismo 2005 y habías sido tres veces semifinalista del Premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que convocaba Gabriel García Márquez. Quisiera hacerte una última pregunta. Como sabes, la Revista Generación Anáhuac llega a toda la Red de Universidades Anáhuac. Por ello, te pido un mensaje dirigido a los estudiantes de Comunicación de todas nuestras universidades en el país. ¿Qué querrías decirles en este feliz momento al recibir este nuevo reconocimiento del International Latino Book Awards? 

S.C.: Que persigan sus sueños con fruición, que construyan escaleras para conquistarlos. Que se pongan metas muy claras a corto, mediano y largo plazo, y que alineen todos los cartuchos de su vida para poner foco y lograr aquello que se propongan. Que sepan que la suerte existe, pero que el éxito en realidad tiene más que ver con la dedicación, la entrega y la capacidad de no darse por vencidos. Con la prudencia y la humildad. Con la disciplina, inteligencia y pasión que impriman en su camino. Les diría que crean en sí mismos, que sonrían, disfruten, amen y sigan adelante. Que no se intimiden ni se crean superiores. Que la vida es hoy, que la suerte es estar aquí y que bien vale la pena vivirla. 

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