La Ciudad de México es una verdadera joya, si hablamos de historia y memoria, entre muchas otras cosas que le dan ese aire de leyenda y mito, mezclado con realidad. Sin embargo, hay ciertos espacios desperdigados por toda la mancha urbana que nos llevan irremediablemente a un ambiente extraño, pero sumamente agradable. No podemos decir que regresamos al pasado, pero tampoco que viajamos a la provincia, pues tienen una atmósfera muy especial, muy peculiar, que los convierte en espacios dignos de una (o más) visita, para todo aquel que quiera conocer el alma de esta gran ciudad
A una corta distancia de la gran ciudad de Tenochtitlan, en la época de los mexicas, existía un pequeño islote en donde se encontraba el pueblo prehispánico de Aztacalco. En este espacio, como muchos otros de la época, se comerciaba y mantenía contacto con la gran capital mexica, pero sin perder sus características y cultura particular. Años después, con la llegada de los invasores españoles y el establecimiento de la Colonia, este pueblo formó parte de la gran ciudad de México, que apenas comenzaba a crecer. Sin embargo, los pobladores se negaron a formar parte de esta nueva civilización, y muy a su modo, se mantuvieron apartados del movimiento urbano. A pesar de sus esfuerzos, después que el lago fuera desecado, el pueblo de Aztacalco se unió al resto de las poblaciones, pero sin perder su peculiar autonomía.
Durante la Colonia, el recorrido que hoy conocemos como Avenida Chapultepec se encontraba sumamente arbolado, por lo que los pobladores de la época comenzaron a llamar este espacio escondido como la “Romita”, por recordarles el paseo arbolado a uno que visitaran antes en la ciudad de Roma Italia, y así es como se estableció el nombre que este espacio llevaría en el futuro: la Plaza Romita.
A pesar de estar rodeado por una zona con una gran cantidad de movimiento, tanto de autos, como de personas, que es la colonia Roma, al entrar a la pintoresca Plaza Romita se respira un ambiente de paz, calma y tranquilidad, como entrar a un pequeño oasis...
Hoy podemos visitar este espacio, ubicado entre las calles de Puebla, Morelia, Durango y avenida Cuauhtémoc, a un par de cuadras de la Avenida Chapultepec, y muy cerca de la estación del metro Cuauhtémoc, de la línea 1. Es curioso, ya que a pesar de estar rodeado por una zona con una gran cantidad de movimiento, tanto de autos, como de personas, que es la colonia Roma, al entrar a la pintoresca Plaza Romita se respira un ambiente de paz, calma y tranquilidad, como entrar a un pequeño oasis, en donde podemos descansar del ajetreo de la ciudad y las prisas de la vida moderna.
El adoquinado de la calle, junto con la pequeña placita que se abre ante nuestra vista, con una hermosa y sencilla fuente circular rodeada de bancas, nos dan la bienvenida a este hermoso rincón de la mancha urbana. Destaca ante nuestra mirada un pequeño templo con una sola torre, que ha tenido varios nombres a lo largo de la historia. Inicialmente se le conocía como Santa María de la Natividad Aztacalco, retomando el nombre del pequeño islote prehispánico. Más adelante se le nombró como San Cristobal del Verbo Encarnado, y finalmente se estableció el nombre de San Francisco Xavier, como se le conoce hoy en día. Este templo, el cual funciona de forma regular, podemos conocer el crucifijo del altar mayor, que se dice, fue creado en el siglo XVI, y traído por órdenes del monarca de España a nuestra ciudad.
Otro dato curioso de esta pequeña placita es que fue elegida por el afamado cineasta Luis Buñuel para filmar algunas de las escenas de la película Los Olvidados, una de nuestras joyas si de cine nacional hablamos. Como recuerdo de esto, en la casa de cultura que acompaña a la plaza podemos leer una placa, que aunque pocos conocen, es digna de reconocerse.
Si bien la ciudad creció de forma exponencial a lo largo del siglo XX, la Plaza Romita es uno de esos espacios que ha resistido el paso del tiempo, pues se sigue manteniendo como un rincón con una peculiar magia para sus habitantes y visitantes. Y si todo lo anterior no los ha convencido de visitar esta plaza, les recomiendo ir a conocerla un sábado o domingo por la mañana, cuando un pequeño restaurante ambulante se instala en una de sus calles, donde podrán probar deliciosos platillos mexicanos, como quesadillas al comal, enchiladas, arroz rojo o un exquisito café de olla que no pueden perderse por nada en el mundo.