Palabras y frases del breviario cultural mexicano
El lenguaje es una realidad maravillosa. Todavía más, el idioma español. Pero tenemos peculiaridades únicas y excepcionales en el modo como hablamos los mexicanos. El breviario cultural mexicano conoce expresiones, frases y locuciones que vale la pena recordar y no perder de vista. Haremos aquí un breve recuento.
Comencemos por los refranes. Tan antiguos como atinados, es por ello que han pervivido los siglos y las generaciones. Hemos mencionado uno en el título, “no hables de la soga en casa del ahorcado”, que equivale a decir que no es correcto hablar de aquello que incomoda o puede ofender a otro. Este dicho es ya mencionado hace 500 años en la celebérrima obra Don Quijote de la Mancha, del inmortal Cervantes. Habiendo perdido su burro el bueno de Sancho Panza, afirma: “Digo que en todo tiene vuestra merced razón, y que yo soy un asno. Mas no sé yo para qué nombro asno en mi boca, pues no se ha de mentar la soga en casa del ahorcado".
En la misma obra, el personaje Ginés de Pasamonte, señala “(...) pero pensar que hemos de volver ahora a las ollas de Egipto digo, a tomar nuestra cadena, y a ponernos en camino del Toboso, es pensar que es ahora de noche, que aún no son las diez del día, y es pedir a nosotros eso como pedir peras al olmo”. Es fascinante que después de cinco siglos, con naturalidad, comprendiendo plenamente su sentido, sigamos utilizando esta frase, tan breve y expresiva.
Existe otra expresión que a más de uno puede parecerle un tanto oscura, en su origen: a ojo de buen cubero. Todos sabemos que esta frase se utiliza para calcular algo por intuición o de manera inmediata, sin acudir a algún método formal. En efecto, la cuba era un recipiente en el que se conservaban diversos líquidos. El cubero era el responsable de las cubas y quien tenía el deber de conocer su capacidad y precio. El ojo del cubero debía estar sumamente entrenado para calcular los volúmenes y el valor de los líquidos. De esta manera, a ojo de buen cubero quiere decir, como dijimos, calcular de inmediato, pero con conocimiento de causa y experiencia.
También, todos entendemos lo que quiere decirse al hablar de alguien que viene hasta las manitas, aunque el origen de esta frase no sea evidente. En el siglo XIX, el pulque se distribuía envasado en pellejos de cerdo. La piel del animal se curaba, de tal modo que se mantenía íntegra, excepto la cabeza. Al llenarse del espeso líquido, las “piernas” se inflaban y había que cubrir todo el volumen, hasta las manitas, que era el límite seguro para transportarse. Entonces, cuando un bebedor de pulque se excedía y mostraba síntomas de embriaguez, se decía que estaba hasta las manitas: lleno de pulque,como un pellejo de pulquero.
Otra expresión típicamente mexicana es está cañón. Personalmente, considero que se trata de una homofonía con otra palabra muy elocuente del vocabulario mexicano y que se refiere al macho cabrío, que por pudor no hemos de escribir. Aquella es una frase polisémica. Puede significar que algo es de muy alta calidad. También puede señalar que algo es exageradamente complejo. La he escuchado también referida a una persona que tiene grandes habilidades. En todo caso, en un párrafo no hemos de agotar la riqueza expresiva de una frase como aquella.
Una expresión mexicana más es me late. En muy diversas culturas el sitio de la intuición es el corazón, y es también el lugar del que nacen los gustos y el amor. Cuando algo nos late, es porque nos parece bien, estamos de acuerdo, nos suena adecuado. Ahora bien, una de las partes más divertidas de nuestro idioma es que podemos utilizar alguna palabra que rime, solo para enriquecer la expresión. Así nace me late chocolate, la cual es verdaderamente intraducible en su literalidad.
HABLEMOS AHORA, NO DE FRASES, SINO DE ALGUNAS PALABRAS MUY MEXICANAS.
Comencemos por una que ha circulado abundantemente en redes sociales en fechas recientes, apapachar. Se ha querido traducir la palabra por “acariciar con el alma”, pero en realidad no hay fundamento alguno para afirmar esto. La palabra proviene del náhuatl patzoa, que remite a los cariños que se hacen a los menores. Por una repetición de la primera sílaba tendríamos papatzoa y de ella, apapacho. El apapacho es un gesto de cariño y bondad, de consuelo y de solidaridad, que solo entendemos los mexicanos.
Mario Moreno Cantinflas nos mostró un nuevo modo de poder y de expresión de nuestra lengua: la capacidad de pronunciar numerosas palabras para, literalmente, no decir nada. Ese modo rico, abundante, torrencial de hablar, que se recrea en giros inesperados y que no expresa algo en concreto, da origen al verbo cantinflear. El cantinflismo surge, en la mayor parte de los casos, como humor involuntario. La persona pierde el hilo de lo que está diciendo y habla sin sentido, sin sensatez, sin coherencia y sin poder detenerse. Como el gran maestro Cantinflas.
Ahora una palabra soez, pero que podría no serlo tanto. Se trata del omnipresente güey. Su uso es común hoy entre hombres y mujeres, hecho del que omito cualquier comentario. En todo caso, se ha discutido su origen. Evidentemente, la palabra parece remitir al buey, animal robusto y torpe, manso y dócil. Sin embargo, no se puede rastrear este origen con certeza. Su uso exclusivo en Latinoamérica parece decirnos algo acerca de
su origen no hispánico. Yo sería partidario de otro origen: la lengua náhuatl. El término huey se aplica a las personas a las que merecen respeto. Sería equivalente a Don o Doña. Creo que es más probable que este término, prácticamente homófono al que comentamos, se haya convertido en un modo de referirse a los otros, adquiriendo
incluso una implicación despectiva. Pero esto tampoco se puede probar suficientemente. La discusión seguirá abierta por algún tiempo.
¿Y por qué no terminar este viaje por el mundo de las letras con un par de palabras de origen prehispánico que se usan en todo el mundo? Quiero recordar aquí tan solo dos. La primera: chocolate. Esta palabra se deriva del náhuatl. Aunque las palabras precisas aún se discuten (xocolatl, cacáhuatl y otras), es un hecho que es un término derivado de la lengua nahua y que actualmente es de uso universal: sjokolade (en noruego), czekolada (en polaco), shokolad (en armenio) y así podríamos continuar.
La segunda palabra: huracán. Se trata de un término de origen maya (aunque hay lingüistas que lo discuten, para no variar). Se encuentra en el Popol Vuh y significa corazón del cielo (¡hermoso!, ¿no es cierto?). Es una palabra que también encontramos en muy diversos idiomas, casi con perfecta homofonía: orkaan (en neerlandés), hairicín (en irlandés), heolikein (en coreano) y un largo etcétera.