Hoy la gente busca tener éxito y realizarse y para ello hay muchos tipos de relación. Martha prefiere vivir sin marido ni hijos, está segura de no morir sola, eso es casi imposible –dice– con tantas redes sociales. Éstas arrojan cientos de páginas en las que hombres y mujeres se divierten o buscan candidatos para una relación a largo plazo. Existen los swingers o intercambio de parejas sexuales o de compañía. Pero están también las relaciones híbridas, “parejas abiertas” o “mono/no-mono”, en que uno es monógamo y da libertad al otro para relacionarse con terceras personas. Si alguien no está a gusto con su sexo puede optar por la “flexisexualidad”: hoy hacer de chico y mañana de chica rumbo a unas relaciones más abiertas. Otra posibilidad son las citas múltiples o “probar antes de usar”. Quien decide superar la “vulgaridad esa del sexo” puede elegir el poliamor que consiste en amar a varias personas, a veces dando prioridad a unas sobre otras… Hay cada vez más tipos de relaciones que las vuelven inclasificables.
Se dice que el matrimonio no sirve para realizarse, ni siquiera las parejas, pues demandan demasiado, tienen que compartir horarios y casi todo, discuten siempre sobre los propios proyectos. Muchos esperan que la pareja atienda todas sus necesidades sexuales, emotivas, existenciales y que les haga felices, como eso es imposible, se desengañan de la relación y se separan para volver a empezar con otra persona y quizá volver a fracasar. Otros se contentan con una relación “oficial” y una que otra cana al aire y romper la monotonía.
¿Matrimonio tradicional? No gracias
El primer problema es que en cuestiones de amor y matrimonio hemos vivido de cuentos de hadas. Durante siglos, se nos ha enseñado que el amor y el matrimonio no tienen mucho que ver entre sí y que el amor se realiza fuera del matrimonio. Hay que recordar que hasta el siglo XVIII, los matrimonios eran arreglados, tenían la función de fusionar o construir grandes familias. La familia decidía con quien se casaban sus miembros y el individuo apenas elegía.
Es curioso pero los fracasos y divorcios aparecieron con el matrimonio elegido libremente “por amor”, al acabar con los matrimonios arreglados.
Es curioso pero los fracasos y divorcios aparecieron con el matrimonio elegido libremente “por amor”, al acabar con los matrimonios arreglados. Mas tarde, en el romanticismo todas las historias de amor terminan en la boda, el matrimonio se convierte en la tumba del amor. Se comienza a percibir el matrimonio como una forma de realización personal.
La educación religiosa no ha mejorado las cosas, y casi se ha limitado –salvo dignas excepciones– a imponer normas morales y reducir el matrimonio a contrato, sobre todo en las sociedades puritanas. Tiene muy poco que ver con la auténtica concepción cristiana de la vida, del amor y del matrimonio.
¿Modernos o tradicionales?
La pregunta es de por sí inadecuada, en una cuestión tan importante como el amor no se trata de dejarse llevar por las modas e imitar a los famosos, que suele ser gente muy original y moderna pero infeliz. Pero tampoco limitarse a una moral poco razonada e impuesta desde fuera. Ese es el punto.
Todos queremos realizarnos y ser amados y eso es legítimo pero quedarse en eso, lleva a una trampa tan común como terrible: el egoísmo y el miedo a amar. Decía Sartre que el amor implica siempre peleas: cada uno quiere que el otro ame y como amar es querer ser amado, no se da cuenta que el otro quiere ser amado y esto crea la eterna insatisfacción de los amantes. Es el insecto que no logra salir por las paredes del frasco.
La verdad es que el matrimonio no “sirve para” realizar-se. Pero ¿acaso los nuevos tipos de relación realizan a la persona? ¿No la sumergen más bien en la angustia y el sinsentido del egoísmo? El egoísmo significa usar a los demás para el propio beneficio y solo engendra frustración. ¡Cuántas personas deprimidas por sentirse usadas!
Desafíos
El primero es saber que en el amor hay mucho de aprendido y poco de decisión personal. Se copian los modelos matrimoniales y los nuevos tipos de relación, sólo por ser diferentes, modernos o por instinto.
El segundo es la urgencia de prepararse para amar. Todos necesitamos ser amados pero la verdadera necesidad vital es amar, donarse. Por eso la gran tarea existencial de cada uno es aprender a amar. Hoy se aprende de todo menos a amar. Es paradójico pero la felicidad y la realización personal se logra, no en recibir sino de dar. Esperar ser amados sin amar sólo conduce a la angustia de no ser amados y al basurero del amor y eso es lo que domina en los nuevos tipos de relación.
Tercero, hay que superar la imposición de ser “modernos”, pero también la inercia de los modelos matrimoniales caducos, urge prepararse para amar. Amando. El amor además y por encima de sentimientos, pasiones, es una historia entre dos. Es hacer del otro mi proyecto, proyectarnos juntos y no usarlo para mis proyectos egoístas. No consiste en realizar-se sino en proyectar al otro, en promoverlo. Sólo así se construye la historia siempre a futuro.
Cuarto, el ser conscientes de que el espacio natural del amor es el auténtico matrimonio, donde se forma la familia y se promueve al más débil que son los niños. No todos están llamados al matrimonio pero todos estamos hechos para amar. El egoísmo y el uso del otro no conducen más que a la insatisfacción. La solución no es acabar con el matrimonio sino introducir el amor en él.
Con todo esto, ¿no nos quedamos en la cáscara de lo humano, en la búsqueda de un éxito chato, descuidando el verdadero sentido de vida? ¿No nos quedamos en el deseo descuidado el anhelo? Hay que bajar a una antropología adecuada y una sana teología del amor.
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