La Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020 declaró que era una pandemia por COVID - 19 cuando informó que había 4291 muertos y 118 000 casos en 114 países. Vivíamos una verdadera emergencia de salud pública de trascendencia internacional que nos afectó a toda la humanidad impactando
todas las áreas de nuestra vida, principalmente cambiamos costumbres, hábitos de higiene y seguridad, formas de trabajar y las tradiciones familiares. Tuvimos grandes aprendizajes, en el sector salud, en tecnología, en nuevas formas de organizarnos, en protegernos, en hábitos de higiene personal, en el uso de un cubrebocas, y de gel, la forma de saludarnos y nuevas formas de convivencia.
Todos en algún momento de nuestras vidas, nos enfrentamos a adversidades que cambian toda nuestra estabilidad y nos preguntamos cómo continuar. Son periodos de crisis que introducen caos e incertidumbre
en nuestra vida y nos obligan a generar cambios en
nuestra forma de ver, pensar y actuar: son oportunidades de crecimiento y de esas experiencias aprendemos a ser mejores. Pero estos cambios nos deben llevar a un nivel más de perfección, a ser mejores personas y a introducirnos a la esencia de nuestro ser para que no sean cambios superficiales o solo de conductas, sino de forma de ser.
Ahora al final del segundo año de pandemia nos ha dejado muchas lecciones, yo diría que más profundas
que las del primer año, pero no siempre hemos tenido la capacidad de aprenderlas, descubrirlas o incorporarlas en nuestras vidas. Como leemos en el libro El principito el gran secreto:
“solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.
Quiero compartirles algunas reflexiones, que podemos tomar como lecciones importantes que hasta ahora nos ha dejado este tiempo de gran prueba, pero que sin duda puede ser de grandes ganancias que debemos conservar en nuestro interior con cuidado y compromiso de cara a ser mejores personas y a enfrentar mejor los desafíos que se nos presentarán en el futuro. Son lecciones que pueden reorientar nuestra vida y que debemos abrir el corazón para comprenderlas y hacerlas nuestras:
La crisis como oportunidad. Cuando hay una dificultad hay una oportunidad.
Albert Einstein aseguró que “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque la crisis trae progresos”. Hay momentos en la vida en que, para ganar, es preciso perder y entrar en crisis. Si comprendemos que la crisis es el punto de preparación para un amanecer que puede ser mejor, antes de salir el sol hay obscuridad, si nos preparamos aun cuando no se puede ver con claridad, aceptando el desafío y esperando contra toda esperanza, entonces tendremos la oportunidad de madurar y ser mejores que la versión en la que se está, enriquecido en vida humana y divina.
Lo pequeño y lo invisible puede ser determinante.
Esta pandemia nos enseña que lo pequeño y lo casi invisible puede llegar a ser determinante en la vida, el mismo virus por su tamaño casi imposible de reconocer, cambio todo un mundo. Pero hay que aprender a mirar y valorar más lo positivo que lo negativo, por ejemplo, nos impacta más la enfermedad, pero es más grande la salud. Aprendamos a sorprendernos por el bien más que por el mal. Cuidemos porque es más fácil olvidar un regalo que una desgracia. Veamos que nos trajo la pandemia para valorar tantos detalles que teníamos olvidados porque ya estábamos acostumbrados. Escribamos toda la riqueza que hemos aprendido en cada detalle durante este año, para no desecharla de nuestras vidas, porque es la base para la felicidad y transformación de un corazón agradecido.
Ralentizar el ritmo de la vida.
La clave no es solo ralentizar el ritmo de vida, sino también lograr concentrarte en lo que estás haciendo en el momento presente. Si logramos controlar el reloj interno de cada uno, se ralentiza la percepción, la memoria y la capacidad de admiración se perfecciona. En esta vida es necesario parar de vez en cuando, para analizar en donde estamos y hacía donde vamos, a veces parece que caminamos y caminamos por la vida dejándonos llevar por los compromisos y afanes de cada día, sin pensar hacía donde vamos y saber cómo estamos, o si debemos hacer cambios.
La pregunta del sentido es esencial para que nuestro vivir tenga un propósito y trabajemos para no perdernos de la meta a la que queremos llegar. Descubre tu misión y vocación porque si vives desarrollándola podrás lograr la plenitud. Sin la trascendencia no podemos descubrir el sentido de la vida ni hacía dónde vamos.
Recobrar la vocación de eternidad.
Necesitamos vivir las crisis y esta pandemia desde la Fe, en base a eso la última palabra no es la muerte, sino la Resurrección. Es la victoria que tenemos como herencia, todo lo que no podemos comprender debe mirarse desde la fe para darle sentido al dolor y a los acontecimientos incomprensibles para la lógica. No olvidemos que aun cuando ha subido la edad de la expectativa de la vida somos finitos y un día terminará nuestra vida en este mundo. No hay que autoengañarnos hacía donde vamos y cuál es nuestra meta. Recordemos que es una etapa de vida temporal para continuar en la vida eterna.
Hay que retomar la vocación de eternidad porque te permite cambiar la mirada y el sentido de esta vida, si se recuerda que tenemos una vocación de eternidad se hará
el planteamiento de la vida en clave a eso, la preparación para ese momento será algo natural y cotidiano, será secundario a que edad o de qué se murió, en una pandemia o en un accidente, lo importante es la eternidad.
Necesitamos de la solidaridad y de la compasión.
Hemos aprendido desde el dolor y sufrimiento en esta pandemia que la compasión es clave para abrirnos con esperanza para mirar futuro mejor, eso lo lograremos cuando todos nos sintamos parte de un mismo equipo, es decir, vivir en comunidad, ser solidarios. Las formas de convivir han cambiado y para estar todos bien, no solamente debo pensar en mí, sino en el otro. Y en ocasiones el otro pensará diferente a mí, por eso es momento de buscar el bien común, lo mejor para todos, hay que ser solidarios.
En los momentos de crisis se despiertan los mejores sentimientos del hombre, en esta crisis han surgido en los corazones de los hombres: el buscar el bien, la bondad, el amor y la paz; es decir, el sentimiento de la compasión, que no solo es sentir con el otro o sentir pena por él, sino que es padecer con el otro, integra y perfecciona a la solidaridad porque se abre a la misericordia. Misericordia es la capacidad de acompañar a la persona para transformar su vida, en la Biblia la palabra misericordia semánticamente se refiere al corazón y a las entrañas, porque es la capacidad de nacer de nuevo, es la misericordia la que nos recrea y nos permite nacer mejores, nos impulsa a ayudar al otro a nacer de nuevo.
Ahora sí, después de que tu decidas cómo vas a ser después de la pandemia, quiero comentar que, necesitas de la familia, necesitas de la unidad. Sin unidad no hay identidad que te de seguridad. Es por esto por lo que el ideal de la unidad es la familia. No lograremos crecer sin un principio de unidad, que implique la integración
y solidez de un proyecto de vida en común. Es en la familia donde se fortalece una participación basada en la aceptación incondicional del otro que se presenta como diferente, cada miembro de la familia es único y especial, es aceptado y pertenece a esa unidad. La unidad de la familia provoca la forja de personas íntegras.
La familia se expande hacia afuera, a la sociedad, proyectando a las personas libres y virtuosas que ha formado. Y se extiende hacia adentro, creciendo con el desarrollo de cada miembro, cuidando tiernamente al herido, asumiendo esa lesión como propia y aprendiendo a convivir con cicatrices compartidas.
Esto afirma el sentido de vida, siendo la escuela más noble para la vida. Lo valioso es siempre volver a la familia, vivir en familia principalmente lo momentos difíciles porque es ahí donde aprender a ser personas, las mejores personas capaz de vivir cualquier reto que se presente en tu vida.
Pudiera decirles que vivimos en estos últimos dos años una situación excepcional que nos puede afectar emocionalmente, hemos estado en una lucha donde nos hemos desgastado, pero puedes tener la libertad de elegir la respuesta que quieres para tu vida y para tu familia: Puedes paralizarte por el miedo y la desesperanza, o puedes interiorizar para encontrar los para qué de este acontecimiento en tu historia personal y decidir si quieres ser mejor el próximo año que va a iniciar. Toma estas cinco lecciones que la pandemia nos ha dejado, busca unas nuevas que te conecten más, pero no dejes de aprovechar este tiempo de aprendizaje para lograr la mejor versión de tu persona y para enriquecer a tu familia.