Porque, si es verdad que “somos lo que comemos”, como decía Brillat-Savarin, no podemos dejar de reconocer que pocas expresiones culturales nos definen con tanta claridad como la comida que preparamos y comemos. Nuestra gastronomía entonces se trata de nosotros mismos, más la suma de la esencia de todos los que nos han antecedido y las mesas que hemos compartido; cada plato servido es una afirmación de identidad.
EL LENGUAJE DE LOS ALIMENTOS
No hay gesto más generoso que invitar a otro a acompañarnos en el comer, compartir no solo el alimento, sino también el resguardo, la seguridad y el pan, que no es otra cosa que el sustento mismo, es la vida; un invitado a la mesa es, por un corto lapso, responsabilidad del anfitrión, cuyo interés no debe ser otro que el aprovechar ese espacio para presentarse con amabilidad a sí mismo ante el otro a través de un lenguaje que sobrepasa a las palabras, la comida.
Y no debe extrañarnos que esta estrategia de compartir el pan con la intención de fortalecer el entendimiento entre distintos haya sido desde el inicio de los tiempos un recurso para fomentar el respeto y la paz; en la actualidad, los internacionalistas hablan con frecuencia de un concepto que se consolida en el diálogo mundial: la gastrodiplomacia, que la doctora Wantanee Suntikul, de la Universidad Politécnica de Hong Kong, define como las políticas y prácticas que Estados y actores no estatales realizan con la intención de crear referencias positivas hacia la marca nacional entre los públicos extranjeros y en el turismo específicamente, valiéndose de las interacciones de los visitantes con las expresiones gastronómicas nacionales.
La gastronomía se reconoce como el lado más amable y universal del acercamiento intercultural, comer lo que come el otro puede lograr que, aunque sea por un momento, nos asemejemos, incluso aun cuando no hablemos la misma lengua ni profesemos la misma fe; la comida une.
Dice la leyenda que la salsa Mil Islas se originó en la región de mismo nombre, entre la frontera de Estados Unidos y Canadá, durante la Guerra de los 7 Años (1754-1763), en donde ingleses y franceses se enfrentaron por motivos territoriales. Aquellos lejanos y despoblados paisajes lograban que algunos soldados de bandos opuestos por la noche convivieran en secreto y compartieran sus historias y sus salsas, mezclando así la mayonesa francesa y la salsa de tomates de los ingleses, para crear la forma primigenia de la salsa que ahora lleva el nombre Mil Islas.
LA COMIDA: UNA ESTRATEGIA DE LOS ESTADOS
En el ámbito de las relaciones internacionales, la gastrodiplomacia es una de las estrategias de los Estados y se aprovecha para ejercer el Poder Blando o Soft Power, que se contrapone al Poder Duro o Hard Power; es decir, lograr un mejor entendimiento entre culturas a través de la comida y de compartirla. Presentarse ante otro por los rasgos propios de la identidad favorece una opinión positiva, mientras que el Poder Duro se refiere a imponer ideas o ejercer acciones a través de la fuerza o propuestas impositivas. La estrategia del Poder Blando suele ser más humana y emocional, inspira respeto y promueve el entendimiento mutuo, se vale de las expresiones culturales, de las artes e incluso de las fiestas populares, a diferencia de las estrategias agresivas que suelen generar miedo y no tienen un efecto tan duradero y universal.
La bondad de la gastrodiplomacia permite involucrar no solo a las esferas de autoridad, también es una posibilidad abierta para todos, y en el turismo son palpables los beneficios, ya que una de las mejores formas de lograr el aprecio es precisamente a través de la oportunidad de comprender mejor aquello que nos parece desconocido y descubrir que hay elementos comunes que nos hacen semejantes y que las diferencias no provocan lejanía, al contrario, enriquecen la cultura universal.
GASTRONOMÍA MEXICANA
En el caso de nuestro país, la gastronomía es uno de los pilares más sólidos de la identidad cultural, pues refleja la inmensa biodiversidad presente en nuestro territorio y nos habla de las variadas formas de transformar los ingredientes animales y vegetales por los distintos grupos sociales que lo habitan.
El reconocimiento otorgado por la UNESCO en el 2010 a la cocina tradicional, cultura comunitaria, ancestral y viva –El paradigma de Michoacán– ha puesto a México en el plato. Esta distinción no solo ha provocado que más y más viajeros elijan a nuestro país como destino para sus próximas vacaciones, sino que también hay un creciente interés en el extranjero por conocer mejor la auténtica cocina mexicana, incluso vemos cómo se desdibuja paulatinamente la idea de comida tex-mex como sinónimo de cocina mexicana.
Asimismo, en el interior del país se ven cambios importantes, un mayor interés por la investigación seria, estima por las recetas de antaño, recuperación de técnicas culinarias y utensilios únicos, producción editorial y audiovisual sobre las muchas y distintas cocinas presentes en México y con ello, por supuesto, un creciente sentimiento de orgullo de pertenencia y respeto por la gastronomía que nos da identidad.
De este modo, la comida o, mejor dicho, la gastronomía se va consolidando como un referente de México y de lo mexicano, fortaleciendo la marca país de manera tangible. Hoy, México es sinónimo de comida deliciosa, exótica, de mesas hermosas, de pláticas extendidas en sobremesas prolongadas, sabores por probar y viajes por realizar tanto por turistas nacionales como internacionales.
Gracias a la gastrodiplomacia, la marca México país se construye y posiciona sobre temas amables, que además promueven la actividad turística y, por ser la gastronomía una actividad con incidencia en muchos ámbitos, fortalecen la economía.
Varios países han tomado ventaja de esta estrategia, así es como Perú se relaciona con ceviches y ajíes, mesas coloridas, pisco y camaradería. Tailandia es hoy un referente de los placeres del buen comer y sabores exóticos, así como Rusia nos deja conocerla a través de sus preparaciones culinarias.
Son muchas las naciones que se están presentando al mundo con su mejor cara, poniendo la mesa para compartirla con quien sienta la curiosidad por visitarla, y se muestran abiertas al intercambio, al conocimiento mutuo, a la comensalidad.
Porque, después de todo, comiendo es como se entiende la gente.