Por Maestra Ximena Ávila Ochoa
Coordinadora de Arte y Cultura de la Universidad Anáhuac Cancún
Vivir en una ciudad multicultural es una experiencia muy enriquecedora pues se cuenta con la oportunidad de conocer y apreciar las manifestaciones culturales de diversas etnias y países en un solo lugar. Como cualquier grupo heterogéneo, estas urbes tienen sus ventajas y retos para lograr una coexistencia armónica. ¿De qué manera podemos acercarnos a esa utopía?
Históricamente, muchos de los asentamientos urbanos tuvieron su origen por la convergencia de culturas en sitios que brindaran a sus habitantes una buena calidad de vida. Hoy en día, el mundo entero está viviendo una aceleración del proceso de urbanización en parte por el incremento de la migración. Este desplazamiento puede ser voluntario por buscar una mejor calidad de vida; o una migración forzada provocada por la situación del lugar de residencia que atenta contra la vida o seguridad personal. Es evidente que las migraciones han incrementado el número de ciudades multiculturales.
Las ciudades multiculturales facilitan la creación de conocimiento, la innovación tecnológica y la producción artístico-cultural basada en la mezcla de conocimientos modernos con saberes tradicionales (ONU-Hábitat, 2011). Además, son sumamente atractivas para el turismo. Dentro del listado de los aeropuertos con mayor tráfico aéreo del mundo destaca que muchos se encuentran en ciudades multiculturales (Shanghái, Singapur, Nueva York, Los Ángeles; Cancún, en el caso de México). Esto no es casualidad, sino resultado de la misma esencia de estas urbes donde el intercambio cultural se da tanto en residentes como con sus visitantes. Así, estas ciudades aportan al mundo una red global de multiculturalidad.
En ellas es común que el paisaje urbano se caracteriza por tener barrios de etnias específicas, donde la gente celebra sus tradiciones, manifiesta sus costumbres y se puede degustar hasta su gastronomía, prácticamente es una expresión a menor escala de su cultura. En algunos casos, estos barrios ya se han convertido en parte de los atractivos turísticos de la ciudad generando una derrama económica importante para la ciudad y el país.
Como visitante, sitios así son sumamente atractivos, sin embargo, la realidad de sus habitantes es otra. La mayoría de estos barrios se originaron por los inmigrantes u oriundos de minorías étnicas que fueron segregados por un grupo dominante. La respuesta ante este dominio fue apropiarse de sitios dentro de la ciudad donde pudieran expresar su propia cultura y dejar a un lado la cultura dominante. Desde cualquier perspectiva, este tipo de reacciones y apropiaciones solo generan más división y menos entendimiento de la riqueza cultural que estas ciudades generan para sus habitantes y el mundo.
Tomemos como referencia Cancún, ciudad multicultural desde su fundación que aporta gran derrama económica al país. Con apenas 51 años, este polo turístico reconocido a nivel mundial cuenta con una población compuesta por su gran mayoría de inmigrantes tanto nacionales (destacan Tabasco, Veracruz, Chiapas, Ciudad de México, Yucatán y Oaxaca), como internacionales (Cuba, Argentina, Venezuela, Estados Unidos, Guatemala, Italia, Brasil y España). Las manifestaciones culturales de cada uno de los grupos enriquecen a la comunidad pues se puede disfrutar como espectador o ser partícipe de sus tradiciones.
Gastronomía, costumbres y lenguas, algo que sería difícil congregar en otra parte del mundo. Tanto se puede celebrar la Guelaguetza, el Hanal Pixan o el Halloween, como un festival cultural italiano o una fiesta con música y baile cubano en sitios públicos o privados. Sin embargo, la segregación espacial-económica es muy perceptible desde la traza urbana y la discriminación entre los grupos, específicamente hacia las minorías étnicas se manifiesta en la vida cotidiana. Ejemplo de ello es la relevancia que se da a la cultura maya antigua, sobre todo por beneficio turístico y económico, sin embargo, no se valora de la misma forma a los mayas contemporáneos que son parte de la fuerza laboral de la ciudad.
A esto, se agrega que, algunos inmigrantes, buscan en su cultura un refugio cuando añoran su lugar de origen y lo expresan enalteciendo su cultura sobre las demás; sin detenerse a pensar que todas tienen el mismo valor. Por ello, para que se dé una multiculturalidad armónica se debe iniciar desde lo individual para ir dando paso a lo colectivo. ¿Cómo hacerlo? Ese es el reto. La propuesta: implementación de estrategias que promuevan una real multiculturalidad basada en el respeto y la coexistencia de todas las culturas que comparten el territorio, sobre todo que respondan a las particularidades de su sociedad.
Las ciudades multiculturales son una gran aportación a la sociedad contemporánea, en ellas los inmigrantes han encontrado características y oportunidades para mejorar su calidad de vida. Ese entusiasmo debe ser aprovechado para despertar el interés hacia las expresiones culturales de los grupos que las conforman, sin imponer una cultura dominante ni olvidar la de origen.
"Lo mejor que el mundo tiene está en los muchos mundos que el mundo contiene, las distintas músicas de la vida, sus dolores y colores: las mil y una maneras de vivir y decir, creer y crear, comer, trabajar, bailar, jugar, amar, sufrir y celebrar".
Eduardo Galeano