POR: MAESTRA LEILY DÍAZMACIP SALAZAR
Docente Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y la familia.
Los seres humanos nacemos indefensos e incapaces de hacernos cargo de nosotros mismos, por eso, necesitamos de la familia para sostener nuestro desarrollo. Esta dependencia garantiza nuestra supervivencia y sienta las bases para nuestro crecimiento físico, emocional, motor y cognitivo.
Mientras más regulador sea el sistema en la primera infancia, más autónomos e independientes serán los niños, ya que adquirirán más y mejores herramientas a lo largo de su maduración. La creencia de que el dejar que el niño se las arregle solo —por ejemplo, al llorar— no es beneficiosa, al contrario: los niños buscarán más esta regulación que nunca llega, lo que posiblemente desencadene niveles de evitación frente a sus cuidadores.
Acompañar el desarrollo de nuestros hijos implica mirar y atender sus necesidades y emociones con respeto, empatía y con la misma intensidad con la que estas demandas son lanzadas por ellos, así el entorno se vuelve nutritivo, y vemos florecer la confianza: los menores confían en sus cuidadores para conocer el mundo, y después en sus propias habilidades para explorarlo.
Un verdadero acompañamiento debe de transformarse dando lugar a la confianza, esperanza y creatividad, que nuestros hijos mostrarán al enfrentar la vida y sus retos. Así es que, acompañar el desarrollo de los niños no solo se trata de alimentar y satisfacer necesidades básicas como la higiene y el sueño, acompañar el desarrollo de nuestros hijos es permitir el logro de la confianza en uno mismo, que da pie a la autonomía y autodeterminación habilidades que ganan batallas a diario y en la vida real. Y es que acompañar es mirar, es revelarle al niño que existe y es importante, a través del reconocimiento y satisfacción de sus necesidades. Acompañar el desarrollo de nuestros hijos implica:
1. RECONOCER QUE EL APEGO GARANTIZA NUESTRA SUPERVIVENCIA
Como seres sociales en nuestra naturaleza está inscrito el apego, cuál necesidad básica, necesitamos saber que contamos con otros, que siempre habrá alguien que nos tienda una. mano si las cosas se ponen mal —para un recién nacido o un niño pequeño esto se traduce en esperanza para conocer y luego explorar el mundo, no por casualidad somos la única especie que mama cara a cara—. Solo en esta sencillez del acompañamiento se construyen los verdaderos vínculos que genera una familia y que nos acompañan como individuos el resto de nuestra vida.
2. RECONOCER LA DIGNIDAD HUMANA
Acompañar es, entonces, un modo de ser padre, madre o cuidador, y el cual considera como base de toda elección y estrategia la dignidad humana de los niños. Además, con base en evidencia científica, se acompaña el desarrollo mediante actitudes empáticas y responsables.
3. COMBATIR LA VIOLENCIA EN CONTRA DE LOS NIÑOS
El promover la contención y fomentar el respeto son acciones que fortalecen la autoestima, favorecen el aprendizaje, la autonomía e independencia. El respeto evita la agresión; un niño respetado aprende a respetar.
4. CONSIDERAR LA EVIDENCIA CIENTÍFICA
Una crianza que acompaña, considera ritmos y características individuales e implica criar desde la evidencia y según las recomendaciones actualizadas.
5. CUIDAR DE LA SALUD DE NUESTROS HIJOS
Mediante acciones como ir al corriente con las vacunas, vigilar su desarrollo sano al acudir con regularidad al pediatra o médico familiar, promover medidas de higiene y cuidado personal —el baño, lavado de manos, lavado de dientes, alimentación saludable y actividad física—.
6. REFLEXIONAR SOBRE EL CUIDADO QUE NOS BRINDAMOS A NOSOTROS MISMOS
Esto quiere decir que padres, madres y cuidadores también debemos cuidar de nosotros mismos, dado que la única forma de educar es con lo que somos. Por esto, alrededor y entre las familias que criamos de forma respetuosa se construyen lazos y redes para conversar y reflexionar sobre la crianza. Para criar respetuosamente, los padres y profesionales necesitamos calma y presencia, ser respetuoso primero con nosotros mismos.
7. NO SUSTITUIR, EL PAPEL DEL ADULTO EN CUALQUIER ETAPA DEL DESARROLLO ES ACOMPAÑAR
Preparar el entorno, plantear preguntas que permitan conocer y explorar, establecer el diálogo, permitir la toma de decisiones, evitar ser un obstáculo. Acompañar es caminar junto a nuestros hijos en tareas que le permitan fortalecer su voluntad y gozar de una verdadera libertad.
Lo mejor que podemos meter en la mochila de nuestros hijos es la esperanza, el pensamiento que las cosas pueden salir bien y que ellos pueden confiar en nosotros y en ellos durante todo el camino. Para transmitir este pensamiento y ayudarlos a lograrlo, basta con comunicarles que confiamos en ellos, en su responsabilidad y en el tiempo que les tomará realizar sus sueños.
Cada familia ideará su propio camino, pero, desde mi punto de vista, leerles un cuento, acompañarlos en sus dudas, mirarlos y admirarlos mientras los escuchamos siempre será un regalo. Acompañar el desarrollo de nuestros hijos es mirar al futuro, con los pies en la tierra