El papel de las universidades católicas en la construcción de la paz
Liderazgo Anáhuac en Humanismo
La Dra. María Elizabeth de los Rios realiza un análisis de la importancia de estas instituciones donde se cultiven valores como la compasión, la empatía y el respeto por la dignidad de todos.
Las universidades, especialmente aquellas de inspiración cristiana y católica, enfrentan un reto crucial en nuestros tiempos en relación con su labor educativa y de formación de jóvenes que sean auténticos “artesanos de la paz”, como ha expresado el Papa Francisco. Ante un mundo polarizado e ideologizado donde la desigualdad, la violencia y la exclusión imperan, el papel de estas instituciones va más allá de la transmisión de conocimientos técnicos o científicos para alcanzar una verdadera formación integral, abarcando la búsqueda de la verdad, la justicia social y el respeto a la dignidad humana como pilares fundamentales para construir una paz sostenible y duradera.
La paz que buscamos debe pasar, necesariamente, por la búsqueda de la verdad. San Juan Pablo II, en su constitución Ex Corde Ecclesiae, ya destacaba la importancia de la universidad católica como un espacio de encuentro entre la fe y la razón, donde la verdad se busca no solo como un fin intelectual, sino como un medio para promover la justicia y el bien común. Esta búsqueda de la verdad debe estar orientada por un profundo sentido ético, moviendo siempre a la acción y no solo a la teoría. No se trata únicamente de producir conocimiento, sino de transformar la realidad, atendiendo a las problemáticas sociales, económicas y culturales que afectan la dignidad de las personas. Así, la universidad católica se convierte en un agente activo de paz.
Además, la paz requiere condiciones, una de las más importantes es la justicia social. Factores como la creciente desigualdad, la pobreza y la exclusión no solo debilitan el tejido social, sino que fomentan la violencia y el conflicto. Ante esto, las universidades católicas deben formar en solidaridad, esto es, impulsar iniciativas donde los estudiantes aprendan a poner sus conocimientos al servicio de los más vulnerables. Por eso, las universidades deben ser espacios donde se cultiven no solo habilidades profesionales, sino también valores como la compasión, la empatía y el respeto por la dignidad de todos.
El Papa Francisco recuerda que la paz es una obra artesanal que se construye con paciencia y generosidad, promoviendo el diálogo y la reconciliación. Las universidades católicas tienen la responsabilidad de formar jóvenes que comprendan la paz no como una meta abstracta, sino como un proceso activo y constante, donde el tiempo es superior al espacio. Este enfoque nos invita a reflexionar sobre la verdadera misión de la educación: es, además de un medio para alcanzar el éxito personal, una herramienta poderosa para transformar la sociedad y contribuir al bien común. En un mundo que nos interpela en su dolor, las universidades católicas deben liderar el camino formando profesionales competentes, así como personas que sirvan a la comunidad y que estén comprometidos con la paz y la justicia.
*Colaboración de Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte, profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.
Más información:
Mtra. Carolina Leticia Ibarra García
carolina.ibarra@anahuac.mx
Formación y Cultura de Paz