Comunidad y liderazgo en la formación integral
Autoridades académicas de la universidad Anáhuac México reflexionaron sobre la responsabilidad que se tiene como institución educativa en la formación de personas con propósito y sentido trascendente.
Tuve la oportunidad de participar en el Encuentro de Identidad y Misión Anáhuac que se llevó a cabo los días 19 y 20 de noviembre de 2024 en la Hacienda Cantalagua, evento que reunió a directivos y académicos comprometidos con la misión educativa de la Universidad Anáhuac México, para reflexionar sobre los pilares que sustentan nuestra labor formativa. Fue un espacio valioso para renovar el compromiso con la formación integral, entendida como el desarrollo pleno de la persona desde una perspectiva cristiana y humanista.
Durante el encuentro, reflexionamos sobre la responsabilidad que tenemos como institución educativa de formar no solo profesionales competentes, sino también personas con propósito y sentido trascendente. Las universidades católicas, en particular la nuestra, destacan por su capacidad de ofrecer una educación integral que no solo transmite conocimientos, sino que también inspira a los alumnos a desarrollar plenamente su potencial humano, guiados por principios como la dignidad, la creatividad, el liderazgo y la misión.
A partir de estas reflexiones, me resulta fundamental subrayar la importancia de vivir nuestra misión educativa con autenticidad. Más que una labor académica, entiendo este compromiso como un proyecto transformador tanto personal como social. Los valores esenciales de la Anáhuac deben convertirse en una luz que guíe a nuestros estudiantes y egresados hacia el servicio al bien común, impactando positivamente en sus comunidades y en la sociedad. Esta experiencia me reafirma en la misión de nuestra universidad como una vocación que trasciende el aula y se proyecta en la construcción de un mundo mejor.
La comunidad como fundamento del modelo educativo
He podido constatar que uno de los pilares esenciales de nuestro modelo educativo es la construcción de una comunidad auténtica y significativa, un espacio donde cada uno de nosotros nos sentimos valorados, acompañados y comprometidos con un propósito común. Aquí, la comunidad no se limita a ser un grupo de personas que comparten un lugar, sino que se convierte en una red viva de relaciones humanas orientadas al crecimiento integral de cada individuo.
Para construir esta comunidad, es fundamental conocer auténticamente a las personas. Este conocimiento implica reconocer la singularidad de cada estudiante, docente y colaborador, entendiendo sus talentos, necesidades y aspiraciones. En este entorno, buscamos proporcionar identidad y generar un profundo sentido de pertenencia, fomentando un arraigo y orgullo genuino en todos nosotros. Esto nos permite identificarnos plenamente con los valores y la misión que caracterizan a nuestra universidad. Además, es indispensable crear un ambiente de hogar y hospitalidad, donde todos nos sintamos acogidos, respetados e incluidos, formando así una verdadera familia universitaria que nos acompaña en nuestro desarrollo personal y profesional.
La fortaleza de esta comunidad radica en la calidad de las relaciones humanas que construimos en su interior. Estas relaciones se han basado en valores como el respeto, la amistad, la confianza, la armonía, la solidaridad, la corresponsabilidad y la capacidad de celebrar los logros de los demás. Al vivirlos, transformamos nuestra comunidad en un espacio de encuentro auténtico, un lugar donde cada interacción refuerza la misión educativa y nos aleja de las dinámicas que podrían debilitarla.
Más allá de ser solo un entorno académico, vivimos la comunidad universitaria como el escenario principal donde el liderazgo y la misión encuentran su expresión más tangible. Cada relación y actividad compartida se convierte en una oportunidad para crecer en valores, proyectar un liderazgo transformador y cumplir con el propósito de formar personas íntegras y comprometidas con el bien común. Así, la comunidad se consolida como un pilar esencial de nuestra formación integral, un espacio donde los valores cristianos y humanistas se viven plenamente, y donde el impacto de nuestra misión se multiplica a través de cada uno de nosotros.
Liderazgo y testimonio
El liderazgo trasciende las fronteras de la gestión administrativa para convertirse en un llamado personal a construir comunidad y transformar vidas. Hemos comprendido la importancia de distinguir entre el cargo y el encargo. Mientras que el cargo representa una responsabilidad administrativa dentro de la estructura organizativa, el encargo es algo mucho más profundo: es una invitación a optar por las personas, a liderar con un propósito centrado en el bien común y a fomentar una comunidad fundamentada en valores.
Un liderazgo auténtico es aquel que realmente transforma y se define por la capacidad de inspirar, motivar y alinear a las personas hacia una visión compartida. No se trata solo de gestionar eficientemente, sino de cultivar relaciones humanas profundas y auténticas, logrando un equilibrio entre la exigencia y la caridad. Vivir como testigos del Evangelio en este contexto significa liderar con coherencia y convicción, mostrando que el servicio a los demás es la base de toda acción significativa.
El Papa Francisco lo expresa de manera clara al decir: “Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados”. Esta reflexión inspira a entender que el liderazgo no se trata de perfección, sino de disposición y apertura para crecer en el proceso. Liderar es responder a un llamado que nos impulsa a superar nuestras propias limitaciones, confiando en que las capacidades necesarias serán fortalecidas a través del servicio y el compromiso.
El impacto de este tipo de liderazgo no solo transforma organizaciones, sino que su verdadera fuerza radica en multiplicar el potencial humano. Pensar en la parábola de los cinco panes y dos peces, donde un liderazgo auténtico toma los recursos disponibles, por modestos que sean, y los convierte en oportunidades para impactar positivamente la vida de los demás. Así, en la Universidad Anáhuac México, el liderazgo que buscamos vivir y fomentar es un testimonio vivo de lo que significa formar no solo profesionales competentes, sino también líderes comprometidos con la transformación social desde una perspectiva profundamente humana y cristiana.
La misión como identidad personal y comunitaria
La misión de la Anáhuac es el corazón que impulsa cada aspecto de nuestras vidas dentro de esta comunidad, tanto en lo académico como en lo personal. Esta misión no es un objetivo abstracto, sino una realidad viva que se expresa en múltiples dimensiones: lo largo, lo ancho, lo profundo y lo alto. Estas dimensiones reflejan su alcance integral, su impacto transversal, su significado enraizado en la persona y su capacidad de elevar el espíritu humano hacia metas trascendentes.
Entender la misión desde esta perspectiva lleva a asumirla como un compromiso personal y una responsabilidad compartida. Más que una declaración de principios, decir “Yo contribuyo a la formación de líderes”, es una manera de vivir el propósito educativo de la universidad integrándolo en cada una de mis acciones y decisiones. En este contexto, cada uno de nosotros, desde los docentes hasta los estudiantes, somos portadores de esta misión que trasciende lo académico y se proyecta hacia la transformación social y cultural.
Sin embargo, son muchos los retos que enfrentamos como universidades católicas. En México, de los 4.6 millones de estudiantes que cursan licenciaturas, solo 1.7 millones lo hacen en instituciones privadas. De estos, apenas cerca de 150,000 pertenecen a universidades católicas. La Universidad Anáhuac México, con 14,000 estudiantes, y la Red de Universidades Anáhuac, con un total de 48,000 alumnos, representamos una pequeña fracción de este universo. Pero también estamos convencidos de que nuestro impacto no se mide por la cantidad, sino por la profundidad y calidad con que vivimos y transmitimos esta misión. Esto nos convierte en catalizadores de cambio y faros de esperanza para el país.
Vivir la misión de la universidad, más allá de seguir un objetivo lineal, consiste en abrazar un propósito multidimensional que abarca todos los aspectos de nuestra vida comunitaria. Implica inspirar a las personas a vivir de manera auténtica y con propósito, guiadas por valores que trascienden lo inmediato. La formación integral que buscamos en la Anáhuac no solo pretende preparar profesionales competentes, sino ciudadanos comprometidos y líderes transformadores. Llena de orgullo saber que nuestra misión irradia valores como la dignidad, la solidaridad y la trascendencia, contribuyendo al bien común y tocando vidas mucho más allá de nuestra comunidad universitaria.
Creatividad e intensidad en el amor
En el corazón de los que integramos la Universidad Anáhuac México late la convicción de cultivar una creatividad transformadora y un amor intenso que inspire vidas auténticas. La creatividad en la educación no es un lujo, sino una necesidad. Es la clave para innovar constantemente en los métodos de enseñanza, romper la monotonía y renovar el entusiasmo tanto en quienes enseñamos como en quienes aprenden.
Esta creatividad nos permite generar espacios de reflexión profunda, donde estudiantes y docentes exploramos no solo el conocimiento, sino también el sentido trascendente de nuestra labor y nuestro lugar en el mundo. Inspirar con pasión y trascendencia es la meta de un modelo educativo que busca ir más allá de lo técnico y tocar las fibras más profundas de cada persona.
Uno de los mayores desafíos que enfrentamos es superar la tentación de caer en la murmuración y la crítica destructiva, actitudes que erosionan la confianza y limitan la innovación. En su lugar, nos esforzamos por construir con resiliencia, inspirándonos en la filosofía del kintsugi, el arte japonés de reparar lo roto con oro. Esta metáfora nos recuerda que las imperfecciones no solo pueden sanar, sino que también tienen el poder de convertirse en oportunidades de aprendizaje y crecimiento, dándoles un nuevo valor.
La creatividad y el amor intenso son herramientas esenciales para enfrentar las adversidades y construir una educación verdaderamente transformadora. Estas reflexiones nos inspiran a renovar constantemente nuestro propósito, mirando más allá de las limitaciones y comprometiéndonos con un futuro lleno de posibilidades y significado.
Conclusiones
El Encuentro de Identidad y Misión Anáhuac nos recordó que construir comunidad y fomentar un liderazgo auténtico son pilares esenciales de la formación integral que promovemos. Inspirados por las reflexiones del Papa Francisco y Hans Urs von Balthasar, comprendimos que nuestra misión no es solo académica, sino profundamente humana y trascendente. Como comunidad educativa, buscamos formar líderes que trasciendan su entorno inmediato, viviendo valores como la dignidad, la creatividad y la solidaridad. La frase “Dios nos ve como una oportunidad” resonó profundamente, invitándonos a vernos a nosotros mismos y a los demás como agentes de transformación, capaces de multiplicar el bien a partir de nuestras acciones.
Expresamos nuestro más profundo agradecimiento a las autoridades de la Universidad Anáhuac México por su apoyo incondicional y visión, que hicieron posible este encuentro. Su liderazgo ilumina y guía el camino para que nuestra misión educativa se viva con autenticidad y trascendencia. Asimismo, extendemos nuestra gratitud a todos los participantes que enriquecieron este evento: ponentes, moderadores, panelistas y a todos aquellos que contribuyeron en las mesas de diálogo, foros y dinámicas. Sus reflexiones y aportaciones fueron clave para profundizar en los desafíos y oportunidades que compartimos como comunidad universitaria.
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Juan Manuel Palomares Cantero es abogado, maestro y doctor en Bioética por la Universidad Anáhuac México. Fue director de Capital Humano, así como director y coordinador general en la Facultad de Bioética. Actualmente se desempeña como investigador en la Dirección Académica de Formación Integral (DAFI) de dicha Institución. Es miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética, de la Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética y de la International Society of Vascularized Composite Allotransplantation (ISVCA).
*Este artículo fue asistido en su redacción por el uso de ChatGPT, una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por OpenAI.
Más información:
Dr. Juan Manuel Palomares Cantero
juan.palomares@anahuac.mx
Coordinación de Ética
Dirección Académica de Formación Integral