Resumen
Junto con el patógeno biológico, la pandemia por el virus SARS-CoV-2 trajo consigo otra virulencia: el de la información viral, tecnológicamente replicable a una escala social sin precedentes. Lejos de contribuir a un mejor entendimiento de la pandemia y de las medidas más eficaces para contrarrestarla, el volumen y tipo de información que ha circulado en torno de este virus ha generado respuestas y disposiciones sociales perniciosas. Si anteriormente muchas de las disposiciones y prejuicios colectivos en contra de la ciencia y las políticas en materia de salud pública podían atribuirse a la falta de información suficiente, o del acceso a ésta, hoy parecería que ocurre lo contrario: hay un exceso de todo tipo de información que circula en un mismo plano. A esto se añade aquella información intencionalmente diseñada para distorsionar y confundir, producto de intereses políticos, noticiosos o aun comerciales (las noticias falsas o falseadas, i.e., fake news). El resultado es que paralelamente a la pandemia médica estamos sumergidos en una pandemia social de carácter informativo, que la OMS ha denominado infodemia e infoxicación (intoxicación informativa) que se suma a la gradual pero constante desconfianza y pérdida de credibilidad social en las instituciones médicas, gubernamentales e incluso informativas, con consecuencias potencialmente graves para la vida colectiva.