Resumen
Hace dos años hubo una propuesta de un proyecto en la Ciudad de México para construir una inmensa infraestructura comercial y de servicios como un proyecto conjunto público y privado. El proyecto fue anunciado como un Corredor Cultural, pero en vez de tener un enfoque integral, fue degradado al uso del espacio público como una concesión privada, e iba a afectar a algunas de las colonias de una de las delegaciones de la ciudad. Después de un disputado proyecto lleno de irregularidades por parte de la autoridad pública, visto como algo más transparente, fue sometido a la aprobación ciudadana. Este capítulo relata uno de los -por ahora- pocos ejemplos de cómo la construcción de la ciudad necesita más apertura, justicia, y la participación ciudadana, alejándose de los proyectos de facto, que no necesariamente constituyen un bien público para la sociedad.