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Enero - Junio 2018
Marisol Ivet Del Angel Cavazos

La crianza de los hijos es un tema muy importante en estos tiempos. En la actualidad, toda persona que llega a la edad, situación económica adecuada, madurez y, por supuesto, el deseo de tener hijos, e incluso desde edades más tempranas, se enfrenta a esta gran incógnita “¿Cómo voy a criar a mi hijo o a mis hijos?”

Ya sea gracias a nuestros padres o a nuestros abuelos, sabemos que en generaciones pasadas la crianza de los hijos no solía ser un tema que se analizara profundamente o que se planeara con anticipación. Ser capaz de cubrir sus necesidades era suficiente o, en algunos casos de padres más indiferentes, solamente con darles alimento, un hogar, vestimenta y la posibilidad de ir a la escuela, era todo el trabajo que los padres debían cumplir con sus hijos. Los hijos no eran más que la consecuencia natural de un matrimonio.

Con el paso del tiempo, la crianza de los hijos se ha vuelto una preocupación no solo de matrimonios, sino también de toda la sociedad en general, pues se entiende que los hijos de las generaciones actuales serán la sociedad que se tendrá en un futuro. Ya no se trata simplemente de tener hijos porque es una etapa por las que casi toda persona debe pasar, ahora es amar a un hijo, criarlo, educarlo, hacerlo feliz y protegerlo de todo lo que pueda dañarlo. Pero, ¿qué tan lejos han llegado estos deseos? ¿Cuánto daño le está haciendo a los niños este deseo obsesivo de parte de algunos padres de hacerlos felices y protegerlos de cualquier cosa? ¿Qué tanto tiempo están dispuestos los padres a dedicarle a la crianza de sus hijos y no solo a mantenerlos distraídos?

Uno de los más grandes problemas de los padres criando a sus hijos es la sobreprotección. Este deseo obsesivo de los padres, ya sea por amor o por temor, de que sus hijos sufran, se lastimen o lloren, los lleva a hacer todo lo que está en su poder para evitarle situaciones desagradables e incluso llegan a aislar al niño del resto del mundo con tal que no pase ni un instante de su vida sin ser feliz. Aludiendo al filósofo, escritor, pedagogo, polímata suizo, Jean-Jacques Rousseau, quien dijo en su obra Emilio O de la Educación (1762), que aquella persona que mejor sabe sobrellevar los males y los bienes de la vida es el más educado, para argumentar que cuando estos niños sobreprotegidos llegan a la edad en la que los padres no pueden protegerlos más y deben enfrentar la realidad, no tienen la experiencia ni la capacidad de lidiar correctamente con fracasos, injusticias o situaciones desafortunadas que inevitablemente vivirán en su adultez, dejándonos así con una sociedad compuesta por adultos frustrados, irresponsables o indolentes.

También Aristóteles, en su obra Política, (344) dice que durante la infancia, el aprendizaje se apoya en los movimientos corporales y que es útil acostumbrar a los niños desde edad temprana al clima frío. Esto no significa que se les debe dejar sufrir y enfermar por el frío, simplemente se trata de no protegerlos tanto que en un futuro no tengan la capacidad de soportarlo cuando sea necesario.

El deseo de hacer feliz a sus hijos es un deseo completamente normal e incluso una obligación que todo padre amoroso debe tener como objetivo principalmente durante la infancia de sus hijos. Pero siempre debe tomarse en cuenta que hacer feliz a un niño no significa darle todo lo que este pida y desee. Todos los seres humanos tenemos una tendencia hacia el egoísmo, manifestada de manera diferente y dependiente del temperamento de cada persona; pero es un hecho que es una característica que todos los seres humanos tenemos y comienza desde una edad muy temprana. Según Jean Piaget, filósofo, psicólogo, biólogo y epistemólogo suizo reconocido a nivel mundial por su trabajo en psicología evolutiva; en su Teoría del Desarrollo Cognitivo (1936) divide el desarrollo cognoscitivo en cuatro grandes etapas: sensoriomotoria, preoperacional, operaciones concretas y operaciones formales; cada una de las cuales es más compleja y abstracta en su manera de conocer el mundo. Todos los niños pasan por las cuatro etapas en el mismo orden.

En la etapa número 2, Preoperacional de los 2 a los 7 años, el niño puede utilizar símbolos y palabras para pensar. Solución intuitiva de los problemas, pero el pensamiento está limitado por la rigidez, la centralización y el egocentrismo.

En esta edad donde comienza a manifestarse el egocentrismo es donde los padres deben enseñar a los hijos que, aunque sean lo más importante para ellos, no son lo más importante en el mundo y por tanto no tienen derecho a recibir todo lo que pidan simplemente porque lo deseen. Estas restricciones no significan una limitación de la felicidad de sus hijos.

Cuando una persona toma le decisión de tener hijos, debe entender que su tiempo le pertenecerá a sus hijos, que los niños necesitan la atención de sus padres, sobre todo en los primeros años de vida, para su formación y que nada puede reemplazar el tiempo que sus padres le dediquen. Es precisamente este uno de los errores que los padres modernos cometen al criar a sus hijos, no están dispuestos a dedicarle tanto tiempo a estos y buscan medios para entretenerlos a cualquier costo. Estos medios tienen diversos nombres: internet, celulares, tabletas y videojuegos, pero es la televisión la reina del entretenimiento. En su libro Homo Videns: La sociedad teledirigida (1997) el autor, cientista político, Giovanni Sartori critica a la sociedad absorbida por los multimedios y especialmente por la televisión. Habla sobre cómo los padres, aunque como padres ya no son gran cosa, deberían estar asustados  de lo que sucederá a sus hijos en un futuro con nuestra realidad tecnológica sin control: cada vez más almas perdidas, desorientados, anómicos, aburridos, en psicoanálisis, con crisis depresivas y, en definitiva, terriblemente vacíos. Si los niños son criados con un mínimo de tiempo y atención de sus padres y demasiado tiempo de la televisión, el internet y demás medios de entretenimiento, terminaremos con una sociedad formada de adultos de pobre pensamiento, solitarios y con criterio moldeado por los medios.

Cuando se trata de ponerle límites a los niños, parece que los padres ven este concepto como algo que limite su felicidad o los pueda hacer crecer con traumas de infelicidad. Diálogos del conocido filósofo griego, Platón, expone que el alma que desea los bienes terrenales debe tener una moderación, una templanza inteligente ya que todo aquel que se muestre tranquilo y equilibrado en la búsqueda de la virtud, sus obras serán buenas y beneficiosas. Esto demuestra que los límites en la conducta de los hijos, establecidos por sus padres no significa que se les esté reprimiendo en su libertad de ser personas, sino que es algo esencial para su propia felicidad, ya que el control de sus emociones, sus actos y actitudes le afectarán a lo largo de toda su vida, cada día en las diferentes situaciones que vaya afrontando.

En conclusión, la crianza de los hijos, como ya se mencionó antes, es un concepto que ha ido cambiando a lo largo del tiempo y depende también de la personalidad del niño. Pero es un hecho que hay algunos aspectos básicos que no deben dejar de tomarse en cuenta, no solo con el fin de que estos sean felices, sino también por el bien futuro de la sociedad. El amor de los padres no debe nunca ser la excusa para crear futuros ciudadanos que no perjudiquen la sociedad.