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Julio - Diciembre 2018
Lalita Bakshi

¿Nunca se han preguntado que si lo que están observando y leyendo en internet es verdad? ¿Cuántos de ustedes buscan la fuente de aquella noticia alarmante que les apareció en el “home” de su Facebook? En la actualidad, nos encontramos con un sinnúmero de noticias falsas frente a nuestros ojos y, lamentablemente, la mayoría las compartimos creando un entorpecimiento en cuanto a la información que realmente es la verdadera. El internet es una herramienta que nos brinda una cantidad excesiva de información. Nos dejamos llevar por publicaciones que, aunque, traten de alguna problemática actual relevante, son falsas; son creados por personas con poca ética u otras inclusive solo las comparten por el deseo de estar dentro del círculo social de creerse una persona intelectual con la capacidad de debatir acerca de un suceso importantísimo por el simple hecho de que vi información en un “meme”.

De acuerdo con el artículo “Internet: Una herramienta para las guerras en el siglo XXI” escrito por Gema Sánchez en la revista Política y Estrategia (2009), se puede adjudicar al internet ser una herramienta para la “guerra psicológica”, existen incontables ejemplos sobre cómo se sirven de este medio sin censura para propagar informaciones equívocas, amenazar o divulgar las imágenes de sus atentados. Un claro ejemplo fue cuando se creó pánico en redes sociales debido a los ataques de Estados Unidos a supuestos centros de investigación químicos de Siria, donde una gran parte de los internautas se alarmaron y se crearon rumores de que estos atentados eran el comienzo de una tercera guerra mundial. Rumores que la sociedad empezó a creer verdaderos después de un tiempo de circular por internet. Tanto es este desorden de información que Sunstein en su libro “Rumorología: Cómo se difunden las falsedades, por qué nos las creemos y qué se puede hacer contra ellas” (2010) explica que nunca ha habido tanta información a nuestra disposición y ninguna otra generación ha estado tan desorientada respecto a qué hacer con ella.

Leonardo da Vinci enunció que la armonía del todo depende de la armonía de las partes en el “Tratado de Pintura” (siglo XVIII) y soy fiel creyente de esta idea, ¿cómo habrá un buen funcionamiento de nuestra sociedad si cada una de las personas que la componen no están informadas homogéneamente de los sucesos que la afectan? Al no tener una red de información fidedigna que esté al alcance para toda la sociedad será imposible que esta funcione, sin embargo, si todos buscamos empáticamente el bien común el resultado será provechoso. Así fue como sucedió el septiembre del año pasado cuando los mexicanos nos unimos para ayudar a nuestros hermanos aturdidos por el terremoto, se debe destacar el punto de que la información para poder brindar esa ayuda provino principalmente de internet, ejemplo claro de que la red no solo sirve para perjudicar al ser humano, sino que, con un uso acertado de ella podemos impulsar el desarrollo de buenas causas.

En el artículo “El rumor del nopal chino: construcción institucional y efectos sociales de noticias falsas” (2011) por Lutz y Padilla, incluso se utiliza un término denominado “rumores ortopédicos”, este concepto se define como discursos que buscan intencionalmente, desde su origen, reorientar la conducta colectiva hacia una dirección dada. Junto con la sinofobia y el miedo de que el mercado nopalero de México se viera afectado, este rumor se expandió de tal manera que los políticos llegaron a discutirlo, todos los periódicos hablaban de él y se les imprimió a los productores de Milpa Alta un miedo irrefutable. Finalmente, este artículo concluye que el rumor y su continua expansión dio la ventaja al subdirector de Desarrollo Agropecuario para poder vencer las resistencias de los nopaleros y legitimar el proyecto millonario de construcción de una planta procesadora de nopal.

A esto se refería Galileo Galilei en “Sideus Nuncios” (1610) cuando decretó que la tecnología debe servir para ayudar al hombre en el descubrimiento, no para que la tecnología nos gobierne. Poco a poco nos vemos más ahogados en la disputa tecnología-humanidad. En este caso, una mejor definición es el conflicto mitos-logos que los hebreos nos heredaron, hasta parece que nos remontamos a la época donde todo era mito y queremos explicar un fenómeno con simplemente la observación y el escribir lo que nosotros “creemos que es”; cuando sabemos que detrás de todo suceso hay una razón lógica y que esto es lo que verdaderamente nos deberíamos cuestionar. Y cómo dejar pasar este cuestionamiento si fue la base para los griegos al realizar los estudios que fundamentaron diversas ciencias como la ingeniería, física, química, sociología, política; ciencias que conocemos gracias a ellos y que evolucionaron para regir actualmente nuestra sociedad.

El no verificar la fuente y veracidad de una noticia puede llegar a afectar la sociedad de una manera inimaginable, así nos lo hace ver Borja Echevarría, director editorial de Univision Noticias Digital, en su publicación en la revista Cuadernos de Periodistas: “Más ‘fact-checking’ contra la posverdad” (2016) donde habla de las elecciones pasadas de Estados Unidos donde Donald Trump resultó vencedor al contrario de todo pronóstico. En este artículo Echevarría nombra algunas noticias falsas que se filtraron a la audiencia, noticias que afectaron y mancharon la vida política e íntima de la contendiente Hillary Clinton pero que aun así terminaron siendo titulares más compartidos que las exclusivas del Times o del Post. Se lamenta que, aunque los medios buscaban una investigación veraz detrás de cada frase que los políticos enunciaban en sus discursos, el caos de rumores e información en las redes sociales se convertía en una red de noticias falsas a las que nunca nadie se dignó de hacerles un ‘fact-checking’.

Si René Descartes todavía viviera estaría decepcionado de que nuestra sociedad fuera tan crédula en cuanto a estas noticias concierne. El saber utilizar el concepto de duda metódica, en “El Discurso del Método” (1637): “fundamentación radical del conocimiento y que consiste en rechazar como inadecuadas todas aquellas creencias de las cuales pueda plantearse alguna duda”, ayudaría a nuestra sociedad a dudar sanamente de la veracidad de los textos publicados en internet sin caer en un escepticismo radical. Jean Baudrillard (1983) sentenció que vivimos en un universo donde hay cada vez más información, pero cada vez menos significado; tiene razón en que hay una secularización en cuanto al valor de la información que hoy en día manejamos.

Podemos enumerar más de un millón de ejemplos, positivos y negativos, sin embargo, la finalidad no es esta, sino crear la conciencia de que el mal uso de la información puede llegar a desencadenar un sinfín de sucesos que se pueden salir de nuestras manos. Es saber que el internet puede llegar a ser ilusorio, y eso no significa que debamos de cerrarnos a no disfrutarlo, sino que, debemos ser meticulosos y conocer si la información que estamos manejando es fehaciente y no compartirla sin cerciorarse de su veracidad, implica el analizarla más a fondo y detenimiento para así decidir si es digna de ser compartida con la sociedad.

Finalmente, opto por dejar el siguiente cuestionamiento a reflexión del lector. Estamos familiarizados con los conceptos de Virtud y Desmesura de Homero (s. XVIII a.C.) y también estamos de acuerdo en que hay una diminuta línea que las divide. Entonces, ¿hasta qué punto debemos de confiar ciegamente en la información con la que nos topamos en internet? ¿debemos empezar a restringir la información que se sube diariamente a la web? Sin duda alguna en el meollo de esta incógnita hay mucho sobre que dialogar, sin embargo, la resolución de este problema podría no concluir en un dictamen radical, sino en la fiel creencia de que como sociedad somos capaces de distinguir entre lo genuino y lo ficticio.

Referencias bibliográficas